Honduras, de aquí y de allá

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16 de octubre de 2020
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12:04 am
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Honduras, de aquí y de allá

Por: Juan Ramón Martínez

Lo hemos dicho, en otras oportunidades. Hay muchas Honduras. No solo la urbana y la rural. La de las ciudades y la de tierra adentro. También la de aquí; cuya población vive en el territorio nacional, y la que, por diversas razones –especialmente económicas y familiares– se ha establecido en el exterior. En Estados Unidos, Canadá y Europa. Esta última, que algunos llaman la diáspora hondureña, es tan importante que, con las remesas que envían a sus familiares, sostienen al país, aportando muchos más recursos que otros rubros más publicitados. Y con más participación en la dirección de la sociedad en ocasión de la parálisis de la economía nacional, por efectos de la pandemia del covid-19, creíamos que dejarían solos a sus familiares. Pero no ha sido así. Haciendo sacrificios extraordinarios, han mantenido casi el mismo nivel que exhibían las remesas el año pasado, solo con una muy leve disminución, como nos lo muestra un último informe del Banco Central. Lo que indica el alto nivel de solidaridad de los pobres; los fuertes lazos familiares y la sólida cultura de la entrega y el compromiso, con los parientes que han dejado atrás.

Estos hondureños, expulsados del territorio nacional por la falta de oportunidades, no han recibido de los que nos quedamos atrás, la atención que se merecen. Hay pocos estudios sobre la migración; sobre los obstáculos que encuentran en el camino, en el que algunos hayan la muerte, en los desiertos de Texas y otros estados fronterizos de los Estados Unidos. Muy poco se ha escrito sobre los radicados allá: la forma cómo viven y los vínculos que mantienen con sus familiares que se han quedado en el país. Y, mucho menos, sobre lo que piensan sobre la forma cómo dirigen su patria. En algunos casos, se ha descubierto que los hijos quedan en manos de los abuelos y que, en esta inédita e inesperada relación, se debilita la familia. Y muchos de los jóvenes con los padres lejos, se embrocan en brazos de las pandillas. Tampoco hemos estudiado cómo los que migran hacia Estados Unidos especialmente, una vez establecidos, buscan la forma de llevar a sus hijos e incluso hermanos.

En los últimos años, el gobierno atrapado en las exigencias de una política exterior en que Estados Unidos, nos obliga a retener a los compatriotas que quieren ingresar ilegalmente a su territorio, ha montado programas para atender a los expulsados, cuyas cantidades han ido en aumento. Solo disminuidas con la creación de la figura del tercer país que detiene a las caravanas; pero no a los que se van, discretamente, sin ruido y publicidad, bajo el cuidado y protección del “coyote” que, por una paga, se compromete a llevar al señalado por sus familiares en trayectos complicados y peligrosos. La mayoría llegan silenciosamente a sus destinos. Los coyotes, cumplen una tarea necesaria, porque de otra forma no operarían, ya que responden a la demanda de los que necesitan salir de Honduras en búsqueda del sueño americano, huyendo de la pesadilla de la pobreza. O por el reclamo de sus familiares.

Tampoco hemos estudiado, a las comunidades del sur de Honduras, cuya transformación urbanística se debe a las construcciones que los compatriotas en Estados Unidos especialmente, ordenen que se levanten para cuando les llegue el momento de regresar. Porque la mayoría, siempre mantienen la ilusión del retorno, con recursos, para reiniciar su interrumpida vida, en mejores condiciones. He conocido en Europa y Estados Unidos, compatriotas que sueñan regresar, en la ilusión que, el entorno familiar de aquí, les dará la solidaridad que nunca encuentran en los lugares lejanos a los que, nunca o casi nunca, se acostumbran culturalmente.

El fenómeno es interesante. Debemos estudiarlo, para que nos permita descubrir los caminos para acercar a las dos Honduras. A la de aquí con la de allá. Sin perder de vista que, la forma como la Honduras de allá, críticamente ve el comportamiento de los políticos criollos de aquí, en el manejo de los asuntos públicos. Por ejemplo, la baja participación en las urnas electorales en algunas ciudades de los Estados Unidos, indica cierto rechazo hacia los políticos de aquí. Mostrándonos que la pasión política, disminuye con la distancia, eliminando la manipulación que, en la Honduras de aquí, los pobres no pueden evitar.

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