EL CAPITALISMO CENTRAL Y UNA VÍCTIMA DE LA PERIFERIA HONDUREÑA

ZV
/
10 de diciembre de 2023
/
12:18 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
EL CAPITALISMO CENTRAL Y  UNA VÍCTIMA DE LA PERIFERIA HONDUREÑA

Juan Ramón Martínez

Darío Euraque (Comayagüela, 1959) ha escrito el mejor ensayo sociológico sobre las relaciones entre el capitalismo central y sus efectos en el “capitalismo periférico” de la costa de Honduras, teniendo como figura paradigmática, a un hondureño que pareció durante su vida, operar a contracorriente, en una tendencia en que el resultado operativo sería el fracaso. El intento de encontrar relaciones de dependencia entre el centro y a la periferia, es muy importante y significativo para la sociología y la historia hondureña. El autor ha demostrado que el éxito de Zemurray en Honduras, el crecimiento de la industria bananera y el desarrollo de la United Fruit Company, solo fueron posible en una sociedad como la hondureña, en que las élites económicas, asumieron un papel secundario, resistente a la competencia en los mercados; y que, vez de comprometerse en la producción, se quedaron en el papel de abogados y facilitadores, verdaderos guarda espaldas de los empresarios extranjeros ante el gobierno central, trabajando para proteger sus operaciones, asegurándolas ante los vaivenes de la política inestable, característica de la Honduras, durante casi toda su historia. Dentro de la concepción de la teoría de la dependencia y de las visiones de la llamada cultura de la pobreza, Euraque logra en este ensayo magistral demostrar que, la modernidad económica de Honduras, fue frustrada por la voracidad del capitalismo central estadounidenses. Sin que las élites hondureñas, tengan ninguna responsabilidad.

La figura de Samuel Zemurray es muy conocida. Como empresario bananero, como figura de apoyo a los políticos hondureños; y como filántropo creador de la mejor universidad de agricultura tropical del continente. Muchos estudiosos e investigadores, han escrito sobre su figura, voluntad de hierro y capacidad para bregar, en el interior de la inestabilidad política de Centroamérica; y salir adelante. Desde la pobre iniciación de compra de bananos maduros, para vender en los mercados de Nueva Orleans, hasta su muerte en edad provecta, pasando por la toma del control de la United Fruit Company. Lo que no se conocía, hasta ahora que Euraque nos presenta su libro “Un Hondureño ante la modernidad de su país: Rafael López Gutiérrez (1875—1963)”, es la vida, actividad económica y fracaso final de un aliado de Zemurray. Una víctima suya, de carne y hueso: Rafael López Padilla. Un plantador de bananos que, después de la fusión de la Cuyamel y la United Fruit bajo el liderazgo de Zemurray, constituye la otra cara de la moneda. El perdedor cierra sus plantaciones, ve reducir el valor de acciones en la United Fruit Co. por la crisis de 1929, y termina en la pobreza, arrinconado en una vivienda estrecha, amargado y doliente por los fracasos que al final ensombrecieron su vida. Euraque no hace en su ensayo a López Padilla el centro del debate. Es el residuo. La figura patética que muestra que la falla es la asociación de los empresarios locales con los capitalistas estadounidenses, que al final terminan afectados y destruidos como parte del capitalismo periférico que nunca tendrá posibilidades de salir adelante. Una suerte de Aureliano Buendía, que nunca le llega la noticia de la pensión ansiada y la redención. Como resultado, el autor nos ofrece un panorama completo de una época muy importante de la vida económica del país, en la cual las figuras de las élites económicas y políticas de la Costa Norte activas en las primeras cuatro décadas del siglo pasado, le dan forma a la modernidad costeña, ejemplificada en el desarrollo y crecimiento de San Pedro Sula.
Rafael López Padilla, por sus apellidos da la impresión que fuera miembro de la familia del gobernante hondureño Rafael López Gutiérrez. Euraque con profusa documentación e importante apoyo de familiares del biografiado, historiadores y archiveros hondureños, demuestra que se trata de otra persona, nacido en Masaguara, Intibucá, hijo de un rico ganadero de la zona que comerciaba ganado hacia Guatemala, vinculado con los seguidores liberales de Policarpo Bonilla; que, por la riqueza de su padre, hace estudios secundarios en Comayagua y viaja a Inglaterra, donde efectúa estudios universitarios. Cosa sorprendente, porque entonces salir al exterior a estudiar no es un hecho común; y menos a Inglaterra. Todos entonces, lo hacían en Guatemala o en los Estados Unidos. Por esos mismos años, solo había viajado Rafael Heliodoro Valle a México con una beca del gobierno de Policarpo Bonilla, que no se le entregó con la religiosidad debida. Y que la revolución mexicana de 1910, le obligó a regresar a Tegucigalpa. De modo que, aunque Euraque insinúa, respaldado por la información que recibió de familiares y colegas, que tal cosa fue posible por el apoyo del gobierno de Policarpo Bonilla, creemos que no fue apoyado por fondos gubernamentales, sino que realizó estudios con fondos de su padre, que era sin duda, un exitoso capitalista hondureño. Además, vinculado al liberalismo más sectario; el dirigido por Policarpo Bonilla.

Al regresar López Padilla de sus estudios en Inglaterra, hablando inglés, con conocimientos novedosos y con buenas relaciones con la élite política efectúa negocios y termina, aliándose con Zemurray, del cual se considera su amigo entrañable y cercano. E, integrándose en el grupo político (liberalismo “policarpista”) en el que participa su cuñado el general Gregorio Ferrera que, cuando muere, tiene bajo su nombre una finca bananera que recibe asesoría técnica y administrativa de la frutera. Cosa que, además, Euraque nos informa que también Policarpo Bonilla, fue propietario de una finca bananera, en la que, Zemurray es el comprador exclusivo de su producción. Y, además, asesor técnico exclusivo. Este modelo de negocios que Zemurray introduce en el país, es singular. Va más adelante del “poquitero” de los años (1865-1900), en que el productor hondureño o extranjero, tiene poco capital, carece de asistencia técnica; y de vínculos con los mercados de los Estados Unidos. Que, por ello, carecen de información de la demanda de sus productos, para cortar la fruta necesaria. Por tal debilidad, llevan el banano a la orilla de la playa; y allí, el comprador estadounidense, adquiere los racimos de banano que necesita, estableciendo los precios respectivos; determinando las calidades y las cantidades. Zemurray es el productor que, teniendo conexión con los mercados de Estados Unidos y, ante la irregularidad de la oferta de los poquiteros, siembra sus plantaciones; y además, inicia coinversiones con productores locales. Uno de los primeros empresarios hondureños con que hace negocios Zemurray, es Antonio R. Elvir (Olanchito 18 de enero de 1869—Tela, Atlántida 1959), poquitero establecido en Tela que enfrenta dificultades de naturaleza política por el cambio de gobierno que produce la guerra de 1924; pero no por ruptura con Zemurray, sino porque sus enemigos políticos llegan al poder; y le cierran las oportunidades. Hecho que posteriormente será incrementado por la crisis de 1930. “La depresión de 1930 dio el golpe de gracia, que afrontó con mucha fortaleza replegándose en la aldea de Mezapa, donde estableció su residencia final. Vivió sus últimos meses, en forma placida y laboriosa en la pequeña finca que logró formar y trabajar hasta su fallecimiento en 1959, gracias al apoyo de Samuel Zemurray, su socio en la finca de bananos “La Hondureña” en la laguna de los Micos”. (La villa de Triunfo de la Cruz en la Historia, Rafael Ángel Elvir, 192)

El caso de López Padilla, es diferente. La impresión que se tiene al leer el ensayo documentado de Darío Euraque es que, López Padilla no está involucrado directamente en el negocio bananero realmente, — en forma concreta–, que la asistencia técnica y administrativa que recibe de Zemurray, hace que se distraiga de los procesos productivos respectivos, de modo que cuando se produce la absorción de la Cuyamel por venta de las acciones y el acceso de Zemurray a la presidencia de la nueva empresa, en vez de beneficiarlo más bien, pierde sus plantaciones, su capital se reduce; y se precipita en la quiebra, acelerada por la crisis de 1929-30.

Después de la lectura del ensayo de Euraque, basado en la documentación que presenta, nos asalta la duda si no se trata más del fracaso del mediador político; que del empresario agrícola que, aunque afectado, no tiene capacidad para reaccionar como otros que superaron la crisis. Caso de Antonio R. Elvir que sí lo era. Aparentemente, la muerte del general Ferrera, la caída de los liberales “policarpistas” y el ascenso de los nacionalistas bajo el liderazgo de Carios Andino, le permite a Zemurray aprovechar para sus intereses, una nueva oleada de aliados gubernamentales, encabezados por Juan Manuel Gálvez, lo que le permite prescindir de sus antiguos aliados, como López Padilla que, para entonces, había perdido contactos con Tegucigalpa. De otra manera, no se puede entender que López Padilla se precipite en la quiebra y caiga en brazos de la pobreza los últimos años de su vida. Si nuestra hipótesis fuese valida, las tesis de Euraque habría que revisarlas, porque el fracaso de López Padilla no sería un efecto del capitalismo central, sino que culpa de la naturaleza de los empresarios que, como López Padilla, basaron su poder en la capacidad de intermediar favores entre los empresarios bananeros y el poder central de Tegucigalpa; y no, como parece ser, en sus habilidades para hacer negocios y crear empresas duraderas. Más bien, frágiles iniciativas que, cuando cambiaron los gobernantes, y los partidos en el poder fueron menos amistosos, perdieron pie.

De la manera que sea, reconocemos que las tesis planteadas por Euraque son interesantes y sugestivas. Especialmente porque son la base de la figura trágica y dolorosa de López Padilla que va transcurrir su vida en la pobreza, mientras SPS crece, desde el Macondo primigenio en que la bananera es lo más importante, para convertirse en el triste coronel de García Márquez que nadie atiende, excepto los amigos y familiares que generosamente le apoyan en los últimos años de su vida.

En fin, una obra, singular cuya lectura recomendamos, por su utilidad para facilitar una discusión que permita esclarecer las responsabilidades de los éxitos y los fracasos de las elites de la Costa Norte que, al margen de lo que se diga, sobrevivieron a las crisis y los supuestos manejos de Zemurray, en tal sobrevivencia; y que nos han dado el desarrollo económico más florido y esperanzador que tenemos evidencia en toda la historia del país. Lo que hace pensar que las consideraciones de infelices relaciones del centro y la periferia, no explican ni los éxitos y los fracasos de las élites que hicieron negocios con los grandes empresarios estadounidenses. Elvir, es un ejemplo contrario que vale la pena contrastar con el caso de Rafael López Padilla. Y que, posiblemente, ayuden a Darío Euraque a consolidar sus tesis sobre el capitalismo hondureño.

Todo, sin olvidar que nos debe una biografía de López Padilla, que esta vez, solo es presentado como un marginal testigo, en la que inevitablemente sea la figura central, recuperando su calidad de personaje singular, como ocurre en todas las biografías. Por mientras esperamos la biografía de Rafael López Padilla, –que se la merece sin ningún género de duda –leamos con atención este brillante ensayo sociológico de Darío Euraque, bien escrito, muy documentado; y sumamente entretenido como fuente de reflexión y discusión sobre las cosas torales de Honduras. Tegucigalpa, octubre 29 del 2023

Más de La Tribuna Cultural
Lo Más Visto