Pasar las pruebas

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25 de marzo de 2020
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12:40 am
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Pasar las pruebas

Marzo de mujeres

Por Carolina Alduvín

En estos momentos de crisis sanitaria global, debemos considerar que estamos a prueba, cada uno como individuo, como sociedad de acuerdo al respectivo nivel de organización y, como humanidad, quizás con las excepciones de pocos y pequeños grupos aislados en profundas selvas o comunidades del Ártico, sin contacto con lo que llamamos civilización. Es posible que este sea el mayor reto que haya visto nuestra generación y quienes nos acompañan; todos esperamos volver pronto a lo que hasta ahora llamábamos normalidad, quizá eso, tal como lo conocimos, no vuelva a ser en lo sucesivo.

Como individuos, nuestro deber es esforzarnos por ser cada día mejores, la autosuperación es indispensable para evolucionar como sociedad, si bien no suficiente, por algún punto hay que comenzar. Ahora que vemos cuán vital es respetar las normas, por mucho que nos desagraden, o prefiramos hacer las cosas como de costumbre nos ha venido en gana. Igualmente, las autoridades, que por ahora han tenido que actuar coercitivamente, en lugar de haber sabido ser previsoras y tapar el pozo cuando ya se ha ahogado el niño. Me refiero a haber permitido el ingreso de personas provenientes de países donde ya el número de sospechosos y contagiados era alarmante, sin aplicar ningún tipo de cuestionario o, mucho menos alguna forma de tamizaje, si en ese momento no se tenía alguna forma de prueba diagnóstica.

En escala global, el sistema de Naciones Unidas también reacciona hasta que las cifras ya son escandalosas en diferentes países; se dice que, la OMS se dejó presionar por distintos sectores económicos, para dilatar una declaratoria de pandemia que, oportunamente hubiera frenado significativamente los contagios tanto interpersonales como internacionales. Al no ser hora de llorar sobre la leche derramada, además de las ineludibles reflexiones en los planos personal, social y global, no está de más señalar pautas generales a tomar en cuenta para emergencias sanitarias o de otro tipo que previsiblemente habrán de venir.

Estamos presenciando cómo, en nombre de detener los contagios de algo, cuya tasa de mortalidad es muy baja –pese a que aparentemente es un reguero de pólvora– se han echado por tierra garantías constitucionales, tales como la libertad de circulación y de reunión. Se está pisoteando el derecho a ganar decente y honradamente un medio de subsistencia, en especial para todos aquellos que viven al día, dependiendo de lo poco o mucho que logran vender en cada jornada. Quedarse en casa y subsistir sin problemas es privilegio de pocos. Ignoramos a qué grado exista solidaridad entre los que pueden hacerlo y quienes carecen de tal prerrogativa, es nuestra prueba como sociedad, tender una mano a quienes necesitan, hoy y siempre.

Si esta pandemia no nos aniquila físicamente, lo cual es altamente probable si nuestro sistema inmune funciona a cabalidad y nos cuidamos de seguir todas las indicaciones –que ya nos tienen saturados– enfrentaremos las consecuencias de los efectos económicos mediatos e inmediatos que implica, por seguridad, haber detenido las actividades productivas en forma casi absoluta, bajarán las recaudaciones de impuestos, las condonaciones o aplazamientos para cumplir con obligaciones financieras y pagos a plazos. El simple hecho de pensar en los trastornos del orden de nuestros ingresos y egresos, puede enfermar en el plano psicológico o psicosomático a muchos, especialmente a quienes no tienen las necesarias previsiones, ni el apoyo de las autoridades, como lo estamos viendo en los países vecinos.

Es probable que, en lo sucesivo, los ciudadanos tengan que elegir entre privacidad y salud. La elección no debería tener lugar, podemos y debemos disfrutar tanto de privacidad como de salud, podemos elegir proteger nuestra salud y detener esta epidemia y las que vendrán, no instituyendo regímenes de vigilancia totalitaria, como podría concluir y aprovechar un gobernante antidemocrático, el camino es el empoderamiento de los ciudadanos. Lo que nos lleva a la clásica y poco implementada recomendación de elevar el nivel educativo de la población, mantenido bajo por los intereses creados, aunado a la incapacidad de los gobiernos de turno. Es crucial, ahora que se ha visto la necesidad, de dar mayor importancia y recursos a los científicos que a los futbolistas y otros personajes de farándula.

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