SIGUE EL CORTEJO

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9 de enero de 2021
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12:33 am
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SIGUE EL CORTEJO

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

LA noticia más reciente es que Trump no asistirá a la ceremonia de toma de posesión del ganador de las elecciones. Lo que nos hace recordar cuando acudimos, en Costa Rica, al traspaso de mando de Luis Alberto Monge. El expresidente Rodrigo Carazo Odio, obligado a ingresar caminando y dar una vuelta completa a lo largo del redondel del estadio, donde se verificaba la ceremonia inaugural, fue silbado y abucheado por la muchedumbre del partido contrario congregada en los palcos y las graderías. Aquí, ya en la era constitucional, se rumoró que Azcona no asistiría a la toma de posesión de Callejas. Sin embargo le dieron seguridades que gozaría del respeto de los asistentes mientras le imponían al líder del partido contrario la banda presidencial. Cuando Reina entregó el poder –a un presidente de su mismo partido pero de opuesta corriente política interna– dirigentes de su movimiento se afanaron en llevar activistas ubicándolos en punto estratégico, en la mera entrada del portón del estadio Nacional, para que lo vitorearan a su ingreso.

Por lo general, los líderes que asumen ofrecen seguridades al que entrega que va a ser tratado con respeto, ya que el simbolismo del traspaso de mando, e imposición de la banda presidencial, de un mandatario al otro, es un acto emblemático de alternancia democrática en el ejercicio del poder. No concurrir a la toma de posesión no es un acontecimiento nuevo en los Estados Unidos. Pero han pasado 152 años desde que un presidente saliente no atiende a la juramentación de su sucesor. Después de la intentona de golpe de Estado en Washington, con vivo sentimiento de expectación y no menos de estupefacción –algunos hasta de incredulidad– por el caos desatado, hay que continuar pendientes del desenlace de la trama. Parafraseando la calificación dada por Roosevelt al ataque de Pearl Harbor –un ataque traicionero que pasará a la historia como el día de la infamia– el líder de la minoría demócrata en la Cámara Alta, Chuck Schumer, lamentó en su discurso ofrecido en el hemiciclo legislativo que el 6 de enero sería recordado como otro “día de infamia”. Pero el asunto no para allí. “Lo que pasó en el Capitolio ayer –posteó Schumer en su cuenta de Twitter– fue una insurrección incitada por el presidente Trump. Este presidente no debe seguir en el cargo ni un día más. La forma más efectiva de hacerlo –puede ser hecho hoy mismo– para removerlo de su oficina, sería que el vicepresidente invoque inmediatamente la enmienda 25 de la Constitución”.

El saldo de fatalidades de este bochornoso suceso en Washington es de 5 muertos, incluyendo un policía víctima de heridas producidas en el enfrentamiento con la turba. El otro factor relevante –que quizás diferencia este vergonzoso episodio de la democracia norteamericana de los madrugones ocurridos en las naciones tercermundistas– ha sido la posición adoptada por el segundo a bordo. El vicepresidente quien desempeña un rol ceremonial presidiendo las sesiones conjuntas de las cámaras legislativas. Presionado en el discurso de su jefe ante la enfurecida multitud congregada en las inmediaciones del Capitolio, a revertir el resultado de los votos electorales en la ceremonia de certificación. Quien hasta entonces, sin duda, era su más leal aliado, en una carta pública explicó: “Es mi más fundamentado criterio que mi juramento de cumplir y defender la Constitución constriñe mi actuación de reclamar autoridad unilateral de determinar cuáles votos electorales deben ser contados y cuáles no”. Sigue el cortejo. La presidenta de la Cámara Baja ha comunicado que procederían a iniciar el proceso de “impeachment” del presidente a menos que dimita de forma inmediata. Ello es, envía excitativa al vicepresidente para que invoque la enmienda 25. Ello sería apartarlo de su puesto si una mayoría del gabinete se pronuncia alegando su “incapacidad” para ejercer los poderes y deberes del cargo. Pues bien, algo debería aprenderse de otras experiencias. ¿Qué les parecería –después de esa intentona de golpe– si forman una “Comisión de la Verdad”? Para que los hechos, dizque no vuelvan a repetirse.

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