Nuestro patrimonio e identidad cultural

MA
/
13 de enero de 2020
/
08:52 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Nuestro patrimonio e identidad cultural

Augusto Bressani y sus primeros trabajos como albañil en California a finales del XIX

Arq. Ricardo Calderón Deras
[email protected]

En las últimas décadas y a propósito de todo el trabajo que se ha desarrollado en la organización de museos, en la protección y restauración de los monumentos, en los estudios y valoración de los centros históricos en la puesta en valor de las artesanías y artes populares y en todo aquello que tiene que ver con el hombre, su entorno y sus hábitos de vida, comenzó a usarse el término identidad como expresión que resumiría las diversas características de esos aspectos, relacionados con la identificación de un grupo humano determinado.

De igual manera aparece la definición de patrimonio cultural que servirá de señal o medio de referencia al hombre para reconocerse con aquello que forma parte de su historia. O sea, que identidad y patrimonio es el resultado de una simbiosis entre el ser, su huella material y su hábitat o medio natural que funciona en dos sentidos, pues sirve para identificar a otros y para identificarse a sí mismo, lo cual, en la medida en que aprendamos a establecer una lectura correcta de ambos, estaremos capacitados para tratar, mostrar y aprovechar el patrimonio que nos identifica, libre de influencias indeseables que en la sociedad contemporánea promueven algunos medios o agencias de actividades que dejan mucho que desear.

La conciencia de reconocerse históricamente en su propio entorno físico y social, crea el carácter activo de la identidad cultural, por la acción de conservación y renovación que genera: se conserva esto porque nos reconocemos en él, se reemplaza aquello porque nos resulta carente de significado o porque la significación inicial quedó agotada con la extinción de su uso.

Sin embargo, el patrimonio cultural se enriquece por nuevos acercamientos de la colectividad a los objetos de su historia, a través de los actos en los que generaciones sucesivas se reconocen como herederas y custodias de algo realizado por sus antepasados. Lo que ayer no parecía contener un mensaje cultural, hoy es descubierto y valorado con insistencia. Hemos asistido, así, a la reconsideración de utensilios artesanales, viviendas campesinas y objetos industriales como expresión de la cultura, tan importantes y significativos, en algunos casos, como las obras de connotados creadores, y esto se debe a que el patrimonio y la identidad cultural, como cualquier otro producto de la actividad humana, no son elementos estáticos, sino entidades sujetas a cambios, condicionadas por factores externos y supeditados, además, a una continua alimentación mutua. La identidad cultural existe en el grado en que permite el reconocimiento de los objetos históricos seleccionados y que conforman el patrimonio cultural de un grupo humano, pero a la vez, es este mismo reconocimiento de ellos, en su condición de bienes culturales, lo que genera la identidad cultural.

Los fenómenos culturales tienen muchos canales espontáneos de intercomunicación, pero es una interrelación sin programas de contaminación, generadores de subproductos culturales. Comunicación es vínculo entre culturas, contaminación es copia, trasplante vacío de significado, mimetismo que repite lo externo sin asimilar lo esencial. Es en este sentido como entendemos la conservación del patrimonio cultural, para que sirva de referencia vital y cotidiana a lo que se ha dado en llamar identidad.

Estos son entre otros, los fundamentos principales a tener en cuenta para el desarrollo de un turismo cultural en Honduras, cuyas características y metas las determinen una correcta gestión, que desde el punto de vista técnico, jurídico, administrativo y financiero, se ponga en función del rescate de los valores histórico y cultural del patrimonio que forma parte de la identidad de nuestro país, acción que en la medida en que tenga en cuenta los valores ambientales, la protección de la naturaleza, del entorno que conforma el patrimonio natural de un monumento o centro histórico, será una gestión culta, que propicie la admiración y conocimiento del público nacional y extranjero, aspectos que determinarán la mayor rentabilidad de la gestión.

Imagen de la fachada frontal de la Iglesia de San Manuel de Colohete en el departamento de Lempira, terminada en 1721, actualmente en restauración y representa un patrimonio arquitectónico, paisajístico e histórico del país. (Foto Ricardo Calderón Deras, 2017).
Más de Enfoques
Lo Más Visto