Inversión, crecimiento y bienestar

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29 de febrero de 2020
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12:06 am
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Inversión, crecimiento y bienestar

Por: Julio Raudales

Es natural que los seres humanos no tengamos tan buena memoria como para recordar lo que nos pasa cada cierto tiempo, sobre todo en cuestiones tan “burdas” como la economía.

El afán por lo inmediato, los problemas cotidianos, la incertidumbre y la necesaria búsqueda de la convivencia adecuada, nos hacen olvidar fácilmente, por ejemplo, que, en 2010, 2014 y 2017, los medios de comunicación nos inundaron con la buena noticia de que habíamos firmado, en apenas 10 meses de gobierno, un nuevo acuerdo con el FMI y que esto mejoraba notablemente las perspectivas de país. Que Moddy´s y S&P nos mantienen la calificación de riesgo y tantas otras.

En lo personal, me encanta tomar tiempo para ir a la hemeroteca y constatar ese casi perpetuo “Deja vu” que nunca deja de impresionarme.

Hace un par de días por ejemplo, constaté que justo a mediados de agosto de 2007, o sea en su segundo año de gobierno, el presidente Zelaya explicaba con optimismo ante los medios, que nuestra situación macroeconómica estaba consolidada, que la inflación, el déficit fiscal y el ahorro, habían alcanzado niveles históricamente positivos (LA TRIBUNA, 18 de agosto de 2007) y que por tanto, tocaba trabajar duro para que los beneficios de la “macroeconomía se reflejen en la microeconomía”. ¡No es posible -decía en tono extático- que tengamos tanta liquidez en la banca y nuestros pequeños empresarios continúen pagando una tasa de interés tan alta! ¿Deja vu?

Pareciera que el problema de las tasas de interés elevadas y las dificultades que genera su persistencia, son el principal impedimento para que nuestros emprendedores, especialmente los pequeños y medianos, tengan los incentivos adecuados para acrecentar sus negocios y con ello generar empleo y prosperidad en el país. Algo de ello hay.

Pero vale la pena hacernos algunas preguntas: ¿Es la tasa de interés el principal determinante de la inversión en Honduras?, ¿puede manipularse la tasa de interés o cualquier precio de mercado mediante un decreto o un llamado al sistema financiero para que bajen?, ¿por qué siguen tan elevadas a pesar de la enorme cantidad de dinero que acumulan los bancos?, ¿no será que la tasa de interés no es exógena, sino que obedece a ciertas condiciones especiales?

En una columna anterior “El aceite que mueve la máquina” intenté dar respuesta a algunas de estas preguntas, pero vale la pena examinar detenidamente algunos elementos adicionales.

La evidencia empírica muestra a lo largo de la historia, al menos en los últimos dos siglos, que existe una firme correlación positiva entre la inversión y el crecimiento. Esto implica por supuesto, la necesidad de que la sociedad destine una parte de los recursos que obtiene, ya sea de la naturaleza o de su acervo intelectual, al ahorro, para que mediante su adecuada utilización se genere la riqueza que garantice el bienestar futuro.

Para quienes estudian y buscan el desarrollo social y el bienestar económico, es decir, para académicos y políticos responsables, resulta impostergable generar los incentivos necesarios para que la población ahorre e invierta con miras a acrecentar su riqueza futura.

Un señor muy sabio llamado James Tobín, quien ganó el Premio Nobel de Economía en 1981, precisamente por sus aportes a esta temática, estableció en su “Teoría Q”, que las principales razones para que los empresarios decidan invertir, están ligadas a la llamada “productividad marginal del capital” y que a esta la definen fundamentalmente, el precio de los bienes que se quieren producir, el nivel de impuestos, la tasa de interés, la forma en que se deprecian los activos de la empresa y el costo de los insumos, entre otros.

Un aumento en el precio de los insumos, por ejemplo, desincentiva al inversionista aunque la tasa de interés baje, lo mismo pasa si se produce un aumento abrupto en el cobro de impuestos. Ahora, si aumenta el precio del bien que las empresas producen, por ejemplo, los bienes de exportación, los empresarios querrán producir más y estarán dispuestos a endeudarse para invertir.

Por supuesto que una tasa de interés más baja es una adecuada señal, pero como me referí anteriormente, no solo basta que aumente el ahorro para que esta sea menor, es necesario que existan incentivos, como la seguridad y la buena gobernabilidad y derechos de propiedad bien definidos.

En resumen y siguiendo los consejos de Tobín, es necesario desarrollar una serie de elementos adicionales al estímulo del sector financiero para asegurar la confianza de los emprendedores y de esta forma lograr que haya más empleo y bienestar para miles de personas que están esperando una oportunidad para incrementar su nivel de vida.

Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

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