¿SOÑÉ QUE ESTABA SOÑANDO?

MA
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4 de abril de 2024
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12:25 am
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¿SOÑÉ QUE ESTABA SOÑANDO?

A propósito del sermón sobre “ser feliz” atribuido equivocadamente a Jorge Bergoglio. El escritor estadounidense Ernest Hemingway apostó una vez con un grupo de escritores que era capaz de escribir una historia completa en tan solo seis palabras. Hemingway escribió en una servilleta: “Vendo zapatos de bebé, nunca usados”. Sin embargo, hay dudas sobre la autenticidad de ese relato. “La afirmación de la autoría de Hemingway se origina a partir de una anécdota sin fundamento recogida por el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke quien relató la historia en una carta en 1992 al humorista canadiense John Robert Colombo. La otra versión es que la historia es copia de un aviso en un periódico anunciando la “Venta de ropa de bebé y su cuna, nunca usados”. El aviso retrata la tragedia y el dolor de una madre, quien compra lo indispensable ilusionada con el nacimiento de su bebé, y debe ofrecerlo en venta cuando el recién nacido muere”.

Lo que trae a la memoria, “Me Alquilo Para Soñar”, de los Cuentos Peregrinos de Gabriel García Márquez: -“Aun si tus sueños son falsos, jamás volveré -le dije. Por si acaso”. “A las tres nos separamos de ella para acompañar a Neruda a su siesta sagrada”. “La hizo en nuestra casa, después de unos preparativos solemnes que de algún modo recordaban la ceremonia del té en el Japón”. “Había que abrir unas ventanas y cerrar otras para que hubiera el grado de calor exacto y una cierta clase de luz en cierta dirección, y un silencio absoluto”. “Neruda se durmió al instante, y despertó diez minutos después, como los niños, cuando menos pensábamos”. “Apareció en la sala restaurado y con el monograma de la almohada impreso en la mejilla”. -“Soñé con esa mujer que sueña -dijo”. “Matilde quiso que le contara el sueño”. -“Soñé que ella estaba soñando conmigo -dijo él”. -“Eso es de Borges -le dije”. “Él me miró desencantado”. -“¿Ya está escrito?”. -“Si no está escrito se va a escribir alguna vez -le dije”. “Será uno de sus laberintos”. “Tan pronto como subió a bordo, a las seis de la tarde, Neruda se despidió de nosotros, se sentó en una mesa apartada, y empezó a escribir versos fluidos con la pluma de tinta verde con que dibujaba flores y peces y pájaros en las dedicatorias de sus libros”. “A la primera advertencia del buque buscamos a Frau Frida, y al fin la encontramos en la cubierta de turistas cuando ya nos íbamos sin despedirnos”. “También ella acababa de despertar de la siesta”. -“Soñé con el poeta -nos dijo”. “Asombrado, le pedí que me contara el sueño”. -“Soñé que él estaba soñando conmigo -dijo, y mi cara de asombro la confundió”. -“¿Qué quieres? A veces, entre tantos sueños, se nos cuela uno que no tiene nada que ver con la vida real”.

(Es lo interesante –entra el Sisimite– de estas pláticas con el colectivo y de las conversaciones presenciales que entablamos. -Claro –asiente Winston– donde una cosa va sugiriendo la otra, como si un hilo conductor nos llevase de acá para allá, allende de inconquistadas fronteras, a un mundo encantado de temas inagotables, yuxtapuestos, intercalados, vinculados, unos con otros, en un arpegio de trepidantes palpitaciones, como soplo de ráfagas de viento impulsando los atrevidos vuelos de la imaginación. -Jue –interrumpe el Sisimite– te luciste; poesía en prosa. -Supongo que eso que dijiste –interviene el Sisimite– es creación tuya. ¿No es algo que ya estaba escrito? -Pues no –responde Winston– soñé que un poeta soñaba despierto y me dictaba esas líneas. -Otra vez –solloza el Sisimite– tus irónicas respuestas. -¿Cómo así? –inquiere Winston– si yo soñé que estaba soñando. ¿No digás que vos también soñaste –a lo Neruda– que yo soñaba que le tomaba dictado –a lo Gabriel García Márquez– a un poeta que soñaba despierto?).

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