Honduras: tres realidades del infortunio

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24 de abril de 2021
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12:05 am
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Honduras: tres realidades del infortunio

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Mientras los partidos políticos se enfrascan en sus enredos internos para ver quién se lleva la mayor parte del pastel, alrededor de 5 millones de hondureños se encuentran padeciendo las consecuencias de la irresponsabilidad y la desidia de los gobiernos para tratar los graves problemas del país, a saber: desempleo, cierre de negocios, éxodos masivos y una escandalosa caída del 7,1 en el crecimiento económico en el 2020.

Las respuestas del gobierno, aun cuando se anuncian con fanfarrias mediáticas, han resultado inútiles, en principio porque no están dirigidas hacia el corazón de los problemas sociales, y, luego, porque los políticos en el poder han cerrado los sentidos y la razón para examinar el panorama devastador de nuestra realidad nacional.

Pasado un año de encierro, la pandemia ha desnudado los fallos de nuestras instituciones y la incapacidad estatal para concertar con todos los sectores, una política pública que permita a la mayor parte de los hondureños tener acceso a servicios de calidad como educación y salud, ambos de capa caída, no a causa del virus de marras, sino debido al supremo desinterés de todos los gobiernos en más de treinta años de vida “democrática”.

La pandemia ha puesto al descubierto la incapacidad institucional para resolver los problemas más apremiantes de la sociedad. Es como si nos haya invadido un ejército extraterrestre que cuenta con armas de destrucción masiva, mientras nuestras defensas responden al ataque con machetes y tirachinas. Nuestros políticos no han podido responder a la desgracia como hacen los grandes hombres en “tiempos de oscuridad”, al decir de Hannah Arendt. Al contrario: la pandemia nos revela que nuestros líderes -si les podemos llamar así-, no solo han resultado ineficaces para paliar la catástrofe sanitaria y económica, sino que han contribuido a ahondarla, respondiendo con estériles retoques institucionales, atrincherándose con amilanamiento en sus atalayas del poder, o haciendo gala de sus mejores técnicas de emprendimiento para obtener réditos personales a costa del Estado. La esperanza -nos cuentan-, está puesta en el próximo gobierno: desde ahí se vislumbra el mejor escenario para nuestra nación. Falsas ilusiones.

Hay tres realidades en nuestro infortunio nacional: la de los políticos en los salones de la fama, y la realidad de la población en la calle. La realidad de los políticos es la insensibilidad y la razón obnubilada: eso lo produce la desmesura del poder, lo ilimitado del poderío, la sinrazón de la supremacía. La del pueblo es la desesperanza y la fragilidad de las circunstancias tan cambiantes para lo infausto, eso sí.

Hay una tercera más cruda: mientras los políticos se regodean en los feudos del poder y en las extravagancias personales; fuera de los deleites y las exquisiteces del palacio, los escasos recursos se agotan; los bienes y servicios se disipan, cunde la penuria y el desánimo, pero también se acrecientan las tensiones sociales, porque las salidas hacia la sobrevivencia; el escape que busca la gente para agenciarse esos escasos recursos producirán discordias, discrepancias y conflictos. La pandemia está ofreciendo a nuestros líderes esa gran oportunidad para hacer la tarea pendiente: la de los cambios estructurales. Sin esos cambios profundos la estabilidad del sistema se pone en riesgo, porque es seguro que ocurrirán fenómenos que solo cabe imaginarlos, pero que están consignados en los anales de la historia. Solo es cuestión de revisar el desenlace y ver que casi todos terminan en tragedias.

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@Hector77473552

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