Grandes olvidados: ADOLFO ZÚNIGA MIDENCE (1835-1900)

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9 de mayo de 2021
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Grandes olvidados: ADOLFO ZÚNIGA MIDENCE (1835-1900)

Por: Óscar Aníbal Puerto Posas

A no ser la inquietud intelectual de Juan Ramón Martínez y la pléyade de escritores, gravitando en su entorno, cuando este se desempeñaba como presidente del Consejo Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; me hubiese sido imposible conocer al preclaro intelectual Adolfo Zúniga; y a otra gavilla de hombres de pensamiento; recopilados fragmentos de sus obras y “sucintamente biografiados” por don Rómulo E. Durón (1865-1942); en “Honduras Literaria”, obra publicada en 1896.- Juan Ramón Martínez y compañía, publicaron la segunda edición de “Honduras Literaria”, en 1996 (un siglo después).- Va un justo reconocimiento al entonces rector Dr. René Sagastume Castillo y demás autoridades universitarias cuyos nombres -no por mala voluntad, pero sí por economía editorial- omitimos.

1. Adolfo Zúniga, el hombre
Que sea don Paulino Valladares, otro de nuestros prohombres quien nos lo describa, cedemos con humildad la pluma al “príncipe” de los periodistas hondureños: “Muy pocos hombres en Honduras han dejado tras de sí una huella intelectual tan brillante como la del Dr. Adolfo Zúniga. A su considerable labor de diplomático, de jurisconsulto y de orador, es preciso agregar, colocándola, en término, su fecunda labor de periodista. Puede decirse que él rompió la densa niebla del silencio en la República, llevando a los ciudadanos, en las columnas de “La Paz”, el ruido de la civilización y las vibraciones del espíritu moderno. (Rodríguez Ayestas, Julio, “Hondureños Ilustres en la Pluma de Paulino Valladares”, Tegucigalpa, Honduras, C.A. 1972).

Rodando su semblanza, agregaré: Nació en Tegucigalpa en 1835 y murió en la misma ciudad a principios del siglo veinte. Diputado en 1876, en la Asamblea Constituyente presentó un proyecto de Constitución cuyo espíritu fue seguido en la que se aprobó en 1880. Ministro de Relaciones Exteriores con don Ponciano Leiva (1874) y de Justicia e Instrucción Pública cuando Leiva sustituyó interinamente a Bográn (1885). Fue, entonces, una personalidad multivalente. A cada una de sus facetas hemos de referirnos en este ensayo.

2. El Periodista
El mezquino espacio de un gabinete, no congeniaba con su personalidad.- Desde ahí no se puede explayar el pensamiento. Solo cabe hacerlo desde las páginas de un periódico. Por eso fundó “La Paz”. Ya don Paulino Valladares no explicó lo que “La Paz” significó en Honduras. Lo repito para que no se olvide: “rompió la densa niebla del silencio […], llevando a los ciudadanos el ruido de la civilización y las vibraciones del espíritu moderno”. De ser así el título no congeniaba con su contenido. Luego de leer “La Paz”, la oligarquía debe haber padecido insomnio.

En “Honduras Literaria” concentraré algunos artículos de Adolfo Zúniga, publicadas en “La Paz”, los más sólidos y vigorosos.- Los que calan el alma del lector. Tomaré, para principiar, el artículo dedicado a Manuel Molina Vigil (1853-1883). Es una de las páginas más patéticas de la literatura hondureña.- El autor era amigo del médico y poeta suicida. Acudió a la casa mortuoria a los gritos desesperados de dos mujeres: la esposa, a quien Zúniga describe así: “una hechicera y encantadora joven de diez y nueve años, cuya corona de azahares aún no se había marchitado en su frente de esposa, sublime en su desesperación y su dolor, daba al cielo sus lamentos y sus quejas y sus lágrimas, perlas del corazón, rodaban por sus encendidas mejillas. Haciéndola más deslumbrantemente bella”.- Más patético es el cuadro en que describe a la madre del lírico suicida. “La anciana madre con la cara rígida como un cadáver y manchada de sangre: ¡ay! De su hijo idolatrado, recorría loca, muda, sombría, casi terrible las galerías interiores de la casa, cayendo al fin de rodillas, y murmurando una plegaria para que no estallara el corazón… (La Paz, abril de 1883).

Nunca he sido un lector impasible. Confieso que lloré. El articulista se atreve a conjeturar las causas del suicidio.- Manuel Molina Vigil -dice Adolfo Zúniga- sabía que lo acechaba la locura, “para evitarla se suicidó”.- Es posible que como médico intuyó un desequilibrio mental. El gran poeta español Juan Ramón Jiménez, sufrió una enfermedad conocida como “reblandecimiento cerebral”. Causada por el exceso de lecturas y vida mental. Su médico lo envió a un pueblo lejano, situado sobre una cima. En su valija no llevaba libros. Pero produjo uno que lo hizo inmortal: “Platero y yo”. “En esta tierra negra de pesimismos”, como llamó a Honduras don Medardo Mejía, son muchos los intelectuales suicidas: José Antonio Domínguez, es otro ejemplo. Juan Ramón Molina, no fue un suicida. Murió en San Salvador en 1908, víctima de melancolía, de la enfermedad alcohólica que lo acompañó por siempre y a causa de privaciones. No pretendo un recuento necrológico de los grandes poetas hondureños, será un tema de otro artículo.

Volvamos a “La Paz” Macizos artículos les dedica, Adolfo Zúniga a dos próceres centroamericanos: Miguel García Granados (La Paz, 27 de octubre de 1818) y Máximo Jeréz.- Y hay otros que comentaré en otros espacios del presente ensayo. Por ahora, cierro este capítulo diciendo que “La Paz”, es si no el mejor, uno de los mejores periódicos que se han editado en Honduras. Con un mérito adicional, solo una pluma escribía. La pluma de Adolfo Zúniga.

3. El Jurisconsulto
Según, don Rómulo E. Durón, Adolfo Zúniga, estudió en la Universidad de Honduras hasta obtener el título de abogado. Posteriormente -sigue diciendo el historiógrafo- y durante la administración del general don Gerardo Barrios en El Salvador, fue a este país y en él obtuvo, después de un lúcido examen, el título de doctor de la Universidad de aquella República”.- Adolfo Zúniga era doctor en Derecho.

Como jurisconsulto se le recuerda más por causas llevadas en los tribunales; por otras actuaciones de mayor trascendencia sociopolítica. Abogó en favor del divorcio, en su época, por influencias religiosas, prohibido. En su artículo “Ley de Matrimonio Civil”, con tino y gracia, sin querer polemizar con “la religión católica, apostólica y romana” que por largo tiempo fue la religión del Estado, la religión oficial”. Adolfo Zúniga, arguye: “Aplaudimos las religiones y las leyes que saben conciliar lo que hay de divino y humano; aplaudimos las religiones y las leyes que lejos de contrariar, ayudan y dirigen nuestra flaca naturaleza; aplaudimos las religiones y las leyes que han provocado remedio, a lo que tal vez no puede remediarse nunca, la profunda desunión de los corazones…”. ¡Vaya manera de decir las cosas: no tiene sentido el matrimonio cuando se ha producido “la profunda desunión de los corazones”. Zúniga utilizaba la buena literatura en todas sus argumentaciones forenses. Para eso se necesita una vasta cultura. Al final, en el gobierno de Marco Aurelio Soto, al aprobarse el Código Civil, se dio paso a la concesión, en la esfera del Derecho Privado, del Divorcio. ¡A qué mantener en pie una institución, cuando “es profunda la desunión de los corazones”, que en día feliz se confundieron y que no vivían sino el uno para el otro (“La Paz”, 1881).

Otra perla de su talento jurídico brilla en “Informe de la Comisión al presentar el Proyecto de Código Penal Militar, al señor presidente de la República”. Data de 1881, gobernaba el abogado Marco Aurelio Soto; la Comisión de mérito, además del doctor Zúniga, la integraban: Enrique E. Gutiérrez (general, era necesaria la presencia de un militar en la elaboración de un Código Penal Militar). Carlos Alberto Uclés (1854-1942). El sí era también doctor en Derecho por la Universidad de San Carlos, Guatemala. “El Informe… viene a ser la “exposición de motivos”, presente en otras legislaciones. Leyéndolo, no dudamos que en él fue dilatado el aporte de Adolfo Zúniga, lo delata su estilo suelto y galante… copiamos un párrafo: “Si se ha dicho, y con sobrada razón que nuestra legislación civil es un caos, quizá no haya un calificativo bastante propio, bastante enérgico para calificar el estado de nuestra legislación militar” // “Y que mucho si, hasta hace poco, muy poco tiempo, hemos ido a buscar soldados para formar nuestro ejército al fondo de las prisiones, a las sentinas del vicio o en las arbitrarias y vejatorias levas forzadas”, o en la caza de hombres…”. Ello fue dicho el 15 de mayo de 1881.- Sin embargo, Honduras es sorda a la voz de sus grandes hombres. Sí escucha, en cambio a los demagogos, charlatanes y mentirosos, que le mienten en cada evento electoral.

Transcurrirían muchos años, para que el gobierno del doctor Carlos Roberto Reina (1994-1998), promulgara la “Ley de servicio militar obligatorio, educativo y patriótico”. Cesó, con ella la cacería de hombres. Con todo, nuestras Fuerzas Armadas dejan mucho qué desear. Hay que hacerlas más amigables al pueblo y educarlas en Derechos Humanos.

4. El Orador
Don Augusto C. Coello (1882-1941), califica a Álvaro Contreras (1839-1882), como nuestro “verbo tribuno de más brillo”. Y lo es, sin duda alguna. Ahora bien, Adolfo Zúniga, también fue un orador grandilocuente. Es célebre su discurso en la Universidad Central, en su calidad de Rector (así a secas, sin el adorno pedantesco de “magnífico”). Fue dicho en 1881. Contiene fuego y vigor. Mejor que los pronunciados por otros rectores que presumen de “revolucionarios”. “Honduras Literaria”, (2ª. Edición, UNAH, 1996, PP. 389-395). Nos hubiera gustado transcribirlo. No lo permiten las limitaciones del espacio periodístico.

Carlos A. Loprete, “Introducción a la Oratoria Moderna”, México, 1985, entre otros conocimientos nos indica: “La organización de las ideas y composición”. De acuerdo al autor todo discurso lleva tres componentes, a saber: Introducción o exordio; el cuerpo o medio y la conclusión o peroración.

En el discurso de Adolfo Zúniga, las tres partes están bien logradas.- No obstante, la conclusión o peroración toca a lo sublime; oigámoslo: “Cuando ese día, cuya aurora ya se anuncia en los horizontes del tiempo, llegue a este querido pedazo de tierra americana que es nuestra patria, y a quien todo lo debemos, ese día podremos decir en apocalíptica frase como ha osado decirse de la libertad que es inmortal: la reacción ha muerto, sin esperanzas de resurrección ni al tercer día como Cristo, ni al tercer año, ni al tercer siglo: JAMÁS”.

Semejante frase, cláusula o período, no ha vibrado en los labios de ningún orador u oradora. Ni en Emilio Castelar, ni en Antonio Maura, ni en Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”. Para citar oradores españoles.- Ni en Marat, ni en Dantón, los eximios oradores de la Revolución Francesa. Tremoló sí, en labios de un hondureño, Adolfo Zúniga.

Para su desgracia, la reacción recuperó sus fueros. Al punto que aún campea por Hibueras.- “Lo triste es así”, decía don Alfonso Guillén Zelaya.

5. A manera de epílogo
Está a punto de cumplirse el bicentenario de la independencia patria.- Adolfo Zúniga, insufló vigor cívico a las exangües venas de la patria. Fue un hondureño excepcional, como queda plasmado en estas páginas.

Tegucigalpa, 18 de abril de 2021

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