Una edición limitada

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5 de febrero de 2020
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12:29 am
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Una edición limitada

El miedo… también es viral

Por José María Leiva Leiva

En plena celebración de año nuevo, llegaron a mi correo dos maravillosos videos alusivos a la educación, a la cultura, a la forma de vida de un pasado glorioso y ejemplar que vivimos todos aquellos que hoy tenemos el cabello plateado y la tez curtida por el paso del inexorable tiempo. En el primer caso, nuestro interlocutor, copa en mano manifiesta: “Yo quiero proponer un brindis, por la generación de los que ya tenemos unos 50 años o más. Somos la última generación que escuchaba a sus padres, a sus tíos, a sus abuelos”.

“Somos la generación que respetábamos a los que peinaban canas, y no digamos a los profesores. Nosotros atravesamos la era del rock, vivimos los inolvidables 80’s, no habían seguros médicos privados, jugábamos en las calles, teníamos tres meses de vacaciones. Si había un vecino regando la vereda, decíamos: “Señor me da un poquito de su agua”, y tomábamos agua de ahí, no nos contaminábamos, somos una edición limitada, somos los últimos elegantes, y nos estamos yendo”.

“Somos los que no nos vestimos con pantalones rotos, porque para nosotros eso es pobreza, aunque ahora sean los pantalones más caros, entonces suelo decirle a la gente, nos estamos yendo y tienen que aprovecharnos, aprender de nosotros, porque muchos no estudiamos más que primaria y secundaria, y somos gente educada, honrada, trabajadora, de principios. Somos los que íbamos en el camión y subía una señora, una dama, y nos poníamos de pie inmediatamente. No somos hijos de papi con más de 25 años y con carreras profesionales en escuelas privadas que dependemos de nuestros papás… “si acá no va a estudiar, entonces a trabajar”, era la regla.
“Sabíamos cómo enamorar, a nosotros nos enseñaron que no importaba ser lindos, que al fin y al cabo, “verbo, mata a galán”. Nos tocó tener principios y respeto, y pasaremos a la historia como una generación humana y con valores, así que brindo por nosotros, por todos esos que a lo mejor no entendemos demasiado de tecnología.

Que llegamos tarde a todos los botones del control remoto de la tele, los que no sabemos mucho de aplicaciones, pero sabemos de honradez, de valores, y que no nos avergonzamos de mencionar a Dios”.

“Sí, Brindo por aquellos que celebramos una vieja película de Cantinflas, y nos encanta el humor que sin necesariamente ser ácido, o con doble sentido, nos hacía matar de risa a toda la familia. Somos la generación que mirábamos “Bonanza”, “El Gran Chaparral” o simplemente, “El Chavo del Ocho”, y la pasábamos bien, éramos felices, la generación que no conoció internet, la generación que no tenía tablet, ni dispositivos móviles, y sin embargo nos poníamos felices porque hoy daban una de convoy”. En el segundo video, la pintora y poeta mexicana Marisela de la Toba, dice: “Hoy, para sobresalir, todo es válido”. “El aprecio por lo inusual es la norma, no lo que inspira, sensibiliza y alimenta el alma. Damos valor a los antivalores. Hace tiempo, cuando le preguntamos a alguien, cuál era el propósito, o el significado del arte, ya sea música, poesía, escultura, las personas decían sin titubeos, la belleza. Hubo una época en que considerábamos que la belleza tenía un valor, le otorgábamos un valor tan importante como la bondad, la generosidad, la justicia o la honestidad. Hoy en día, la belleza dejó de tener esa relevancia y dejó de ser importante”.

“Poco a poco el arte se empezó a utilizar para perturbar, molestar, inquietar, estrujar, para enajenar el alma o para romper las normas, para esto se sacrificó la de belleza y con un alto costo en la originalidad y la creatividad, el que más perturbe, el que más inquiete, el que más normas rompa se lleva el premio, porque el arte se redujo a un simple medio de expresión individual, inflado, mimado y promovido por un medio capitalista irresponsable. No solamente la pintura, la poesía ha hecho culto a la fealdad, también la arquitectura y la escultura parecen estar vacías, indefensas y sin almas, y no solo el medio físico, sino lo que nos rodea se ha vuelto feo”.

“También lo son el lenguaje, nuestra música, y las relaciones interpersonales. Nos hemos vuelto egoístas, egocéntricos y vulgares. Los buenos modales y el buen gusto ya no tienen un lugar predominante en nuestras vidas, y lo que llamamos arte ahora grita y promueve en una sola palabra: Yo, mi vida, mis gustos, mi dinero, mis ganancias, mis propiedades, mis intereses, mis deseos y mis placeres. Y parece que el arte nada tiene que decir al respecto, guarda un profundo silencio, hasta parece condescender y decir: Sí llénate, satisfácete”.

“Estamos perdiendo belleza, y con ello corremos el riesgo de perder el significado de la vida, ahogándonos en cosas con poco significado y de ideas superficiales. Por ello, soy una convencida que si volvemos a abrir la puerta a la belleza, a la lectura profunda, al reconocimiento de la buena música, a la poesía, a la contemplación de la naturaleza, y toda la belleza que esta ofrece, y esculpimos el mundo y lo tratamos como nuestro hogar, algo cambiará también en nuestras vidas y en nuestra relación con los otros”. Definitivamente, “somos una edición limitada, somos los últimos elegantes, y nos estamos yendo”.

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