Desigualdad humana

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14 de enero de 2021
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12:04 am
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Desigualdad humana

El cáncer de la democracia en las Américas

Por: Ángela Marieta Sosa
Especialista en derechos humanos

Una democracia escarnecida y corroída, es el costo que asumen las Américas, por el crecimiento acelerado y desmedido de la desigualdad humana, y los garantes no hacen más que acusarse, focalizar y personalizar en un culpable, las movilizaciones de protestas sociales, a las que se prestan a participar aquellas personas que a estas alturas del siglo les da igual morir por covid-19 o por una bala o seguir viviendo en condiciones infrahumanas, no se dan cuenta quienes lideran, que la situación obedece a causas estructurales de violencia directa e indirecta, y que la indiferencia ante la necesidad de sobrevivir de las mayorías, es la gasolina que aviva el fuego que flamea en las calles de las Américas.

Se puede ver en el corredor latinoamericano, migrantes, refugiados, desplazados internos, solicitantes de asilo, feminización de la movilidad humana, falta de vivienda, atención insuficiente en salud, educación, alimentación, la falta de oportunidades para trabajar con remuneración justipreciada al costo de vida de cada país, inconformidad social, con procesos eleccionarios paridos por una democracia desgarrada, pero sobre todo la “indolencia sociópata de gobiernos” que lejos de proponerse cada año mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables, desperdician tiempo, esfuerzos y recursos en discusiones inútiles mediáticas, que hacen enorme la brecha entre la satisfacción debida y el grito desesperado de gente sin respuesta.

La capacidad de respuesta de los estados en las Américas, tuvo un examen, y fue la covid-19, del cual ha salido aplazado, porque este virus, lo que además ha provocado, es evidenciar las debilidades estructurales estatales históricas de nuestros países llamados “tercermundistas”; un ilustre conferencista, estaba disertando ante la clase política chilena, y dijo claramente “las manifestaciones no van a parar” hasta que la seguridad humana llegue a cada hogar, entiéndase como seguridad humana, alimentación, salud, educación y seguridad ciudadana accesibles al más necesitado

La democracia y el Estado de derecho están pidiendo ayuda, el sistema al que tanto costó llegar está siendo socavado por la desigualdad humana y si esta no es atendida progresiva y debidamente puede irse de las manos la situación, y se reconstruirán sociedades salvajes que lejos de dar alivio a las necesidades sociales, las harán más profundas, generando una depresión social y económica sin precedentes en el continente.

El tiempo que resta para un deterioro absoluto democrático podría ser corto y más que estandarizar índices de desigualdad humana cuyo proceso puede llevar décadas, urgen programas de respuesta con enfoque de derechos humanos, de alto impacto a poblaciones vulnerables sobre estatus migratorio, salud, vivienda, alimentación, educación y trabajo, que comiencen a resolver y devolver la esperanza que se desvanece entre los dedos de los más desposeídos.

La redirección presupuestaria para priorizar aquello que en prospectiva será un búmeran que golpeará severamente al sistema de derecho, democrático y republicano, es urgente y necesario, solo los hechos en favor de quienes más lo necesitan, podrían detener la escalada de inconformidad social que evidencia el desgaste del actual sistema.

De no ser así, ¿qué estamos heredando a nuestros hijos?, pues en ningún lugar del mundo estarán a salvo de la complejidad del contexto que les transferimos, un médico hondureño, aconsejó a los jóvenes y les dijo “si pueden irse de este país, háganlo”, yo les digo, de qué sirve largarse, si hay protestas en Francia, España, Estados Unidos, etc. ¿En dónde estarán seguros realmente?, un día esa desigualdad tocará la puerta de todas las personas sin distinción de raza, religión, posición económica o credo político, porque el hambre y el desamparo en el mundo nubla la mente, no permite el discernimiento y busca en quien cobrarse el dolor vivido, dejándose gobernar por el “resentimiento social y la amargura”.

Busquemos una salida, que la política sirva para hacer el bien, que las religiones sean menos doctrina y más práctica, que la sociedad civil colabore, proponga y acuse menos, que los organismos internacionales de derechos humanos exijan más a sus estados miembros y que nosotros, la gente común, ayudemos al prójimo para que no pierda su fe; y finalmente todas las personas desde donde les corresponda, actuemos con el fin de mantener en pie la democracia y el Estado de derecho.

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