“EL CROCHET”

ZV
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27 de mayo de 2021
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12:30 am
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“EL CROCHET”

FINALMENTE –gracias a la paciente labor del titular del Legislativo, de ir tejiendo fino los consensos entre desacuerdos de las varias fuerzas políticas que integran la cámara– sacaron la nueva Ley Electoral. Hubiese sido preferible ya contar con reglas claras y definitivas desde antes de las primarias. La autoridad electoral, para cumplir el calendario y montar comicios exitosos en la fecha estipulada, tuvo que hacer maromas. Resolviendo e interpretando, contando solo con retazos de la vieja normativa. A escasos días de la hora cero, el CNE –por contagio de un propietario y de ambos suplentes– quedó impedido de reunir al pleno por vacío legal de los remiendos. Atorado, cuando era urgente resolver sobre los listados adicionales para hacer valer el derecho universal al sufragio del ciudadano, y superar el enredo domiciliario que hubiese ocasionado el rechazo de cientos de electores de las mesas de votación.

Sin embargo, lograron sacar las resoluciones apremiantes, pese a las maniobras urdidas para que la autoridad no sesionara. Contaban con el contubernio de uno de los suplentes ya habilitado que no quiso integrarse al pleno. Sin embargo el CNE, una vez convocado el suplente, encontró asidero legal para sesionar pese a su ausencia. Tanto para autorizar los listados adicionales optativos, como las credenciales en blanco a las MER de todos los movimientos. Tuvieron el cuidado de hacerlo exigiendo a la corriente una declaración jurada que la obligaba a hacer uso correcto de las credenciales y devolver las que no distribuyesen. Ninguna devolvió nada. El solo hecho que todas las corrientes presumiblemente tuvieron representantes en todas las mesas, desvirtúa cualquier denuncia de irregularidad del escrutinio y en el levantamiento de las actas. Las quejas fueron solo pretexto para esconder la derrota, divagando con distractores, ya que ningún movimiento presentó incidencia alguna de anomalía en las mesas que hubiese sido denunciada por alguno de sus representantes. Así que todo ese bullicio de perdedores y sus vitrolas RCA Víctor para deslegitimar el proceso electoral no es otra cosa que una campaña insidiosa contra la democracia. Ganas de minar la confianza de los hondureños que las elecciones sean la esperanza de salir de esta crisis. Esta vez, la convocatoria a elecciones generales será hecha con la nueva Ley Electoral. Descartando cualquier confusión sobre cuáles son las normas vigentes. Mayor seguridad. Y avance que debe reconocerse. Aún así pese a ser producto del consenso entre diputados, no va a satisfacer a todos los bandos políticos que participan en la contienda.

Lo que se resuelve a gusto de unos no necesariamente conjuga con el interés de otros. Así que, aún cuando la nueva ley dará un respiro de tranquilidad –de sosiego a la “preocupada” cooperación internacional y a los metiches, que presionaban su aprobación– no basta el salto de ese obstáculo para garantizar un recorrido sin tropiezos en lo que resta de la carrera. Todavía, el ambiente crispado que se sufre –y a ello hay que sumarle el descontento y el desencanto de la masa flotante que decide las elecciones– a no dudarlo va a alborotar aún más la sofocante calor. Aparte que la clase política y la industria del espectáculo –bastante empírica de conocimiento por carencia de lectura, ni debate los problemas nacionales y menos propone soluciones– se especializa en inyectar desconfianza a la opinión pública. La táctica es el ataque despiadado destinado a destrozar al contrincante a falta de planteamiento propositivo con que elevar la imagen propia. No habrá piedra en el trayecto que no sea objeto de discordia y arma de confrontación. La integración de las mesas, quiénes tienen o no tienen representantes, las identidades, los domicilios, la base registral, el censo electoral, el sistema de transmisión de resultados inmediatos, la tecnología electrónica sujeta a manipulación. Todo es materia prima para el bochinche. Leños secos y ocote para mantener ardiendo la achicharrante hoguera. Cada vez –con todo y que ya se cuenta con una nueva ley que ofrece mayor certeza sobre las reglas del juego–, golpeando duro sobre la magullada credibilidad del proceso electoral. Es la naturaleza política. Se hicieron los disimulados con lo que pudo disipar esa densa capa de incredulidad que gravita sobre los cielos. Como decíamos ayer. No hay otra cosa así de bulto, como la segunda vuelta, que pueda avivar la decaída confianza que debe restablecerse para que la práctica comicial sea exitosa. Todavía es tiempo de alcanzar un acuerdo político –e implementar un procedimiento legal– que la haga posible. Así que, por los superiores intereses de la nación, seguiremos insistiendo. Como de tejer se trata. La segunda vuelta es la última puntada del hilvane que se ocupa para completar el crochet.

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