“La compañía de hierro”

MA
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29 de mayo de 2020
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12:25 am
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“La compañía de hierro”

Juan Ramón Martínez

Una de las primeras cosas que he aprendido es, no aceptar como verdad, lo que carece de pruebas. Y la segunda, es que la autoridad, el cariño e incluso la edad, no es sufi ciente para aceptar como verdad todo lo que me dicen. Hoy, miércoles cuando escri-bo este artículo, un amigo respetable y al que admiro mucho, me manda una nota en donde el doctor Reyes Mata que organizó, con muy malos resultados, un foco guevarista en el Patuca en 1983, aparece como compañero de Ernesto Guevara en su última batalla en Bolivia. Le pregunto por la fuente y me dice que es una publicación de la UNAH. Y cuando le interrogo sobre el autor, me dice que es un seudónimo. Como no creo que el padre Juan Ángel López haya inventado el compromiso con la verdad y sus benefi cios, le digo que buscaré la confi rmación.

Pero no todos actuamos así. Hay muchos que creemos todo lo que nos dicen. Y bajo la excusa que “éramos niños” cuando los hechos ocurrieron, aceptamos todo. Siento que ello le ha ocurrido a Otto Martínez Wolf –que no sabía, pero constataré que nació en Costa Rica– con el cuento que le hicieron sobre la “compañía de hierro”. El que haya tenido diez años, cuando la guerra, no lo excusa. Ni es ético aprovechar su credibilidad para aceptar lo que le cuentan, para desprestigiar a las Fuerzas Armadas y, mucho menos, convertir la consigna “la compañía de hierro está de cumpleaños”, en una prueba que el Ejército estaba derrotado y que, en consecuencia, convocaba al pueblo a salir a la calle para defender a los cobardes que habían renunciado a la defensa del país. No es mi ánimo faltarle al respeto; pero sí aconsejarle que cuando escriba, se ilustre. Hay buenos libros sobre la guerra librada entre El Salvador y Honduras. César Elvir Sierra escribió uno muy bueno. Wilfredo Sánchez, que defendió va-lientemente Ocotepeque, escribió “La batalla del Ticante” y el colega salvadoreño, Carlos Pérez Pineda, “Una Guerra breve y amarga”.

Estas tres lecturas le pueden ayudar al colega a reencontrarse con la verdad y evitar que, en el futuro nos falte el respeto a los que le hemos dado a él y a su familia, el cariño que le dispensamos a los ticos que conviven con nosotros. Por mientras otros colegas le dan detalles del signifi cado real y le explican el valor psicológico que representó para los salvadoreños la consigna, solo quiero decirle que militarme para El Salvador, fue un fracaso, en vista que no logró sus objetivos, pese a su superioridad en hombres y en equipo. Y que políticamente, la guerra fue una desgracia, porque no pudo detener la expulsión de los salvadoreños de Honduras –lo que algún día tendremos el valor para reconocer que fue una pérdida para nosotros y un acto inhumano que nos debe avergonzar– que al regresar aumentaron las bases para el confl icto militar que los llevó a la guerra civil de los ochenta.Creo que, a Martínez Wolf le ha afectado mucho –como a to-dos– el encierro y el miedo.

Eso lo entiendo bien. Pero lo que no guarda relación lógica es faltar a la verdad; interpretar una consigna que no tiene nada que ver con lo que escribió y, además, menos-preciar la capacidad defensiva de Honduras que, hasta la fecha, ningún ejército ha conquistado. El contraataque en el sur bajo el mando de Paz García; la movilización aérea de parte de la Guardia de Honor al occidente del país –acción a la que está vinculada la consigna que a él le han contado mal y la ha creído– e impedir el encuentro de las fuerzas de Medrano con las que avanzaban hacia El Portillo, son acciones militares por estudiar y que nos llenan de orgullo. Querer mal interpretar una consigna, para menospreciar a los hondureños, pretendiendo convencernos que tenemos unas Fuerzas Armadas integradas por cobardes e incapaces, no ayuda para reducir el miedo al “coronavirus”; ni mucho menos para exi-girnos disciplina y mantenernos en casa como medio para proteger nuestra salud. Martínez Wolf, posee talento sufi ciente –tiene un par de novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, que leí hace muchos años– y capacidad para compartir sus miedos y para darnos ánimo. Sin repetir mentiras y, sin ofendernos.

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