Sociedad disfuncional

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26 de marzo de 2021
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12:03 am
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Sociedad disfuncional

Por: Juan Ramón Martínez

Desde afuera, Honduras se ve como un país raro, con una sociedad disfuncional. Es decir que, las cosas no funcionan, y que el comportamiento de los diversos sectores de la sociedad, no busca objetivos que trasciendan lo particular. Al final, se tiene la impresión que más bien, buscan como finalidad suicida, impedir el desarrollo de Honduras. Los investigadores políticos, sociales y psicológicos del exterior, lo saben. Pero, el problema es que, los hondureños no lo sabemos. Nosotros, nos hemos atrevido a decir algunas cosas: el factor más importante de un país, una nación o una sociedad, es su población; y que, la hondureña, tiene una baja madurez y un muy limitado sentido de compromiso. Queriendo provocar discusión, haciéndole caso a la definición de Jorge Medina, que una vez me dijo que soy un polemista, escribí atrevidamente, que la madurez psicológica colectiva del hondureño, no pasa de 11 años de edad, es decir que, el comportamiento de nuestra población, como productora y consumidora, como elector e incluso como hondureño, es infantil. Centrada en el “yo”, con fuertes resistencias para asumir el “nosotros” que implica compromisos, responsabilidades que llevan a negociar, ceder y obtener beneficios.

Lo ocurrido en estas dos últimas semanas es muy útil para confirmar las hipótesis anteriores. En las elecciones internas –un ejercicio democrático en cualquiera parte– aunque los resultados finales no se han conocido, el comportamiento de los perdedores, según las tendencias, es irregular, extraño e incluso infantil. Por ello es que, entre los perdedores y sus comportamientos, no hay diferencias ideológicas, porque marxistas nostálgicos como Ávila, conservadores de corbata roja como Luis Zelaya y anárquicos mentales, pese a la edad, como Nasralla, se unen para desconocer a los ganadores de sus respectivos partidos. Sin que haya resultados oficiales, solicitan una auditoría forense. La petición, suena bien. Pero es apurada. Quieren hacer la autopsia, antes que el paciente haya fallecido, diría un doctor amigo, con sorna y talento.

Pero el problema no se da solo entre la “élite” política, sino que se observa también en las diferencias entre las visiones del electorado –la mayoría no son ciudadanos– y las propuestas de los candidatos. Al comparar ambas visiones, se concluye que las de unos no están articuladas con la de los otros. Mientras los problemas andan, por un lado, las esperanzas de los votantes y los caprichos políticos, siguen caminos diferentes. El tema de la pobreza, no ocupó espacio alguno. Tampoco, mereció atención la penetración del narcotráfico en las instituciones. Más bien, las acusaciones fueron desoídas por los votantes. Y en algunos casos, los triunfadores fueron favorecidos por la victimización apasionada. Tampoco el tema de la emigración ocupó la atención de ningún político y mucho menos, la necesidad del país para diseñar una propuesta nueva de relación con los Estados Unidos. Los niños jugando a políticos, solo muestran interés en aquello que afecta a sus contendientes. No le prestan atención, a los cambios que busca impulsar Biden en Centro América y ni siquiera les llama la atención que un hondureño por nacimiento, sea el delegado de Biden para su desarrollo. El nombramiento de Ricardo Zúniga Harris, las declaraciones de Juan Gonzales, les interesan muy poco, a estos niños grandes, “Chabelos de la política”, que juegan a destruir a Honduras. Y en esta falta de madurez y profundidad en el análisis, se incluyen los medios. No nos han dicho que Zúniga Harris es descendiente –bisnieto de Miguel Morazán, el gran maestro de Juan José Arévalo– de hombres brillantes, de probado carácter. Nadie escribió que Ricardo Zúñiga Morazán, aunque rechazado en la Escuela Militar, insistió. Y, se dio de alta y desde las barracas llegó a mayor, mostrando un talento excepcional. Y tampoco que su bisabuelo, Miguel Morazán, una tarde en que lo derribó un caballo, –rompiéndole la tibia de una pierna–, sin un lamento, volvió a subir al equino, sin que nadie le viera un rictus de dolor. El periodismo nuestro, también es infantil. No podría ser, de otra manera.

En fin, no iremos a ninguna parte con los líderes actuales, “elegidos” por niños grandes, inmaduros y desconfiados. Posiblemente, la única salida racional es, reformar profundamente el sistema educativo; hacer ciudadanos y, producir políticos íntegros e inteligentes, que lean siquiera un libro. Que sepan quién es Aureliano Buendía. Leibniz es, demasiado.

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