Contestando a don Juan Ramón Martínez: ¿Es posible una Honduras Moderna?

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28 de marzo de 2021
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12:27 am
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Contestando a don Juan Ramón Martínez: ¿Es posible una Honduras Moderna?

Por: Mayra Falck

CENTRO CÍVICO GUBERNAMENTAL.
Cuando el artículo de don Juan Ramón Martínez se publicó el pasado 12 de marzo, mi mente comenzó a volar como golondrina pensando en esa pregunta ¿Es posible una Honduras Moderna? Donde el tema central versa sobre la educación, y como he sido docente desde que estudiaba, pensé que era importante reflexionar en varios temas adicionales donde la vida me ha enseñado que la sabiduría normalmente se encuentra en seres que no precisamente son profesionales, y sus lecciones sencillas y claras son a veces las que deberían establecer el rumbo de las sociedades.

Pero volviendo a la pregunta en cuestión, lo primero es pensar qué entendemos por moderna, y a veces los ciudadanos asocian esa palabra con tecnología, con abandonar las tradiciones pues las consideran arcaicas, o lo que es aún peor, desacoplarse de la hondureñidad pues el mundo es global. Entonces es allí donde se pierde la esencia de lograr avanzar en la senda del desarrollo. Y retomaría un tema que es clave, ¿cómo volver la mirada a la unidad familiar? Y allí debemos pensar en ¿cuáles son los incentivos que hacen que las familias como unidades de consumo y producción vuelvan la mirada al desarrollo? Recuerdo las sobremesas en mi familia cuando era pequeña, era asombroso escuchar a mi padre hablar de sus sueños, que no solamente eran sueños sino recomendaciones de vida. Y su cercanía con el mundo rural, por muchos considerado atrasado y no moderno, fue la fuente de su sabiduría en muchos sentidos. Por eso en mi respuesta, no solamente el magisterio debe cambiar su chip y volver la mirada a la vocación docente, sino de manera clara y práctica deben retomar valores que transforman a los países en sabios, me refiero a la construcción de las bases de los valores como la lealtad, la integridad, el carácter, la fe y el amor.

Porque en mi criterio, hemos adoptado a nivel nacional un síndrome que nos hace incapaces de reconocer lo bueno en las otras personas, esa inseguridad de ser superado por otros y que suele llamarse “Síndrome de Procusto”, cuyo significado se origina en la mitología griega y que marca la intolerancia ante las diferencias que enfrentamos con los demás. Es cuando, al superarnos con éxitos, victorias y realizaciones, generamos envidia y el deseo en otros de cortar nuestras alas si volamos, los pies cuando caminamos y la cabeza cuando los logros vienen de la innovación en el pensamiento. Esas personas pueden, según muchos, “robar tus sueños y tus energías”. Describir el dolor y la insatisfacción es lo más fácil y eso fue lo que pasó cuando don Juan Ramón hizo las consultas a muchos ciudadanos. Lo que sucede es que los “procustianos” quieren romper los ideales y los sueños. Pero lo mejor, lo correcto, lo que está bien, es extraer lo que hemos aprendido de esas experiencias. Es decir, usar la vivencia para aprender, que esas situaciones pueden evadirse y que podemos lograr sacar lo mejor. Por ello quiero compartir de forma resumida algunas reflexiones:

• Muchas veces los ciudadanos se engrandecen al lograr una meta, especialmente aquellos que toman decisiones, en ese momento el cuerpo se vuelve pequeño y se sienten grandes, fuertes, especiales y se olvida que: “Nadie, es más, pero tampoco menos que nadie”.

• No podemos dejar que el imaginario colectivo nacional construya castillos de arena. Por ello debemos obligar a pensar en la posibilidad de tender puentes de roca. No se puede perder la humildad, pues siempre al otro lado sigue el camino.

• Honduras se volvió en uno de los mejores países en calidad de café, pero suele suceder que cuando lo logramos nos quedamos allí, “es como que el éxito conspira contra la creatividad”, nos inmoviliza y no nos deja avanzar. Tenemos como sociedad que pensar en posicionarnos, para ello se requiere ingenio, y eso se promueve desde los centros educativos.

• Existe una frase que enseña mucho en tres palabras: “Nunca digas nunca”. No podemos negarnos como sociedad el derecho a ser, vivir, equivocarnos, volver a empezar. En fin, a ser una nación que puede trascender pese a los errores, y tener la convicción de que el nunca no existe.

• “La vida es lucha, pero no es una pelea constante”. Vivimos en un mundo donde existen las diferencias, donde la vida y la muerte son nacimiento, donde crecer y lograr son parte de la agenda que define las rutas nacionales. Pero debemos recordar siempre, cuando uno no quiere, dos no pueden pelear.

• Pero el problema más grave de las sociedades es no saber dónde van. Muchos construyen su historia mediante una ruta que no tiene sentido; otros logran darle sentido y en 20 o 30 años están al otro lado de la senda del desarrollo. “Ningún viento es bueno para un velero sin rumbo”. Esa es una parte que tiene que ver con las universidades y las instituciones que planifican, y cambiar planes cada cuatro años creo nos ha enseñado que no es la receta mejor. Hay que tener resultados de corto plazo con visión de largo plazo.

Hace muchos años, en Ática, existió un hijo de Poseidón llamado Damastes, pero como sobrenombre lo apodaban Procusto, que significa “estirador”, llamado así pues tenía una posada con dos camas, una pequeña para los que eran grandes y una grande para los que eran pequeños. ¿Saben por qué motivo? Con él se cumplía el dicho “según el tamaño del sapo es la pedrada”, pues cuando venía como huésped una persona de mediana o pequeña estatura le ofrecía la cama grande y lo estiraba hasta desmembrarlo, destruía toda su posibilidad. Pero cuando la persona que venía a hospedarse a su casa era grande y fuerte, entonces le ofrecía la cama pequeña y lo quebraba hasta hacerlo caber en aquel espacio, era como que su tamaño fuera una amenaza. Su historia ha trascendido los tiempos, y es usada para explicar el comportamiento de los que con su actitud mutilan, destruyen, despedazan, cortan las alas, los pies, los pensamientos, los sueños, en fin, su quehacer es devastar no físicamente, sino moralmente a los demás.

Honduras se merece ciudadanos íntegros, y especialmente tomadores de decisión, que no padezcan el síndrome de Procusto, y para ello concuerdo con don Juan Ramón, necesitamos docentes y universidades creando conocimiento para el desarrollo y contribuyendo a construir agendas colectivas que guíen el país; tomadores de decisión que ayuden a potenciar el desarrollo y promuevan el crecimiento de la construcción de una ciudadanía no procustiana. Pero el primer paso que debemos dar como sociedad es pensar en que cada uno o una, desde donde esté debe practicar adecuadamente los valores y plantar la semilla del pensar con sabiduría. No olvidemos que construir pensamiento colectivo pasa por tener ciudadanía plena, y tener ciudadanía plena pasa por tener orgullo de lo nuestro, placer por la innovación y amor por una patria que, sin ser perfecta, no es la culpable de estar donde estamos, sino que eso es responsabilidad de las normas y conductas que hemos adoptado a lo largo de la historia. Si de verdad queremos una Honduras Moderna comencemos por quitarnos el pensamiento de Procusto y dejemos que cada uno desde su espacio contribuya a la construcción de un país moderno en su esencia y ciudadano en su actuar.

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