BREXIT, CELEBRACIONES Y VELADORAS

ZV
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1 de febrero de 2020
/
12:31 am
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BREXIT, CELEBRACIONES Y VELADORAS

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

EL bombástico primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, se salió con la suya. Ayer una buena parte de los ingleses celebraron el Brexit. La salida como socios de la Unión Europea. Brexit botó dos gobiernos. Primero el de David Cameron quien convocó a los ingleses a la consulta, apostando todo su prestigio a la permanencia del país en la Unión Europea. El inusitado resultado –un 51% de los ciudadanos votaron en el referéndum por salirse del bloque– lo agarró con los calzones en la mano, totalmente desprevenido. Deslegitimado por la votación, renunció al cargo. (Allá los que pierden, renuncian, para dar paso a otros, con mayor credibilidad, para que conduzcan los destinos del partido y del país por nueva ruta). Los conservadores se atrincheraron alrededor de Theresa May –partidaria también de continuar en la UE– con el mandato de negociar un acuerdo de salida con Bruselas. No pudo. Todo acuerdo que negociaba se lo tumbaban en el Parlamento. Vencida, después de varios intentos, ya sin el apoyo de su partido, dimitió.

Las opciones eran, una salida de la UE con un acuerdo –que ofreciera amortiguar los efectos negativos de la ruptura– o una salida brusca sin arreglo ateniéndose a las consecuencias de la tempestuosa terminación. Cuando Boris no pudo conseguir apoyo parlamentario a su estrategia de salida se la jugó con nuevas elecciones. Al veredicto popular apostó su cargo y el liderazgo dentro de su partido. Contra todo pronóstico barrió en las elecciones. Con un impresionante incremento de asientos en el Parlamento para los conservadores, Boris consiguió rápido apoyo a su plan de salida. Pero se trata de una aventura con la voluntad de la gente dividida. Aún el día de hoy, el país se encuentra partido a la mitad en su criterio sobre si la salida de la Unión Europea reporta más ventajas al Reino Unido y a sus ciudadanos, que seguir adentro. Lo que suceda de ahora en adelante es como tirar una moneda al aire. Nadie con certeza puede predecir si a los ingleses les irá mejor o peor de lo que fue su vida como socios del club. Aunque el término histórico es un concepto depreciado –si tantos lo utilizan para calificar cualquier evento intrascendente– no hay duda que este Brexit sí es histórico. Marca el revés de una integración de economías y de mercados tejida con escrupuloso cuidado por los europeos a través de los años. Para enfrentar como bloque –más fuerte que las individualidades– los desafíos de la globalización y la competencia de otras grandes potencias. Contempla libre tránsito de mercaderías, de personas, como salvavidas financieros en los apuros, pero cediendo al grupo autonomía propia en las decisiones. La política monetaria y financiera está supeditada a la suerte de todo el bloque. Los más fuertes ganan los más débiles pierden. El Brexit, si bien recuperan independencia en la toma de sus propias decisiones y se erigen otra vez los límites fronterizos, es un albur.

Para la mitad de los ingleses –incluidos muchos jóvenes que se sentían europeizados– el denominado “día de la independencia” no fue una celebración. Más bien un hecho triste que deplorar. Para la otra mitad sí lo fue. Boris Johnson –mientras multitudes alborozadas en las calles festejaban el portazo a sus socios europeos– manifestaba que se trata del “amanecer de una nueva era”. Sin embargo, en Escocia no hubo celebración. Más bien un grito por separarse del Reino Unido. La indignación simbolizada con candelas “veladoras”. Acarician la posibilidad de otra ruptura. Resurge el movimiento secesionista. Con el Brexit, además, se calienta otra frontera. Entre Irlanda del Norte que aún pertenece al Reino Unido y la República de Irlanda, miembro de la Unión Europea. A partir de ahora, vuelven a activarse los controles fronterizos. Además, se avivan otros temores: “El Acuerdo de Paz del Viernes Santo, firmado en 1998”. Romper ese acuerdo podría revivir rencillas entre unionistas y republicanos o protestantes y católicos. Esta frontera caliente fue la piedra en el zapato durante las negociaciones del Brexit. Otra cosa –que dependerá de cómo le vaya a la Unión Europea con la ruptura– es si otros países miembros del bloque quieran seguir por esa ruta.

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