NUESTROS AGRÓNOMOS

ZV
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20 de diciembre de 2020
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12:06 am
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NUESTROS AGRÓNOMOS

EN Honduras hemos contado con centros de instrucción pública y privada, que fueron fundados con el propósito de formar buenos y excelentes agrónomos en distintas escuelas de Agricultura, focalizadas en algunos puntos estratégicos del territorio nacional. Quizás lo más lejano en el tiempo, sea el proyecto de Pompilio Ortega, creador de un colegio de instrucción en una de las montañas de Comayagua, en donde los estudiantes aprendían de todo un poco, con énfasis en temas de producción rural.

Casi a la par de Pompilio Ortega encontramos la figura autodidacta de Wilson Popenoe, un estadounidense que se vino para Guatemala y Honduras con la intención de organizar uno de los más importantes jardines botánicos del mundo, en el sector de Lancetilla, muy cerca de la ciudad-puerto de Tela. En algún momento se postuló que Lancetilla era tal vez el más importante centro de investigación botánica y zoológica de todo el planeta. Poco después a Wilson Popenoe se le encomienda la tarea de buscar un lugar apropiado para organizar, casi desde cero, lo que posteriormente se llamaría “Escuela Agrícola Panamericana de El Zamorano”, hoy convertida en una prestigiosa universidad continental, con estudiantes que vienen de todas partes, y profesores universitarios bastante cualificados.

Como resultado lógico de los proyectos anteriores se organizó, además, la “Escuela Nacional Agrícola” de Catacamas, departamento de Olancho, igualmente convertida en universidad. Y, parejamente con lo anterior, apareció la Escuela de “El Carbón”, también en Olancho, con niveles primario y después secundario. Más tarde se estableció el “Centro Universitario Regional del Litoral Atlántico” (CURLA), en la ciudad-puerto de La Ceiba, concebido dicho Centro como parte integral de la UNAH, en la línea de formación de agrónomos con pensum universitario. El Instituto de Ciencias Forestales en Siguatepeque, cronológicamente es más reciente.

Los datos que preceden coinciden con dos preguntas largas que muchos hondureños nos formulamos: ¿Cómo es posible que con profesionales muy bien formados en agricultura, agronegocios y en otras carrera afines, Honduras se mantenga estancada precisamente en estas materias, con una agricultura “bicultivista”, extensiva e itinerante, y con una ganadería aburrida, cuya fachada principal es la de unas pocas vacas flacas comiéndose valles enteros que podrían ser apropiados y fértiles para una agricultura diversificada y consecuentemente científica? ¿Cuál ha sido y sigue siendo el paradero de tantos agrónomos y expertos en manejo de recursos forestales en un país deficitario, en casi todos los rubros que hemos esbozado? No tenemos la respuesta.

En virtud de que carecemos de la respuesta inmediata y definitiva, devenimos obligados a formular varias hipótesis: La primera de todas es que a nuestros agrónomos catrachos les cuesta un mundo conseguir trabajo. La segunda hipótesis es que ellos y ellas prefieren vivir en las principales ciudades del país, que desplazarse hacia el campo en donde podrían favorecer, con sus conocimientos científicos, a los grandes y pequeños productores, incluyendo a los ganaderos que necesitan modernizarse con urgencia. La tercera hipótesis es que cuando nuestros agrónomos cultivan tomates, chiles o naranjas, son desplazados y humillados por “los coyotes” en los principales cruces de carreteras de la costa norte y del interior del país. Esos “coyotes” son los verdaderos intermediarios, y algunos son nativos y otros vienen de cierto país vecino. La cuarta hipótesis, y quizás la más triste, es que muchos agrónomos son personas de origen humilde que nunca han tenido un pedazo de tierra para volverla redituable. Esto choca con una cultura negativa en donde los “poseedores” de la tierra, desde los tiempos de “la reforma liberal positivista” hasta la fecha, son unos poquísimos privilegiados que mantienen las tierras ociosas, convertidas en potreros garrapatosos mayormente improductivos.

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