LA OSCILACIÓN ENTRE DOS EXTREMOS

ZV
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1 de mayo de 2020
/
12:47 am
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LA OSCILACIÓN ENTRE DOS EXTREMOS

BRASIL, aparte de México –donde AMLO al inicio de la pandemia motivaba a los mexicanos no prestar atención a la amenaza, excitándolos que podían abrazarse, besarse, comer en el mismo plato– ha sido otro caso donde el gobierno ha desoído las advertencias de los organismos mundiales de la salud, que recomiendan aislamiento, protocolos de bioseguridad, distanciamiento social, para evitar el contagio. México ya entierra 1,732 fallecidos por la enfermedad, mientras las críticas escalan contra el tabasqueño por su obstinado capricho de negar lo obvio. No ha logrado poner en marcha un plan para acolchonar el desplome de las empresas ni asignar recursos suficientes a paliar el brusco jamaqueo que sufre la economía. Tercamente se aferra a su política de ahorro, mientras otros gobiernos –incluso los Estados Unidos donde POTUS al inicio tampoco daba indicios de asimilar la gravedad de la pandemia– lanzan salvatajes financieros, inyectan millonarios recursos al mercado para mantener empleos y evitar la debacle económica.

LA OSCILACIÓN ENTRE DOS EXTREMOS

Buscando la reacción presidencial un periodista preguntó sobre los 400 fallecidos en un día, ya los muertos por coronavirus suman 5,000 en Brasil. “¿Qué quieren que haga? –respondió Bolsonaro, aludiendo a su segundo nombre– soy Mesías, pero no hago milagros”. “Así es la vida”. “Mañana seré yo”. “Lógicamente el virus va a afectar al 70% de la población, es infelizmente una realidad”. Una encuesta reciente revela que la aprobación de la gestión del presidente ha disminuido a un 33 por ciento, en medio del enfrentamiento a la pandemia de COVID-19. Sin embargo, lo anterior es apenas una parte de los problemas que enfrenta su gobierno. Dos de sus influyentes ministros han renunciado. El de Sanidad, un férreo partidario de las medidas de confinamiento que han sido repetidamente despreciadas en público por el mandatario ultraderechista. Ahora el ministro de Justicia y Seguridad Pública –el juez que persiguió la causa contra Lula por el escándalo de Lava Jato–quien ha denunciado lo que a su juicio son “los verdaderos motivos de destitución del jefe de policía” ordenada por la casa de gobierno. El Tribunal Supremo, a instancia de la Fiscalía, “ha iniciado una investigación contra el mandatario por coacción, prevaricación, obstrucción de la justicia y corrupción pasiva”. Hay que recordar que Bolsonaro alcanzó el poder como adalid de la lucha anticorrupción. O sea, no sería “a dos puyas no hay otro valiente”, cuando en este caso serían tres puyas.

Los efectos de la pandemia del coronavirus en la población y sobre la economía, la crisis política a lo interno de la administración con la renuncia de dos ministros relevantes, y el frente judicial que vendría a minar seriamente la credibilidad de su gestión. En Brasil la travesura de los políticos es sorprendente. Con un juicio político destituyeron a la heredera de Lula. Más tarde el Congreso destituyó al diputado presidente de la cámara –por cuestiones ligadas a supuesta corrupción– que impulsó el juicio contra la Rousseff. No tomó mucho para que la justicia iniciara persecución a Michel Temer, el sustituto de Vilma, también por el mismo escándalo de Lava Jato. La candidatura presidencial de Lula, desde la cárcel, sufrió la inhabilitación y el pueblo hastiado de tanta podredumbre, votó por el ultraderechista Bolsonaro. Para los gustos, allá tienen la oscilación –entre la izquierda y la ultraderecha– de los dos extremos del espectro populista latinoamericano.

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