La tempestad desenmascara

OM
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1 de abril de 2020
/
12:41 am
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La tempestad desenmascara

Infraestructura resiliente ante desastres

Por Álvaro Sarmiento

Especialista Internacional
en Comercio y Aduanas

El viernes pasado, millones de personas en todo el mundo, frente a las pantallas de nuestros televisores o celulares, fuimos testigos de una escena especial y profundamente entrañable, un anciano de 83 años, caminando solo y bajo la lluvia de la ciudad de Roma, en medio de la Plaza de San Pedro. El paso de un hombre cojeando y necesitado de ayuda para subir unas escalinatas, pronunciando unas palabras que al inicio de su meditación sonaron como preámbulo a una obra dramática: “Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades”.

No se trató de un discurso o sermón, más bien parecían como las palabras testamentarias de un padre, que sabe perfectamente cuándo tiene que levantar la voz sin necesidad de gritar para dejar un importante legado a sus hijos.

Aunque habló mucho más con sus gestos, el momento de diálogo con nuestra Madre, y con ese Señor Crucificado, representado en esas imágenes y el momento culmen, la bendición con el Santísimo Sacramento teniendo como eco las campanas del Vaticano, sus palabras tienen mucha profundidad y eco.

Rápido llegó al punto: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”. Y es que a lo largo de nuestra vida luchamos para construir verdaderos bunkers materiales que nos brinden un sentido de seguridad. Por eso a veces un simple cambio de planes, o falta de acceso a Internet causan verdaderas tragedias familiares, los humanos queremos tenerlo todo bajo control. Tarea imposible.

El Santo Padre, marca un camino: “Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti”. En esta cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, “volved a mí de todo corazón”. El Papa Francisco no nos llama a la inacción del que espera del milagro que acabe con la pandemia. El trabajo científico para llegar a la cura/vacuna no se nos ahorrará desde las alturas. La conversión no requiere salir a la calle, más bien, tiempo de examen.

En su oración persona, nos comparte “…Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección… el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.

Hace una referencia obligada de agradecimiento a ese ejército de héroes anónimos en hospitales, carreteras, supermercados, etc. “Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas”.

Y nos termina empujando al servicio solidario, desde donde estemos, “el Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza, capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar”.

La tarea de reconstrucción de nuestra sociedad será compleja, ardua y larga, preparémonos aprovechando estas semanas de confinamiento. Creciendo hacia adentro. Al lado del Papa que nos habla sin tapaboca y nos abraza sin guantes.

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