¿LA PRÓXIMA HORNEADA?

ZV
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13 de abril de 2024
/
12:14 am
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¿LA PRÓXIMA HORNEADA?

UN tema liviano, adaptable a la mansa lisura de los frívolos pasatiempos de un fin de semana. Otro mensaje de voz –casi entre sollozos con la voz entrecortada– de la nenita de las fábulas infantiles: “No me gustó la historia del editorial de hoy”. ¿Por qué?, le pregunta la mamá. “Porque dice que soy una chucha porque me gusta pasear; y no lo soy”. “No mi amor –explica la mamá, riéndose de la ocurrencia– eso es una falacia”. -“Uh… uh…, (no, no) responde contrariada la nena”. -“Yo te voy a explicar”, la serena su mamá. Alusivo a esta conversación de cierre: (¿Detectaste, el sofisma –entra el Sisimite– en el ejemplo de silogismos utilizados en la conversación? -Por supuesto –responde Winston– aquí te va otro sofisma: “A los chuchos les gusta pasear, a vos también te gusta pasear, por lo tanto, sos un chucho”. -El chucho –se defiende el Sisimite– serías vos. -Por supuesto –responde Winston– a los chuchos les gusta pasear, a mí me gusta pasear, por lo tanto, yo soy chucho”. -Otro sarcasmo tuyo –comenta el Sisimite– entre sofismas, o falacias de argumento. -Sí –ironiza Winston– hay una premisa equivocada en el silogismo, y por lo tanto en el razonamiento, pero eso no quita la realidad que yo sea chucho; solo que chucho letrado y leído).

“Ay no –respondimos– ese Winston lo que provoca”. -“Ja… ja… eres tú; –otro mensaje de voz de la nena– tú eres el que me haces enojar”. “Porque Winston no habla, es usted”. -“No puede ser”, interviene la mamá. Pero ella no se deja engañar por “falacias Ad Verecundiam” (o sea la falacia que apela al respeto de la autoridad) y disiente de la mamá: “Ujum”. -¿Cómo –insiste la mamá– no es Winston el que escribe? -“No, es él quien escribe, no es Winston ni nadie, ni el Sisimite; ese Sisimite no existe”. –“¿Cómo que no existe el Sisimite, no has escuchado hablar de él? Yo te conté la leyenda de él, trata de convencerla la mamá”. -“Es una leyenda –replica la nena– las leyendas son historias, tú me lo dijiste”. -“Es cierto”, le da la razón, entre risas, la mamá. Pero ella, ya empoderada de su conocimiento, prosigue: “Winston solo es un perro; él es quien escribe”. (Hasta aquí ambos mensajes de voz). Sin embargo, aunque la tertulia pareciera insustancial, la liviandad de la forma se enriquece en lo profundo del fondo. Nada más alentador que una niña de escasos 7 años de edad, apenas cursando el segundo grado, madrugue a leer editoriales (para vergüenza del que no lee, que se quedó momificado en la ignorancia de su más primario conocimiento). Y, en amoroso diálogo con su mamá, practique la invalorable comunicación didáctica que debiese ser patrón de conducta –entre padres e hijos– en todos los hogares. Ello redime la esperanza que, quizás, la próxima horneada no sea una generación perdida.

Quién sabe si esta de hoy no sea ya irrescatable, culpa del embrutecimiento al que han sido sometidos los analfabetos del siglo XXI, que sabiendo leer y escribir nada leen y nada de ver escriben, por esa adicción –en un insaciable apetito de distracción– a los chunches tecnológicos. (Ve –entra el Sisimite– a propósito del “animus jodendi”, o como decías vos, el “espíritus jodendi” –que, leyendo entrelíneas, sirve de hilo conductor a algunas de las babosadas que conversamos– ¿habrá antecedentes? Me refiero a esa forma de distracción –dedicar tiempo a eso– ello es, pasar amolando –con lo que se dice, o se sobreentiende, o se hace, o deja de hacerse– solo por el amor al arte; por el prurito de molestar. -Hablando con el filósofo del colectivo –responde Winston–parafraseando a Lenin, de su folleto el “Imperialismo, la Fase Superior del Capitalismo”, cuenta que el comandante Sosa sacó la suya, aplicable a compañeros de viaje de su entorno: Que el “joderismo era la etapa superior del valeverguismo”).

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