Que imiten a “Pepe” Mujica

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24 de enero de 2020
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12:05 am
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Que imiten a “Pepe” Mujica

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Josè “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, se ha convertido en el icono polìtico preferido por las clases medias, merced a su imagen de hombre frugal, que ha renunciado a las delicias materiales para vivir como un menesteroso de la polìtica. El exguerrillero tupamaro representa el nuevo sìmbolo de la indocilidad que tanto gusta a la gente en esta era del consumo masivo y de la gran maquinaria mediática fabricante de mitos modernos. Es el mismo caso del “Che” Guevara, cuya estampa comercial aparece, tanto en playeras, como en parabrisas de los buses colectivos.

La necesidad de encontrar un político honorable en medio de este pajar de mentiras institucionalizadas, se ha vuelto una necesidad axiológica difícil de satisfacer. Es aquí donde entra “Pepe” Mujica con su apariencia de abuelito bonachón, que extasía a la clase media hastiada de tanta corruptela que ha emponzoñado a las instituciones del Estado.

La fe en ver a la polìtica libre de ladrones, no ha desaparecido del todo en América Latina. Seguimos en la búsqueda inalcanzable del “hombre justo” que, como los de antaño, reflejaban virtudes que se fueron desvaneciendo con el pasar de los años. Pero todo se fue al carajo: el Estado y la política se convirtieron en un medio de enriquecimiento ilícito, menos que en un fin que busca la suprema exaltacion del ser humano.

Personalmente desconfìo de esas modas que las multitudes resaltan con millones de “Likes” en las redes virtuales; sospecho de todo lo que se torna predilección de consumo popular, como si se tratara de las películas de Marvel o de “Rápidos y furiosos”, que no exigen demasiada reflexiòn socrática.

El fenómeno de “Pepe” Mujica es de los más vistos y seguidos en América Latina. Sospecho que la gente suele darle “likes” por pura inercia irreflexiva, embobada por la templaza exhibida por el exmandatario uruguayo, como nunca antes se había visto en Amèrica Latina.

Pero no todo es color de rosa. Según sus críticos, Mujica solía explotar en cólera cuando la gente no se alineaba con sus programas de gobierno; pero más allá de eso, su gestión no dio los resultados ofertados en la campaña política, cuyos ejes en materia educativa, seguridad y medio ambiente, quedaron como programas importantes pero no urgentes. Lo que sí sabemos, es que su estilo representa lo que las masas buscan en una personalidad pública, ya sea que se trate de valores -más o menos aunténticos-, o de un show promovido por la propaganda mediatica. Mujica se encarga de lo primero, y los “mass media” de lo segundo. La gente hace las veces de caja de resonancia, repitiendo lo que los medios machacan con vehemencia.

Eso sí: en el invierno de su vida, no habría razones para pensar que Mujica exhibiese un trastoque en su cordura, pues ha tratado de quedar bien con todos, hasta con los homosexuales, los proabortos y los mariguanos, que le aman por haber legalizado el matrimonio gay y el consumo de la yerba.

Al final de cuentas, se trata de un político más del montón, excepto porque exhibe costumbres raras que todos quisiéramos ver en nuestros funcionarios públicos, es decir, que se muevan en una “cucarachita” VW y que vivan cerca de los bordos periféricos, en una casita de desechos reciclados. Mientras esperamos por la asepsia total de la política, no queda otra que alabar a esa “rara avis”, única en su especie, elevada a la categoría de dios supremo de la honradez y la justicia, y para ver si nuestros políticos se animan a imitarle, aunque sea de “mentiritas”, en las campañas electorales.

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