LOS BUENOS POLÍTICOS SON HUMANOS

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2 de diciembre de 2023
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10:02 pm
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LOS BUENOS POLÍTICOS SON HUMANOS

Los progenitores: Adriana de la Cruz Arrivillaga Cerrato y Pedro Díaz Salorio, padres de Efraín Díaz Arrivillaga.

Julio Escoto (*)

En 2011 debí yo viajar a la Universidad de Potsdam, en Alemania, para participar en un congreso académico y -como ocurre siempre a los alucinados patrios- pensé que era buena oportunidad para conversar allá, con paisanos y ajenos, sobre la cultura nacional.

Por lo que, como primera exigencia, averigüé quién era en ese momento el embajador que nos representaba ya que de ninguna forma iba a ofrecer mi participación si fuera un diplomático conservador, cachureco o reaccionario, peor sí corrupto. Y para grata sorpresa el nombre que me produjo internet era excepcionalmente limpio, Efraín Díaz Arrivillaga. Así es que le escribí, fueron él y su amada esposa Marybel a recogernos en Potsdam y tuvimos con el público centroamericano de Berlín una muy grata velada de memorias, nostalgias y añoranzas de la patria.

Esta sencilla anécdota se ratifica en el subtítulo de la obra que presentamos esta noche y que reza: “ideales y vacilaciones de un caminante”, siendo la primera vez, hasta donde conozco, que una persona que ha participado en las lides de manejo de gobierno confiese que, como todo terrícola, y no como súper humano, experimenta duda, incertidumbre y titubeo en sus acciones. Pues como he referido en otras circunstancias, existen dos vocablos esenciales que los políticos del mundo, incluyendo los nuestros, jamás pronuncian en los discursos: amor y felicidad, que es lo que se supone deben procurar a la humanidad.

El licenciado Díaz Arrivillaga confronta desde las primeras letras de su libro dos términos intensamente unidos por la razón y la emoción, los que son: “ideales y vacilaciones”, retrato desde ya, imagen desde ya, del constante debate que en las sociedades se vive por definir con precisión, fuera de dudas, cuáles son los principios en que deben inspirarse y con los cuales edificar un mundo mejor. Debate que, a su vez, según cuenta el libro, fue el suyo personal.

Díaz Arrivillaga ingresa a la acción pública en un momento terriblemente decisivo para el mundo y particularmente para Latinoamérica. Se enfrentan en guerra fría dos bloques monstruos de poder que pueden volcarse a las armas a la menor provocación, destruyendo con ello el planeta, y que son Estados Unidos y la Unión Soviética, cuyo conflicto es multilateral pues engloba al mundo entero.

Tal fenómeno era más que una distancia entre izquierda y derecha, era un combate entre conceptos de dominación y proyectos de potencias. Y por lo mismo afectó y afecta a Honduras, una comunidad unánimente conservadora donde cualquier idea de cambio del statu quo es considerada ofensiva y atrevida, si no criminal. Y de allí que Díaz Arrivillaga escoja una tercera vía, la corriente no confesional de la Democracia Cristiana y que se aleja, e incluso enfrenta, al bipartidismo tradicional que tanto y horroroso daño produjo a la nación.

Y aunque esa escogencia tiene sólidos fundamentos éticos, inspirados en la imagen cristiana del ser humano, su libertad y dignidad propias, al proponerla en Honduras surgen debates y discusiones que crean dudas. De allí el origen del título de la obra: “ideales y vacilaciones de un caminante”.

No es mi intención, sin embargo, dedicar estas breves palabras a la gesta política de nuestro distinguido amigo, algo que ya hicieron ilustres colegas, sino al denso entorno humanista que condujo a esa acción política.

En efecto el libro es -más que una declaratoria de preferencias ideológicas- una confesión de vida, que es decir de fe. Abundan en él los datos personales de quien se considera desde temprano un caminante, es decir alguien que se aventura a las rutas y veredas de la vida para alcanzar una misión, la que en joven edad se desconoce. Refiere sus inseguridades de niño y su relación de anímica dependencia con padres y hermanos y hermanas; el origen mayormente chorotega de sus antepasados, incluyendo un tío escritor, Francisco Díaz Salorio, del que en 1972 clasifiqué una novela suya (“Amores Contrariados”) que localicé extraviada en el Archivo Nacional. Y tan personalizada es esta saga escrita por Efraín que empieza casi como en los cuentos fabularios: “Nací” relata “la mañana del domingo 30 de julio de 1944 en el (…) Hospital Viera, de la mano del doctor Nutter”…

Puente ciudad de Choluteca.

Y luego, con sustentado orgullo, trae desde la nostalgia del pasado la imagen señera del padre, don Pedro Díaz Salorio, cuyos principios y resistencia a la corrupción lo inspiraron, así como de su madre, doña Adriana de la Cruz, quien lo fortaleció y enseñó a superar los prejuicios de una sociedad provinciana y machista, entre ellos los del color de la piel. “Lo viví en carne propia” confiesa Díaz Arrivillaga “porque dentro de mi familia era considerado el más feo por el color trigueño y mi baja complexión física”.

Y luego, en una declaración honestísima que no he visto en otras biografías, escasas por cierto en Honduras, añade que por la sobreprotección de sus padres creció indeciso y con complejo de inferioridad, por lo que no aprendía a manejar bicicleta, nadar o permanecer solitario en espacios oscuros. Propongo que iniciemos una colecta y que en su próximo aniversario le regalemos una bicicleta…

Bromas aparte, lo que estoy procurando destacar y revelar a partir de este libro es una psiquis ahora tan tranquila y segura de ella misma que sin ocultamientos se permite viajar al ayer para identificar la extensa ruta del aprendizaje que le correspondió transitar hasta ser el hombre apreciado y admirado de hoy, tránsito en que reconoce los tempranos valores que lo sustentaron.

Sus padres, recuerda, le dieron lo vital para la itinerancia: “la honradez, la integridad y humildad que caracterizó todos los aspectos de sus vidas, dedicación al trabajo, la puntualidad, el amor a la familia y la Patria, la responsabilidad en todo lo que uno emprendía, un profundo sentido de justicia, la solidaridad con los demás, vocación de servicio, rechazo a la mentira y la hipocresía, siempre apego a la verdad, a la palabra empeñada, la lealtad, la ética personal y pública”.

Extenso ideario de valores.
Un poco más delante, reflexionando sobre esa valiosa herencia, reconoce, sin embargo, retratándose, que sufre de más debilidades que virtudes. “No obstante, siempre he buscado lo mejor para mi familia, mi país y las causas en que siempre he creído y por las que he luchado. Me he equivocado muchas veces, he sido intolerante, escéptico, crítico severo (…) pero me considero sincero, leal a mis principios, moderado, prudente, abierto al diálogo, a la conciliación (y) al perdón”…

Luego arriba la formación universitaria, donde adquiere modernos principios y -caso hondureño quizás único entre profesionales de las ciencias- estudia teología con los jesuitas y adquiere un concepto avanzado de la función de la universidad, cual es “cultivar el intelecto… educar el intelecto para razonar bien en todos los aspectos del conocimiento, buscar la verdad y encontrarla”. Toda una aventura del crecimiento y el saber en que lo acompañan y guían Erasmo, Feuerbach, Sartre, Ortega y Gasset, Kierkegaard y Juan XXIII, entre otros.

Luego surgen los años de la aventura laboral, que fueron como ingresar a túneles de agitados vientos dada la disparidad de criterios, motivaciones y fines que regulaban a la empresa estatal, por ejemplo, en la emblemática secretaría técnica CONSUPLANE, que pasó de ser importante oficina de Estado hasta su extinción por el gobierno neoliberal de Rafael Leonardo Callejas. Fue cuando, en 1972, ingresa al Consejo de Coordinación para el Desarrollo (CONCORDE) y sufre una honda transformación espiritual ya que experimenta la práctica de aquellos principios teóricos y vitales que había asimilado.

De pronto se ve involucrado en las tareas humanistas de CONCORDE, entre ellas la alfabetización de adultos por medio de una red de radios católicas, la promoción de campesinos y amas de casa, cooperativas de ahorro y crédito, programas de vivienda popular, la capacitación social inspirada por Paulo Freyre, o sea el trabajo social, la realidad verdadera y la práctica diaria de la Doctrina Social de la Iglesia. Fue entonces que ingresó al Movimiento Demócrata Cristiano de Honduras y a las propuestas del Estado desarrollista y la esfera del mundo intelectivo cerró su círculo gracias a la experiencia social inmediata.

Era el momento de poner en práctica conocimientos aprendidos, lo que lo llevó posteriormente no sólo a ocupar una curul en el más importante hemiciclo del país, a la candidatura presidencial y a la academia sino también a formar parte del cuadro honorífico de los hombres más respetados y distinguidos del país…

OOooOO

Podría continuar extrayendo otras relaciones entre lo teórico y lo concreto, entre la búsqueda y el encuentro durante la existencia de Efraín Díaz Arrivillaga y que relata este grato libro, pero sospecho que he abusado del tiempo concedido para estas palabras más fraternas que brillantes.

Baste concluir que, como lo explica bien uno de sus comentadores, esta biografía personal se convierte a la vez en una historia introspectiva de país ya que desde la interioridad de la memoria y la experiencia va la obra hilando momentos trascendentes de las vivencias modernas en Honduras.

Por sus páginas desfilan héroes y villanos, sueños, proyectos y frustraciones, voluntades y negaciones políticas, ambiciones e ideales, lo que sin embargo no ha dejado en el autor caminante amargura sino comprensión de lo compleja que es la condición humana, a la que, empero, nunca debe dejarse de impulsar, empujar e instigar a que supere sus naturales deficiencias.

Tanto la teoría como la práctica lo hicieron un hombre de intensa sensibilidad social, al grado de emocionarse ante un cuadro de injusticia, pero igual de buen triunfo, por ejemplo, de un escolar. Sus escritos, su participación en el congreso nacional, en la academia y en la Junta de Dirección Universitaria de UNAH, así como la honestidad que destila en su pensamiento y en sus relaciones humanas nos revelan a una persona excepcional, constancia de lo cual queda plasmado en este valioso libro.

Gracias, Efraín, por esta honrosa reflexión de usted, que en el fondo es de nosotros mismos en cuanto pueblo, así como por su blanca amistad. Abrazos.

(*) Presentación de “Autobiografía: los ideales y vacilaciones de un caminante”

de Efraín Díaz Arrivillaga. UNAH-VS, octubre 18 de 2023.

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