Teguz…la nostalgia del cine y la televisión (2/2)

OM
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19 de septiembre de 2020
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12:04 am
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Teguz…la nostalgia del cine y la televisión (2/2)

 

Terminada en 1971 mi educación primaria en Santa Bárbara, pasé a realizar estudios de secundaria en el Instituto Salesiano San Miguel, de Tegucigalpa. Contaba entonces con 13 años de edad, y mis recuerdos por las series emitidas en la televisión se completan en este escrito, con: “Los Polivoces”, un dúo muy famoso e icónico de la comedia mexicana durante la década de los años 70. Estaba compuesto por Enrique Cuenca (ya fallecido) y Eduardo Manzano. Dos de sus series más conocidas y exitosas fueron: “Los Polivoces” (1970-1973) y “El Show de los Polivoces” (1973-1976).

 

Fueron creadores de personajes clásicos que se basan en el verdadero pueblo, como Chano y Chon; Mostachón (jefe despótico y abusivo) y El Wash & Wear (trabajador típico mediocre clase baja); Gordolfo gelatino y su mamá, doña Naborita; Agallon Mafafas y Juan Garrison o los Hermanos Lelos”. “Los tres Chiflados”. Serie de TV (1922-1970), en 26 temporadas y 190 cortos de 16 minutos c/u. Tal como lo registra Filmaffinity, “el conjunto conoció varias formaciones, y sus integrantes más festejados son mejor conocidos por sus apodos que por sus nombres: Moe, Larry y Curly, y también Shemp, Joe y Curly Joe. Se hicieron famosos por sus casi dos centenares de cortometrajes, en donde cultivaron una comicidad basada en la violencia física y en el juego verbal, un género que se conoce bajo el nombre inglés de slapstick”.

 

Chespirito” fue un programa de televisión mexicano en donde interactuaban las diversas creaciones de Roberto Gómez Bolaños. “El chapulín colorado”; “Doctor Chapatín”; “Los caquitos”; “Chespirito” y para mi gusto, el mejor de todos, “El Chavo del 8”, emitida por primera vez en 1971. Narra las vivencias de unos inquilinos que viven en una vecindad en ciudad de México, en la que su protagonista es el Chavo (Gómez Bolaños), un niño huérfano que siempre le encontramos metido en un barril que se ubica en el patio principal del inmueble, donde junto a sus amigos Quico (Carlos Villagrán) y la chilindrina (María Antonieta de las Nieves), se la pasan jugando y haciendo mil travesuras que ocasionan malentendidos y discusiones, por lo general de tono cómico, entre los mismos vecinos: Don Ramón (Ramón Valdés), Florinda Meza (Doña Florinda); Rubén Aguirre (el profesor Jirafales); Angelines Fernández (Doña Clotilde, la bruja del 71); y Édgar Vivar, (como el señor Barriga, dueño de la vecindad).

 

Tuco y Tico, “es una animación de Terrytoons y creación de Paúl Terry en el año 1946, a las que se las conoció como “las urracas parlanchinas”. El tema era simple, la búsqueda de alimentos…siempre gratis por supuesto”. “El corre caminos”, con el coyote que lo quería comer y sus tontas e inútiles trampas, en las que él más bien terminaba cayendo…el corre caminos siempre fue más hábil y súper veloz… “nos quedó en la memoria el “bip bip” del corre caminos, y un coyote destinado al eterno fracaso…siempre cayendo al precipicio y siendo aplastado por enormes rocas”.

 

                                    En lo que al cine se refiere, me di gusto visitando todas las semanas las salas cinematográficas de la capital, era una gozada. Incluso, los domingos era religioso acudir a presenciar la doble sesión de Matiné. Eran cines caracterizados por ser monumentales edificios, de los que hoy en día apenas si quedan en la memoria, pues lentamente fueron desapareciendo de escena, para luego convertirse en vetustos inmuebles abandonados; iglesias protestantes o casas comerciales. Yo llevaba por aquél entonces una especie de diario, en donde están registradas estas visitas y las películas que allí presencié, tales son los siguientes ejemplos: las emblemáticas cintas eróticas “Emmanuelle”, vista en los Cines Maya, y “El imperio de los sentidos” en el cine Presidente.

 

                                    En los cinemas Palace y Lido: “Lo que el viento se llevó”, una de mis películas favoritas. Por cierto, de aquí surgió el nombre de mi hija primogénita: Scarlett Melania (por Vivien Leigh y Olivia de Havilland). “Alien, el octavo pasajero”, “El barco de la muerte”. “El viaje fantástico”. En el Alpha y omega: “La hija del minero del carbón”; “tiburón en 3d”; “No robarás a menos que sea necesario”; “La última mujer”. Centenario: “El auto”. Obelisco: “Brubaker”; “Carrie”; “La fórmula”, “Porkys”. Variedades: “Operación Dragón”; “Cruce Casandra”; “Un quijote sin mancha”; “Gloria”; “Rescate del Titanic”; “Martes 13”; “Urban cowboy”; “Al filo del tiempo”, “Quién encuentra un amigo, encuentra un tesoro”.

 

                                    En el Clamer: “El exorcista”; “Los hermanos caradura”; “La chica terremoto”; “Infierno en la torre”; “Terremoto”; “La naranja mecánica”; “El resplandor”; “La promesa”. Plaza: “Atrapado sin salida”; “Cómo eliminar a su jefe”; “Tarzán, el hombre mono”. Incluyo aquí también las salas cinematográficas Tauro, Aries y Géminis. A comienzos de los 80’s, me sumé a un grupo de entusiastas personas amantes del espectáculo cinematográfico, juntos fundamos el Cine Club-Ópalo. Entre estos amigos tengo el recuerdo de Mauricio Durón y de Evaristo López, en cuya Litografía (López) se editaba una especie de trifolio informativo de la labor cultural y artística desarrollada por el Cine-Club.

 

La idea era proyectar cada semana, películas selectas que nos permitiera al final de cada función un intercambio de opiniones. Así, se proyectaron películas en el Teatro Manuel Bonilla; Teatro La Reforma y en el Departamento de Arte de la UNAH, en la Calle Real de Comayagüela. Entre estas obras cinematográficas cito un ciclo mexicano compuesto por: “María Candelaria”, de Emilio “El Indio” Fernández, protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz; “Café Colón”, de Benito Alazraki; “Tiempo de morir”, de Arturo Ripstein y guión de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, y “El gallo de oro”, de Roberto Gavaldón, basada en el libro, del mismo nombre, de Juan Rulfo. También “Hamlet”, de Laurence Olivier; “El retrato de Dorian Grey”, de Albert Lewin, y “Querelle”, de Rainer Werner Fassbinder. Por extensión, añado los cines de San Pedro Sula: Tropicana, donde vi para el caso, “Tiburón”, o bien, “Rocky”, en el cine Géminis. En Choluteca nunca olvidaré los cines “Rex”, “Caribe” y “Valle”, y entre las películas vistas allí, una de las comedias picarescas del gordo Porcel.

Por último, más allá de las fronteras patrias, me es grato recordar el filme “On Golden Pond” (El estanque dorado), vista en un cine ubicado en la Colonia Escalón de San Salvador; “Tess”, en un multicine de la zona 1, de la ciudad de Guatemala, y “Matrix”, en una sala cinematográfica situada en la Avenida España, ciudad de Panamá.

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