Los 100 años de “Próspero Catracho”

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14 de junio de 2020
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12:12 am
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Los 100 años de “Próspero Catracho”

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Por: Mario Hernán Ramírez

El siempre bien recordado intelectual Jorge A. Coello a su paso por este mundo dejó una huella indeleble, pues a pesar de su elevada alcurnia, siempre conservó el don de la amistad con alegría, simpatía, humorismo y solidaridad, virtudes que le valieron para ganarse el respeto, admiración y gratitud de un enorme conglomerado nacional.

Jorgito, como lo llamábamos sus amigos, era hijo, nada más y nada menos, que, del autor del canto a la patria, uno de los símbolos más sagrados de Honduras que con la Bandera y el Escudo, constituyen los principales emblemas nacionales. Su progenitor, Augusto Constancio Coello, es precisamente, el padre de ese otro hijo que dejó para la eternidad en el corazón y la mente de los hondureños, el Himno Nacional, mismo que fue interpretado por vez primera en la desaparecida y siempre bien recordada Escuela Normal de Señoritas, en el año de 1905, según nos relataba el ilustre ciudadano don Luis B. Orellana Pineda, porque su señora madre, doña Lina Graciela Pineda cursaba el 5to. curso del magisterio en ese memorable centro educativo, cuando tal acontecimiento se escenificó; pero, no fue sino hasta en 1915 cuando el mismo fue oficializado durante el gobierno del doctor Francisco Bertrand, año en que también se inauguró el Teatro Nacional Manuel Bonilla.
Pues bien, Jorgito además de haber desempeñado las honrosas y delicadas funciones de director de Protocolo Nacional, adscrito a la Secretaría de Relaciones Exteriores, también fungió como director de Relaciones Públicas de la poderosa compañía bananera Standard Fruit Company, posición desde la cual, en la década de los 70´s del pasado siglo, sometió a concurso nacional el nombre con el cual podía llamarse a los “campeños” de las bananeras de la región norte de nuestro país. En dicho concurso participaron más de cien compatriotas en su gran mayoría amantes de la literatura en los campos de la poesía, cuento y periodismo.

En ese rol de entusiastas hondureños participó nuestro buen amigo, el nunca bien ponderado periodista y escritor Raúl Lanza Valeriano, quien había visto la luz del mundo en el año de 1920, precisamente, un 11 de julio de ese memorable año, en el que también, entre otros arribó a este planeta el destacado intelectual Eliseo Pérez Cadalso, con quien posteriormente don Raúl compartió honores a través del Comité Pro monumentos a Juan Ramón Molina, o los llamados “13 locos del Guanacaste”, cuya fructífera labor está a luz vista, a través de diferentes formas como el portentoso monumento al genio de la poesía hondureña ubicado en el parque La Libertad de Comayagüela; también un extraordinario libro contentivo de tres interesantes crónicas sobre el genio de Molina, recopilados por su fraterno amigo Froylán Turcios, con el nombre de “Tierras, mares y cielos”, del escritor Arturo (Pituro) Oquelí, quien conoció a Juan Ramón siendo un adolescente, en el barrio El Jazmín de esta capital y grabó sus hazañas, para después exponerlas en su magnífica obra “Lo que dijo don Fausto” y finalmente del propio Pérez Cadalso “El habitante de la osa”, trabajos que dignificaron la presencia de estos 12 quijotes y una ilustre dama que los acompañó en todo momento, la distinguida periodista y abogada Magda Argentina Erazo Galo.

Ahora bien, el asunto es que, del célebre concurso, el cual era contentivo de un premio en metálico, consistente en diez mil lempiras, que por aquellos tiempos de verdad constituía una valiosa fortuna, la que fue ganada por nuestro personaje don Raúl, con su brillante trabajo “Próspero Catracho”, cuyo contenido fue publicado oportunamente en las páginas de su revista “Hibueras” y posteriormente en uno de sus libros “Arrastrando lejanías”.

En consecuencia, al conmemorarse el siglo del nacimiento de este egregio hondureño, le rendimos este póstumo homenaje en honor a su importante legado intelectual, dejado también a través de los diarios El Pueblo, La Prensa, LA TRIBUNA y El Heraldo.

Aprovechamos tan magnífica oportunidad para saludar desde Tegucigalpa a su hijo menor, empresario Ángel Rafael Lanza Reyes, próspero hombre de empresa residente en la ciudad de Nueva York, E.U.A.

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