Marzo, ¿el idus de los caudillos?

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25 de abril de 2020
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12:06 am
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Marzo, ¿el idus de los caudillos?

Por: Arístides Mejía Carranza

Tiburcio Carías, Modesto Rodas Alvarado, Roberto Suazo Córdova, Carlos Roberto Reina y Carlos Flores nacieron en marzo. Marzo no es definitivamente un destino, es un inicio para estas vidas de hombres que influyeron o marcaron la historia hondureña, unos como caudillos, otros como demócratas modernizadores.

Octavio Paz escribió cosas interesantes sobre la figura del caudillo, tan latinoamericana, habló del caudillo como patriarca que en principio protege, es bueno, poderoso y sabio, también nos habló en sus libros al igual que lo hicieron García Márquez (El Otoño del Patriarca), Alejo Carpentier (El Recurso del Método), Miguel Ángel Asturias (El Señor Presidente) y Vargas Llosa (La Fiesta del Chivo) sobre una faceta menos simpática del caudillo que se aferra al poder, favorece desmesuradamente a su entorno y que constituyéndose en remedio a la inestabilidad generada por la falta de institucionalidad, crea una legitimidad supra-personal que a su vez vuelve a generar inestabilidad hasta enredar su propia sucesión.

Claro que cada país o cultura tiene su propio modelo de hombre de poder extraído de su historia e idiosincrasia o: ¿acaso no vemos en Putin a un moderno zar, en Xi Jinping un mandarín y en Fidel Castro un caudillo marxista?

El Idus de Marzo, libro escrito por el expresidente Carlos Flores, es un importante relato de acontecimientos que no aborda el tema del caudillismo como tal, pero nos revela la fuerte impronta que en la historia reciente de las 4 últimas décadas -desde la adopción de la actual Constitución- ha dejado este político de transición al liderazgo moderno en la cual le tocó actuar a veces frente al escenario a la luz del día y otras detrás del telón en los entresijos del ejercicio del poder.

Carlos Flores ha sido indudablemente intérprete brillante de su tiempo y de su pueblo. Solo así se explica que pueda permanecer vigente más que ningún otro, como hombre de influencia política. No ha necesitado para ello transgredir el mandato que otorga la Constitución y actuando en los límites del sistema de democracia liberal que él mismo ha contribuido a construir, no ha desaprovechado todos los espacios libres que le permitieron hacer su estrategia y maniobra política utilizando proverbialmente todas las herramientas de su arsenal: el discurso y la persuasión, pero igualmente la presión y la insistencia a los que él denomina amigos irredentos.

Para tener esta clase de influencia hay que ser determinado, pragmático y serio para ser creíble.

Y esto queda claro en las tantas negociaciones realizadas para alcanzar acuerdos con las contrapartes más diversas. Todo ello ocurría desde que fue diputado, ministro, presidente del Congreso y luego al encabezar un gobierno en donde se puso a prueba su habilidad para lograr el rescate de la mayor catástrofe que se abatió sobre Honduras, concitando confianza nacional e internacional para que los hondureños armonizados por su política se pusieran de pie y pusieran en marcha al país después de la muerte y destrucción causadas por el gran huracán, pero igualmente en sus escritos resalta su afán por afianzar el poder civil frente al poder militar imperante que requirió de auténticas maniobras tras bastidores, está también plasmada aquí su convicción constitucionalista y tantos otros episodios de nuestra caótica historia.

Dos constantes: su idea de la estabilidad del sistema y la creación de un “establishment” hondureño a falta de institucionalidad y caudillo, para que todo funcione.

Cuestionado por sus críticos que ven en él al representante político del status quo, olvidando convenientemente que su gobierno aprobó medidas y reformas para todos los sectores sociales, se refieren exclusivamente a su visión actual, como si una persona no fuera la acumulación de experiencias, de tiempos y realizaciones a ser juzgadas hasta el final y con la retrospectiva suficiente. A casi 20 años de haber dejado el poder, en un contexto diferente, el de un país venido a menos, degradado institucionalmente, dividida la sociedad, inestable políticamente, en donde el espectro se polarizó ideológicamente y renació la pesadilla caudillista en su más crudo ruralismo y con el Partido Liberal disminuido, los referentes y por lo tanto las escogencias tienen que ser forzosamente diferentes, en política mandan las circunstancias y esto admite varias interpretaciones.

No soy yo por supuesto quien deba hacer estas interpretaciones o justificaciones si hubiere que hacerlas, ni es materia del libro, en todo caso le tocará a él explicar estas vicisitudes en la siguiente entrega de esta crónica, por ahora parcial de su larga vida política.

No quiero terminar sin antes comentar su estilo: me refiero a la forma de expresar y organizar sus ideas, buscando decir lo más sin hablar de nadie en particular, sin descalificar, sin siquiera mencionar nombres. No nos deja descubrir su análisis ni su verdadera opinión sobre los hechos o personas, por ello el relato puede ser más objetivo, en cambio nos deja a nosotros los lectores, hacer el ejercicio mental de los japoneses, de buscar la respuesta no en lo que se dice sino en lo que no se dice.

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