A destiempo

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10 de julio de 2020
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12:37 am
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A destiempo

Carolina Alduvín

Por: Carolina Alduvín

La pregunta generalizada es si debería continuar esta locura de la “cuarentena” o “toque de queda” en los principales centros urbanos del país. La respuesta, naturalmente depende de a quién se le pregunta y, lo que de hecho sucede, está en varios puntos situados entre los extremos de volver a la normalidad y continuar con esta situación gallo-gallina absurda y desesperante. No es el momento para buscar culpables o lamentar todo lo que se hizo mal desde el principio, esta pandemia nos permite un panorama mundial, con más de 200 gobiernos nacionales, que nos permite hacer todo tipo de comparaciones, con cada variable que se nos ocurra. Países ricos y pobres, con dictadores o con estadistas, con hombres o con mujeres, con cuarentenas cortas, largas o sin ellas; las diferencias en abordaje, manejo y resultados, distan mucho de ser lo que los expertos en estadística llaman significativas.

Escuchamos de la amenaza desde los últimos meses del año pasado, a los ciudadanos nos parecía una lluvia lejana que, al igual que las epidemias asiáticas previas, difícilmente nos alcanzaría; en más de alguna tertulia, se comentaba que la amenaza concreta local era, como cada año, el dengue, cuya presencia queda enmascarada y descuidada en aras de atender a los infectados sintomáticos de COVID-19. Para finales de febrero, cuando ya las reuniones mundiales programadas en China, se movieron al sur de Europa, en aras de evitar innecesarios contagios, ya era tarde; pero aquí se seguía viendo bien lejos. Ya aquí cerca en El Salvador, se tomaban precauciones con los viajeros, sin entrar en paranoia, todo cambió en cuestión de días, aquí cerraron fronteras cuando el mal ya estaba dentro y bien esparcido.

Hasta entonces, y con las alarmas disparadas por lo que ocurría en Italia, se tomaron medidas fuertes que dejaron en suspenso todas las actividades recreativas y comerciales consideradas no esenciales. Desde entonces, es más evidente lo superfluo de burócratas, políticos que no tienen ni idea de su deber, tiendas de chucherías y todo lo que no hace falta. Si extrañamos las buenas compañías, los lugares de convivencia, las clases presenciales y hasta las fastidiosas reuniones de trabajo cara a cara. Hace semanas entendimos que las dos semanas iniciales, fueron solo una fórmula para ocultar lo indefinido y cada argumento a favor y en contra de continuar con el encierro forzoso es legítimo y válido. Lo que no se tolera es el ventajismo.

Hay teletrabajo y clases en línea, hay ingresos garantizados, otros que se tambalean y los que desaparecieron; también hemos visto lo que sucede en lugares que supuestamente habían pasado el pico alto de los contagios, abrieron y tuvieron que volver a encerrarse. Se nota que los países en que los estragos han sido mayores, son los gobernados por populistas tanto de derecha como de izquierda y, allá por marzo se hizo notar que los gobernados por mujeres tenían mejor control sobre los efectos tanto sanitarios como económicos. En el vecindario hay de todo. Las medidas locales, se tomaron más que todo, para prevenir que el ya entonces maltrecho sistema de salud, colapsara en la primera semana; en ese sentido, medio se logró diferir lo inevitable. Mientras tanto, la viveza de burócratas de alto nivel, comerciantes y oportunistas, hace más estragos que el propio virus, ya ni mencionar falta de solidaridad o empatía en la población.

El grueso de los esfuerzos ha recaído sobre el personal sanitario, para variar, trabajando con las uñas, o con equipo de pésima calidad, pese a la millonada aprobada para atender la emergencia. Agotados, discriminados, vilipendiados en lugares públicos, ignorados en la toma de decisiones, silenciados o invisibilizados por charlatanes de toda laya, caídos en combate, aislados de sus seres queridos. Encima les toca soportar la avalancha de empresarios, comerciantes y trabajadores independientes, cuyos ingresos han mermado o desaparecido; después de todo, se les acusa de recomendar que no se haya vuelto a reabrir la economía, o de los retrocesos en la controversial decisión.

A mi particular modo de ver, la situación, aunque mejor manejada que en economías más grandes como México y los Estados Unidos, la situación nunca estuvo bajo control, el colapso de los hospitales junto con su personal, era cuestión de tiempo, mismo que se ha cumplido. El famoso previsto pico no termina de alcanzarse, el encierro ya no ayudará en, ni retrasará nada.

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