Aprender de nuevo

MA
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11 de noviembre de 2020
/
12:58 am
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Aprender de nuevo

Dennis Castro Bobadilla

Hay una canción de Bienvenido Granda que es muy a propósito para lo que deseo decir en estas líneas. En una parte dice: “… Señora, tú eres señora, y eres más perdida que las que se venden por necesidad…”.
Sé que nada duele más que la verdad, y la gran verdad en Honduras es que, desde hace mucho tiempo, los cargos se han prostituido de tal forma, que queda poca dignidad en el servicio público, y para muy pocos es un honor servir al pueblo y al Estado.

Yo me pregunto cómo debo llamar al expresidiario que se convierta en funcionario público?, cuando bien sabemos que a quien ocupa tan digno cargo se le llama “excelencia”, de la misma forma que al diputado se le llama “honorable”, aunque muchos de los que reciben este calificativo han sido requeridos por el Ministerio Público y la espada de la justicia está a punto de caer sobre ellos.

También se le llama “excelentísimo” al ministro, y yo me pregunto si merecía tan honorable trato aquel que despilfarró el dinero para luchar contra la pandemia, haciendo ricos a muchos vivones o al sustituto reciente.
Es necesario aprender de nuevo.

En estos días se dice que los jóvenes han perdido los valores que se practicaban antaño, y nada más lejos de la verdad. Son los adultos los que perdieron esos valores y dejaron de enseñárselos a la juventud. Bien sabemos que nada enseña mejor que el ejemplo, y debemos reconocer que hay generaciones que han sido un pésimo ejemplo.
Por eso, repito que es necesario aprender de nuevo.

Recuerdo en mi niñez que al sacerdote del pueblo se le llamaba “reverendo”, sin embargo, ¿cómo puedo llamar al sacerdote que abusó de niños y sigue ejerciendo su oficio pastoral? ¿He de llamar “santo” al diablo, hacedor de toda malignidad?

Está claro que no son los cargos los que están podridos. La persona que ocupe un cargo público debe dignificarlo con su personalidad, con sus acciones honestas y con su capacidad profesional y humana puesta al servicio de la gente y del Estado. Es la persona la que dignifica al cargo; y es la persona la que lo ensucia con sus acciones al margen de la ley. El primer acto de corrupción de un neo-funcionario es aceptar un cargo para el cual no es competente, ya sabemos que en una sociopatía pueden predominar los disparates en nombramientos, por ello: responsable es el que nombra como el que acepta.

Lamentablemente, muchos que ocupan altos cargos han llegado a ellos con uñas más grandes que las de las gárgolas, y con una voracidad mayor que la de Gargantúa y Pantagruel. Pero, también se ha visto que muchos de estos avariciosos “honorables”, “excelencias”, “reverendísimos” están pagando con cárcel su rapiña. Llegaron al cargo no para servir, sino para llenarse las bolsas, y ahora lloran en la soledad de una celda, esperando o cumpliendo condena. Pero, como decía mi padre, “todo lo bueno se aprende en la casa”.
Ahora, me pregunto otra vez: ¿Debemos aprender de nuevo? A quien con toda formalidad le diré en adjetivo calificativo: honorable, excelencia, eminencia?

Por mientras, les dejo la canción de Bienvenido Granda: …Señor tú eres señor eres más perdido que los que se venden por necesidad.

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