Roberto Sosa: En los escombros levanté mi casa

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26 de mayo de 2024
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12:01 am
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Roberto Sosa: En los escombros levanté mi casa

Todo adagio tiene su espejo convexo y de la misma forma que todo lo que brilla no es oro, hay oro en lo que no brilla. Las página áureas harán las veces de alquimista, de orfebre. Se presentaran como minas de palabras. Su nombre evoca la primera revista literaria de Honduras: “El Guacerique” que sugería nuestro ríos de piedras preciosas. Evoca también “Oro de Honduras” las indelebles páginas de Ramón Rosa. Cada palabra de este suplemento quiere enriquecerlo. Ofrecerle al lector un tesoro. El más grande de todos. Las palabras. Cuidelas, guarde algunas para el fin de los días, otras para enfrentar los sufrimientos, use algunas como moneda de cambio para la felicidad, otras para descansar en los días difíciles, úselas como espejo, como amuleto, llévelas a la mesa del amor, enciéndalas en la oscuridad, otras sirven para viajar, para volar, para darle sentido a la tierra. Son palabras mágicas. El oro más pulido, el que no brilla.

Acercarse al más reconocido poeta hondureño, aquel que abrió al mundo las puertas clausuradas de la poesía de su país, no fue tarea fácil: Roberto Sosa se parece a uno de esos animales de monte, que en toda aproximación percibe pasos de cazador furtivo.

El escenario de este safari imaginario fue esa verde y frondosa selva de cemento armado llamada Medellín, donde se celebra desde 1990, por obra de los obstinados poetas del grupo Prometeo, el más concurrido festival internacional de poesía del mundo.

En la terraza transparente de un viejo hotel, padeciendo la indiscreción de los cerros que sitian la ciudad, puse contra la pared a ese hombre tímido, nervioso como un venado, de pocas pero muy precisas palabras, y al cabo tan cálido como pulcro.

En aquella conversación matinal renové la certeza que me asistía, desde mis años en la tierra de lagos y volcanes: en ese pequeño y empobrecido país llamado Honduras, se está haciendo la mejor poesía de América Central y una de las más altas de nuestra lengua.

En la extensión me inclino hecho paisaje, y siento, vuelta música, la sombra de una amante sepultada

a) No me ha quedado otra alternativa que seguir, al pie de la letra, los dictados de la poesía. Los comencé a percibir en la adolescencia, una vez que me separé de casa, cuando me fui a estudiar lejos. En mi desamparo, yo recitaba un poema que había memorizado y que me producía dos sensaciones: una, relativa al consuelo, pues el poema lloraba al mismo tiempo que yo; otra, relativa al encuentro con algo esencial, indescriptible, que después supe era la poesía. No me he separado de ella, porque me trae siempre un poco de paz, me libera de todo peso. Años después leí un autor que me conmovió aún más profundamente, porque me enseñó a desentrañar la malla de mis emociones: Giovanni Papini.

b) La influencia de un poeta sobre otro se parece mucho a una quemadura, que como es sabido puede ser de primer, segundo o tercer grado. Mi primera quemadura grave la sufrí, como ya dije, con Papini; pero antes había ardido con una traducción de “La oración por todos”, el gran poema de Víctor Hugo. Luego, cuando comencé a escribir mis poemas, empleé para el caso algunas lecturas de Rubén Darío y Juan Ramón Molina. Un libro que me produjo una impresión total fue Jardines interiores, de Amado Nervo; fue mi primer encuentro con un poeta completo y con un libro completo. En aquel tiempo memorizaba los textos, lo que también me sirvió para fundamentar mi personalidad poética.

c) Muy importante en mi formación fue el haber leído a Alfonso Guillén Zelaya, un poeta hondureño que pasó buena parte de su vida en México. Había en él todo un sistema temario, un discurso bien estructurado. En especial, fue una quemadura de primer grado su poema “La casita de Pablo”. Guillén Zelaya representa en Honduras el vértice del posmodernismo, el punto en que la poesía comienza a sufrir una especie de desnudez, a perder un poco de la retórica dariana volviéndose más intimista y positiva. En fin, estas lecturas de adolescencia me fueron señalando el camino a seguir, proceso que no se ve en la educación de hoy, que se ha vuelto bastante antipoética.

d) Puede afirmarse que Honduras es toda-vía un país inédito, publicar allí se hace difícil. En los tiempos en que yo me iniciaba era peor, no existían editoriales, y los libros no sólo los editaba el interesado sino que también los tenía que vender. No había un mercado para la poesía y era bastante difícil penetrar la opinión pública nacional y menos la internacional. Por consiguiente, los premios eran vistos como una posibilidad de edición, para salir adelante. Por eso tuve que recurrir a ellos. A lo largo de estas últimas décadas se han realiza-do esfuerzos notables, pero la crisis en la difusión de las letras hondureñas se mantiene estable y los premios muchas veces son los únicos que la garantizan.

e) Sí, es posible el aprendizaje de la poesía. Esta se aprende sobre todo a través de lecturas, al leer a los grandes autores y no necesariamente poetas. En mi caso, he recibido influencia de un narrador como Kafka cuyos poemas por cierto me han dejado desorientado, pues son de una oscuridad impenetrable; a Kafka en versos sólo Dios lo puede entender. Los talleres literarios podrían servir al estudio de los grandes modelos de poesía, pero de ninguna manera deben convertirse en una fábrica de poetas. Hasta la fecha, no existen en Honduras. El entendimiento de la poesía no es lógico sino profundamente subjetivo. A ti te toca un poema y no puedes decir por qué, simplemente llena un vacío en tu conciencia.

Crédito de la foto: Daniel Mordzinski

Dentro de mí se abre el espacio de un mundo para todos dividido Roberto Sosa (Yoro, 1930) es considerado, como lo evidencian los numerosos premios que ha recibido, el más importante escritor vivo de Honduras. Sin dudas se trata de uno de los poetas que cambiaron el rostro de nuestra lírica en los años 60.

Su intensa obra poética está recogida en los libros titulados Caligramas (1959), Muros (1966), Mar interior (1967), Los pobres (Premio Adonais, 1969), Un mundo para todos dividido (Premio Casa de las Américas, 1971) y Secreto militar (1985).

En 1987 vio la luz en Madrid la primera antología de Sosa, Hasta el sol de hoy. Sus poemas han sido profusamente traducidos al inglés, francés, alemán y ruso. Y además de su quehacer poético, ha ejercido la docencia en universidades de su país y de Estados Unidos. También ha desarrollado una vasta obra periodística, de la que es representativa la selección Prosa armada (1981). Ha sido director de la revista Presente y de los suplementos culturales de diarios de su país Galeras de Arte y Letras y El Ciempiés Rojo.

f) Yo me siento parte del grupo de poetas hondureños a los que se ha dado en llamar Generación de 1950. Por cierto, soy un visitante tardío de esa generación, pero me considero unido a ella en muchos aspectos. Por ejemplo, en la lectura crítica de la vanguardia y en la especie de entrada a un posvanguardismo donde la poesía asume cierta claridad, cierto reposo y un grado de oficio más logra-do. Son miembros de esa generación, entre otros poetas, Antonio José Rivas y Nelson E. Merren. ¿Conciencia de generación? Esos son términos que gustan a los profesores de literatura, quienes son en definitiva los que arman grupos, los que organizan generaciones. Yo percibo el proceso de otro modo, desde dentro.

g) Aclaro que a mí no me interesa pertenecer a ninguna agrupación sino a la poesía hondureña en su conjunto. Incluso, añadiría que me agradan más los poetas de la generación anterior a la mía, porque con ellos aprendí más y estaba menos sujeto a las agresiones. La poesía de mi país está entre las menos conocidas de la lengua, lo que no implica necesariamente la carencia de tradición y, sobre todo, de calidad. Una buena antología podría ubicar a la poesía hondureña en su sitio. Nuestro primer gran poeta es Juan Ramón Molina. Otros poetas importantes son Ramón Ortega, Claudio Barrera, Constantino Suasnávar, Rigoberto Paredes, José Luis Quesada, Clementina Suárez y Jaime Fontana.

h) Discrepo de Baudelaire en que la poesía no tiene otra finalidad que ella misma. Creo más bien que la poesía está hecha para todos, que no tiene otro objeto que servir a los demás. Un poema existe por sí mismo, muy bien, pero además es un ente comunicativo. Si no cuenta con esa capacidad de extensión, si no tiene esa virtud fundamental, no pasará de una generación a otra. Yo considero, con Williams, que escribir es sobre todo revelar. Al escribir, el poeta devela un mundo para que otro también lo vea. Esta visión te puede producir una conmoción, te puede incluso desorientar. Como alguien del centro de Honduras que lo llevan a ver el mar por primera vez y que luego no puede apartarse de

i) Todo poeta tiene su propio método de trabajo. Yo muchas veces digo o escucho expresiones que luego convierto en versos. Sucede que he copiado de mi mamá frases enteras que me han servido para elaborar un poema. Me ha pasado eso también con los niños; recuerdo que una vez una de mis hijas me preguntó: ¿verdad que los peces vuelan en el agua? Y muchos de mis poemas, a veces los mejores, han surgido de un sueño. El poema se va haciendo parte por parte, como un albañil levanta una construcción. Cuando ha sido plenamente logrado, tiene un ordenamiento melódico que te impulsa a cantarlo. Es decir, una vez finalizada su lectura, el buen poema se te queda en la cabeza como una melodía.

j) Al poema tú lo sientes antes, cuando vas a escribirlo ya tienes la forma latente dentro de ti. Entonces, en el proceso de la escritura sólo tienes que encontrar las palabras adecuadas para decir lo que el poemas es. Y cuando crees que has llegado a ese poema que te desvelaba, muchas veces te das cuenta que estás ante algo distinto. Claro, lo he experimentado con frecuencia, dicho poema puede ser reformado, porque la perfección no existe y lo mismo ocurre con la originalidad, pues la historia de la literatura es una historia de saqueos. Lo que existe es la perfectibilidad. Y, por supuesto, también existe la inspiración, que es el estado poético en toda su pureza.

k) En la época de Baudelaire predominaba cierto estado ético que influyó sobre su negación de una poesía ética. Hagas lo que hagas, siempre te preguntarás cuál es tu ética y no hablo de la moralidad, porque existe un código moral del crimen pero no una ética. De todas maneras, cualquier planteamiento ético es independiente del poema mismo. Y además se va a dar el caso de un poema escrito en 1994 que en el 2094 pueda ser utilizado con otros fines. La estructura de la sensibilidad, la mirada de la gente del próximo siglo será diferente a la nuestra; nosotros somos fatalmente gen-te del siglo XX. Pocos poemas tendrán la virtud de llegar hasta allá, la mayoría se agotará, en todos los aspectos, en diez años y formarán parte del olvido.

En una cuerda bailo hasta el amanecertemiendo cada instante la breve melodía de un tropiezo La obra de Roberto Sosa ha sido considerada por la mayoría de los antólogos que, como Alfonso Chase con Las armas de la luz (1985), han intentado ofrecer un panorama de la copiosa y singular poesía escrita en América Central duran-te las últimas décadas.Roberto Armijo, en su prólogo a Poesía contemporánea de Centro América (1983), califica la obra del hondureño de “lirismo delicado, [que] se abre camino imponiendo su magisterio en un ambiente poético todavía atosigado por la influencia de Neruda”.

Para el notable poeta y crítico, lo interesante en Sosa “es comprobar su tenaz proceso de búsqueda y depuración. Exceso en el detalle y la forma, que más tarde desemboca en una escritura más compenetrada y asida al mundo y a la historia”.

Y en su Antología de la poesía hispanoamericana actual (1987), Julio Ortega ha dicho que la poesía de protesta de Sosa “está libre de la retórica gracias a su inmediata apelación a la inteligencia del lector a través de la precisión de su diseño y a la persuasión moral de su alegato”.

l) Desde mi perspectiva, es falso que la poesía no tenga la difusión de otras épocas. Ahora ella, en sus diversas manifestaciones, se divulga más y por medios que antes no existían. Además, hoy es más difícil el reconocimiento porque hay un aluvión de poetas calificados, hay más competencia. También sucede que el poeta tiene mejores fuentes de in-formación y se están leyendo autores de otros idiomas donde antes no se cono-cían lo suficiente, como en Centroamérica. Los poetas que publican en Europa en estos momentos están siendo leídos casi simultáneamente en nuestros países. En fin, que los poetas de esta parte del mundo tenemos, en la actualidad, mayo-res posibilidades de realización.

m) Para la poesía no tengo ninguna definición personal. La poesía me parece algo sencillamente indefinible. Sé que está ahí, como el sol y la noche. Y sé además que ella lucha contra la muerte. La peor desgracia para un poeta no sería la muerte sino que su obra cayera en el olvido. ¿Los otros géneros literarios? Bueno, sólo he hecho algunos intentos de ensayos. Es que considero que todo se puede decir con la poesía. No existen palabras poéticas sino una interpretación poética de las palabras, y en el texto poético cabe todo. Una de las versiones de ese concepto plantea que se puede emplear la palabra gruesa, y algún tipo de verso ha abusado de ese lenguaje.

n) No es cierto que la poesía sea un género de juventud, que resulte imposible escribir buena poesía cuando se está viejo. Si lees a Aleixandre, este concepto queda desvirtuado. Digamos que en la juventud escribes de una manera y en la vejez de otra. Los poemas tristes predominan sobre los alegres porque el ser humano es un animal triste. Recordemos a Lorca: un poeta está más cerca del dolor que de la inteligencia. Somos básicamente personas adoloridas, y nuestro trabajo se centra en la muerte ¾y, por tanto, en la vida. Porque uno muere bien si ha vivido bien, si lo ha hecho a tenor de una conducta. Las cosas más difíciles de entrelazar son la poesía y la conducta, y si lo logras tendrás la posibilidad de negar la muerte.

ñ) A mi juicio, lo que ocurrió en Europa no fue el fracaso del socialismo sino de una determinada interpretación del marxismo. Estoy convencido de que el mismo Marx no hubiera compartido los métodos, los excesos que se produjeron. Pero todavía no logro establecer un esquema racional de lo que ha pasado. Todo ha ocurrido de una manera tan violenta que ni los mismos propiciadores se lo deben creer. Yo mantengo mi simpatía hacia la Revolución Cubana y me gustaría colaborar de alguna forma con al pueblo de Cuba. El bloqueo es una cosa vulgar, inaceptable, inhumana. El “fin de la historia” es otra ilusión propagandística, ella se sigue haciendo a sí misma diaria-mente. Puede haber países que terminaran su historia, pero nosotros no. Los hondureños apenas estamos entrando en la historia.

o) Ser hondureño significa afirmarme, cada día, como parte de un país. O sea, tener una participación para dignificarlo, hacer un trabajo que pudiera contribuir a su historia. No es fácil ser hondureño, lo reconozco. Sobre todo, es una fe, una cantidad tremenda de amor, un trabajo. Hay que ser honesto, mantener abierta la mente y estar orgulloso de nuestra tierra. Mi primer compromiso es con la poesía. No hago nada si no estoy convencido de que me mantengo dentro de sus límites. Todo lo demás es un complemento que no evado porque estoy comprometido con mi pueblo. Y no en forma abstracta, sino con ese montón de hambrientos, descalzos, humillados por la falta de justicia, por tanta traición acumulada.

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