¿POR QUÉ QUERÍAS DECÍRMELO?

ZV
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19 de abril de 2024
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12:01 am
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¿POR QUÉ QUERÍAS DECÍRMELO?

LA reflexión sobre el abuelo –mensaje de un fundador del colectivo– que caminó 5 kilómetros diarios; mi padre 2 kilómetros, realmente es ficción. (De acuerdo con el ciclo, que “tiempos duros crean hombres fuertes; hombres fuertes crean tiempos buenos. Pero los tiempos buenos crean hombres débiles, y los hombres débiles crean tiempos duros”). Una reflexión más realista sería: “Mi abuelo emigró desde miles de kilómetros hasta Honduras, y después de mucho trabajo, prosperó. Mi padre, con bastante trabajo, también anduvo, para que nosotros tuviéramos una cucarachita y un título universitario. Nuestros hijos estudiados en universidades extranjeras y maestrías empezaron a trabajar, manejando el vehículo de su predilección. Mis nietos no saben dónde van a vivir porque, como miles de hondureños más, ahora hasta los preparados emigran. Irse mojados es la opción de 5 de cada 10 compatriotas. Y ellos no caminan ni 5, ni 2 kilómetros, sino agotadoras distancias, arriesgando las vidas, intentando alcanzar su sueño. Si esto no cambia, no me da la imaginación para pronosticar, ni cuál será el recorrido, ni la mayúscula distancia que les toque remontar, ni el futuro de mis bisnietos”.

Una frase de Miguel de Cervantes –colaboración de la doctora amiga– “Una cosa es escribir como poeta y otra como historiador. El poeta puede escribir las cosas no como fueron, si no como deberían haber sido. El historiador debe escribir sobre ellas no como deberían haber sido, si no como fueron, sin añadir ni quitar nada de la verdad. Por lo tanto, hay que escribir como lo hace usted, a veces como poeta, a veces como historiador, dejando a la imaginación y a la interpretación los pensamientos plasmados en sus escritos”. Otro lector envía al colectivo la historia del “triple filtro” de Sócrates: “En la antigua Grecia, Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día alguien fue a buscarlo y le dijo: -¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo? -Un momento –respondió Sócrates– antes que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres tamices. -¿Los tres tamices? -Sí –continuó Sócrates– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. El primer tamiz es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad? -No, solo lo escuché. -Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el segundo tamiz, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno? -¡Ah, no! Por el contrario. -Entonces –cuestionó Sócrates– ¿quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro que sean verdaderas? Tal vez aún puedes pasar la prueba del tercer tamiz, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo? -No. -Entonces –concluyó Sócrates– si lo que ibas a contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿por qué querías decírmelo?”.

“Alusivo a mi diálogo –mensaje del buen amigo y su ocurrencia, “si supiese Winston, el personaje de ficción literaria en que se ha convertido” — pongámoslo de otra manera: El Sisimite y Winston son una proyección de la conciencia y del pensamiento del editorialista, aunque bien dice el dicho: “El mismo mico en distinta rama”. La opinión de la vieja amiga: “Para mí, el Sisimite y Winston son la realidad misma. Cuánto hemos aprendido de ellos”. (¿Qué te parece –entra el Sisimite– lo del mico en distinta rama? -En todo caso –ironiza Winston– lo del mico no es alusivo a mí. Menos mal no dijeron “la misma mona con distinta cola”. Sí –interrumpe el Sisimite– porque lo de la cola no sería alusivo a mí. -Y has comprobado –otra vez Winston– ¿si lo que te dijeron es verdad, si lo que dicen de nosotros sea algo bueno y si se trata de algo útil? -Pues –responde el Sisimite– no es ni del todo verdad, ni del todo bueno o malo, y la utilidad está en que, más bien, quien lo dijo, lo hizo como halago. -Tenés razón –suspira Winston– y como no se sabe dónde la realidad se hace ficción, y dónde la ficción es realidad, demos el comentario por bien recibido. Y si supieras las imposibles distancias que tengo que caminar, para venir a platicar con vos, a estos accidentados lugares. -Ni calcular –responde el Sisimite– lo que le tocará caminar a tu bisnieto, cuando me contagie de las olas migratorias y me mude).

 

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