Una visión del acto de gobernar

OM
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17 de marzo de 2020
/
12:31 am
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Una visión del acto de gobernar

Miramonte

Gobernar una nación no tiene otro objetivo más que mejorar la calidad de vida de su población, lo que se consigue mediante el progreso general.

Pero el progreso general es la suma de los progresos individuales de todos y cada uno de los habitantes.

De ahí que gobernar es hacer que cada ciudadano sea capaz de progresar individualmente.

¿Cómo se hace?

En primer lugar, el individuo debe prepararse, capacitarse para poder enfrentar los retos de su tiempo, lo que se consigue mediante una educación de excelencia; que le inculque principios, conocimientos y habilidades creativas que le permitan valerse por sí mismo.

En segundo lugar, debe hallarse en condición somática y mental apta.

El tercero lo determina el entorno. Esto significa poder contar con una infraestructura adecuada, como son: un efectivo estado de derecho, buenas comunicaciones, servicios públicos eficientes, abundante y competitiva energía eléctrica, acceso a financiamiento y la mínima burocracia posible.

Así pues, el progreso de un pueblo pasa por una educación de primera, diseñada para que el ser humano se supere integralmente; todo lo demás es consecuencia de ella.

Si esas son las condiciones que necesita un pueblo para mejorar su calidad de vida, eso es lo que un gobierno debe proporcionar al pueblo; algo nada difícil de lograr.

El problema que enfrentamos es que elegimos para que nos gobiernen, a gentes que han sido incapaces de progresar individualmente, o sin las condiciones exigidas en el segundo punto. Y con esos, no es posible crecimiento alguno.

Ahora bien, mientras los países del primer mundo se educan para desarrollarse y vivir cada vez mejor, y nosotros continuamos recibiendo la misma inútil formación, para vivir cada vez peor, ¿qué nos queda a los que habitamos este discriminado tercer mundo?

Pues se nos presentan dos opciones. La primera es aprender a elegir bien los gobernantes; y la segunda, invadir al primer mundo para disfrutar un poquito de su prosperidad.

El colmo es que aún los emigrados, que han tenido la oportunidad de experimentar la prosperidad extranjera, quieren seguir eligiendo a los mismos fracasados de siempre.

Carlos E. Ayes
Tegucigalpa, M.D.C.

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