La Sombra de Stalin y Una Siniestra Tutoría

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29 de noviembre de 2023
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12:21 am
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La Sombra de Stalin y Una Siniestra Tutoría

Por Daniel Zepeda

En una hipotética y oscura reunión, imaginemos a Luis Redondo, Mel y los diputados del partido Libre sentados en una sala envuelta en las sombras de la historia, recibiendo consejos de uno de los dictadores más infames del siglo XX, Josef Stalin. La escena, sacada de una pesadilla de la Guerra Fría, ofrece una visión escalofriante de cómo la democracia podría ser socavada por aquellos seducidos por la tiranía. “La democracia es un obstáculo para el verdadero poder”, declara Stalin con frialdad. Los presentes escuchan atentamente.

Con su historial de terror y represión, Stalin representa la antítesis de la democracia. Su presencia, aún en este escenario ficticio, arroja una luz siniestra sobre los diputados, sugiriendo una inclinación hacia prácticas tiránicas. Sus palabras, impregnadas de manipulación y control absoluto, resuenan en la sala, ofreciendo tácticas y estrategias para consolidar un poder sin contrapesos, soñando con un Estado donde la oposición es sofocada y la libertad, un recuerdo lejano.

Stalin insiste en la importancia de consolidar el poder por encima del bienestar del pueblo. Habla de manipular elecciones, de crear un culto a la personalidad y de eliminar a cualquier opositor. Estos métodos, señala, son efectivos para establecer un régimen autoritario duradero. Con cada palabra, la idea de libertad y democracia se marchita. El diálogo se convierte en un monólogo donde los valores democráticos son reemplazados por estrategias de control y opresión.

Los presentes, absorbidos por su aura maligna, escuchan atentamente, tomando nota de cómo suprimir la oposición, destruir a sus críticos, extirpar las voces en desacuerdo, y reescribir la historia a su favor. La conversación gira en torno a métodos de control de poder, estrategias de persecución política y la eliminación sistemática de cualquier forma de democracia. Cada sugerencia de Stalin representa un golpe a los principios que deberían ser sagrados en cualquier sociedad libre.

En este escenario ficticio, la democracia hondureña se desvanece en las sombras de un totalitarismo emergente. El legado de Stalin, marcado por purgas, persecución y una paranoia institucionalizada, se convierte en un modelo oscuro a seguir por los Libre. Un simple intercambio de ideas que representa cómo la democracia puede ser corroída desde dentro, a veces con golpes violentos, y con decisiones que traicionan sus principios más fundamentales.

Esta representación, aunque hipotética, sirve como una advertencia sombría. La democracia es frágil, y sin vigilancia, incluso aquellos elegidos para protegerla pueden ser seducidos por el espectro del autoritarismo. Honduras, con su historia de luchas por la democracia, merece mejor que este giro hacia la oscuridad. La conversación con Stalin no es más que un espejismo de lo que nunca debe suceder en nuestra república. Es un recordatorio de que el precio de la libertad es la eterna vigilancia y que la democracia debe ser defendida constantemente contra las sombras dictatoriales del socialismo.

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