Posverdad y redes sociales

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1 de diciembre de 2020
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12:22 am
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Posverdad y redes sociales

Por: Jairo Núñez

La opinión sobre los hechos

Dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Esta es una frase atribuida a Göbbles, el despiadado jefe de la propaganda nazi, quien repetía constantemente los discursos de triunfo hasta en los momentos de la derrota, haciéndole creer a la población alemana que todo marchaba muy bien, a pesar de que todo estaba perdido para ellos. Lo curioso es que la gente le creía, aun viendo a los rusos y a los aliados tomando el control y mar-chando por las calles de la entonces Alemania nazi. Aquello que hacía muy bien Göbbles, era una ilusión creada con mucha emo-ción, generalizada y emitida a través de la radio y los periódicos, los principales medios de la época.

Toda información o aseveración que no se basa en hechos objeti-vos o datos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público, se define según la RAE, como posverdad. Este término que fue recientemente incluido en 2017 en el diccionario de nuestro idioma hace referencia a una distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Es un concepto que en la lengua inglesa ya tiene más de unos 30 años (post-truth) y que ha sido adaptada al idioma español, debido al exponencial incremento de la distorsión de la realidad apoyada principalmente por las redes sociales.

Resulta penoso, que las redes sociales, que surgieron con la in-tención de “conectar” personas, democratizar la información e incluso estimular la libertad de expresión, en el sano sentido de la palabra, haya resultado un terreno fértil para fortalecer la distor-sión deliberada de realidades, entre otras finalidades no desea-das; así como también resulta penoso que en 2019 Facebook haya eliminado, por emitir “propaganda política engañosa”, solo en Honduras, alrededor de 1,500 “cuentas falsas” detectadas para alabar supuestos logros del gobierno actual y haya anulado otros cientos de cuentas y páginas también creadas para contrarrestar a las primeras, y que entre todas ellas aglutinaban a más de 300,000 seguidores, una cifra realmente alarmante dada la velocidad de transmisión de información en nuestra época.

A estos los conocemos en el país como los famosos “call centers”, surgidos inicialmente para difundir propaganda comercial, fueron adoptados por diversas mafias, de manera indiscriminada, para atacar a adversarios: políticos, partidos y cualquier persona o institución por las que el mejor postor les pague para emitir juicios de valor, alejados perversamente de la realidad, apelando a las emociones y buena fe del público, creando odio, resentimiento y división en este hacia los objetivos atacados, bajo el instrumento del relato, haciendo prevalecer las opiniones sobre los hechos, repitiendo mentiras una y otra vez, hasta que los seguidores las crean y las reproduzcan (fake news), sin corroborar la fuente, como harían los medios de comunicación serios y formales; algo que ya Göbbles sabía muy bien cómo aplicar, sin contar con una cuenta de Facebook, Twitter o Instagram.

¿Fue Mahatma Ghandi racista? Reza un trastornado título de una publicación de la BBC en 2015, dándole espacio a dos pseudointe-lectuales que publicaron “una investigación” en donde “exponen” como racista a Ghandi, a quien todos sabemos fue un pensador religioso, activista anticolonial y un pacificador mediante su méto-do de no violencia. Resulta lamentable que hoy en día cualquier falto de neurona y buena lectura, utilice un “teléfono inteligente” (compensando lo anterior) para emitir juicios falsos contra perso-nas que históricamente han hecho mucho por un país y por el mundo, juzgando al pasado con “estándares morales actuales”, tal como le sucede a la Iglesia, quienes sus adversarios siguen cues-tionando las malas prácticas cometidas hace más de 400 años, y por la cual ya sus líderes han pedido perdón, perdón que parece no ha sido ni será suficiente.

Así que, si el mismo Ghandi está “siendo cuestionado” en la ho-guera de las redes sociales y grupos “intelectuales”, después de 72 años de su fallecimiento, ¿qué pueden esperar los líderes que sí han hecho bien por el país o personas comunes y corrientes como usted y yo ante esta amenaza? Solo queda ser resiliente, aferrarse a los hechos y datos, porque como dice uno de mis le-mas favoritos: dato mata relato.

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