Vida, ¿después de la MACCIH?

OM
/
21 de enero de 2020
/
12:43 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Vida, ¿después de la MACCIH?

El Tratado de Bogotá

Por Juan Ramón Martínez

Estoy sorprendido. No solo por la interrupción del acuerdo entre la OEA y Honduras, sino que también por las reacciones de varios compatriotas –algunos maduros y equilibrados emocionalmente– que se lamentan por el hecho, anticipando todas las desgracias. E incluso, poniendo en duda que, Honduras pueda seguir viviendo, una vez que los fiscales internacionales, abandonaron el territorio nacional.

Para colocar en perspectiva esta emotividad en que, algunos se descalifican, poniendo en duda la fuerza de las instituciones y desconociendo las raíces de la corrupción y creyendo –algunos de buena fe, frente a otros vividores de la ayuda internacional– que no podremos vivir, sin la presencia de estos profesionales que, de acuerdo a lo establecido originalmente, vinieron para apoyar y no para resolver los problemas de la corrupción.

Misma que empezó en la colonia española y que, ha crecido, en la medida en que ha aumentado el poder gubernamental, convirtiéndose sus beneficios, en la fuente de la disputa eterna entre las élites nacionales.

Hay que recordar que la MACCIH, fue el fruto de una tregua entre los “líderes de las antorchas” y el gobierno. Su finalidad fue fortalecer las instituciones para que estas –y no los fiscales extranjeros– enfrentaran a la corrupción y a los corruptos. En la práctica, aquí está el primer problema. La MACCIH, en una sociedad tan dependiente como la nuestra, en vez de apoyar, asumió el protagonismo de la función. Y el órgano nacional, en forma irregular, asumió la tarea de obedecer sus mandatos, con el mayor de los gozos. Por ello es que, la mayoría de los errores que se cometieron, fueron originados en esta relación entre subordinados emocionales y los expertos que con actitudes de colonizadores, se fueron convencidos que aquí en Honduras no hay institucionalidad; ideas y menos, personalidades dispuestas a enfrentar la corrupción. El mensaje que nos transmitieron los voceros fue que aquí, no había capacidad y voluntad para luchar contra la corrupción.

Consecuentemente solo los extranjeros eran capaces para hacerlo. Y que el objetivo para lograrlo, era emprenderla contra el Ejecutivo mismo y la clase política del Partido Nacional. Esta visión equivocada, sesgó la estrategia. Porque mientras el gobierno de Libre fue impecable y limpio, los hondureños se volvieron corruptos, a partir del gobierno de JOH. Y la táctica del espectáculo mediático; la espectacularidad instrumental de las acciones de la UFECIC y el menosprecio al fiscal general, –que siempre se mantuvo ausente e incluso incomunicado con el vocero de la misión–, produjeron una politización de sus actores, cuando la corrupción, no tiene color político; nacionalidad o sexo siquiera. Tácticamente, se equivocaron. Enfrentar anticipadamente a los diputados, destruyendo un “modelo” de hacer política que, al margen de la opinión que uno tenga, es parte del imaginario cultural político, convirtió la acción mediadora de la misión, en una amenaza. Y ante la amenaza, todos los seres humanos reaccionamos en igual forma: a la defensiva.

El peor error, sin embargo, fue la imagen que proyectó la MACCIH que, de acción de apoyo, se convirtió en la función correctora y vengativa contra la corrupción. Aunque, le conquistó algunos apoyos, –que ahora lamentan e incluso se preparan para salir a protestar, creando nuevas turbulencias que, postergarán la reconstrucción del dañado tejido político y jurídico que hemos sufrido desde la acción irregular de la reelección– afectó, profundamente el orgullo silencioso de los hondureños. Que, aunque algunos “herodianos” –así se les conoce a los judíos que se colocaban, al servicio del Imperio Romano– les respaldaron, la mayoría de la población terminó creyendo que la MACCIH nos consideraba tan incompetentes que, no tenemos siquiera el derecho de gobernarnos. Es decir que, sin quererlo; pero empujados por la prepotencia, la falta de espíritu crítico y la adulación de los “herodianos” locales, terminaron sustituyendo la soberanía popular y dañando las fracturadas estructuras de la institucionalidad hondureña.

No caben los lamentos. Ni la lucha callejera. La vida continúa. Hay que reconocer que la Fiscalía General –que fue la que hizo el trabajo que se atribuyó la misión– tiene competencias, y podemos construir, desde adentro, los mecanismos institucionales que vuelvan transparente la acción pública, tornando más vigilante a la sociedad civil y más eficientes a los fiscales que, hasta ahora, han estado trabajando para la MACCIH. ¡Hay vida después de la MACCIH!

Más de Columnistas
Lo Más Visto