Por: Jorge Valladares Valladares
Este 12 de junio se celebra el Día Internacional contra el Trabajo Infantil, pero este año agudizado este flagelo por los efectos de la pandemia COVID-19, donde al día de hoy no tenemos cifras exactas del impacto de la misma en millones de niños que quedaron sin escolaridad y por ello, expuestos a diversas formas de explotación y abuso.
En Honduras antes de la pandemia se estimaba en más de 400,000 niños menores de 18 años trabajando, o sea sin acceso a educación y condiciones de salud adecuadas. Durante la pandemia es notorio el volcamiento de miles de niños a las calles para ejercer mendicidad, sumarse a la economía informal y sobrevivir junto a sus familias en modalidades de trabajo que son inhumanas, como ser la pesca submarina, minería, elaboración de cohetes, embolsado de cal, extracción de curiles, servicio doméstico y hasta la explotación sexual, entre muchas más. Las que la normativa internacional denomina peores formas de trabajo infantil.
Cuando las organizaciones de defensa de la niñez nos referimos a trabajo infantil, no estamos hablando del trabajo que no interrumpe escolaridad ni significa o un riesgo, o se hace en forma regulada por arriba de los 14 años. Estamos hablando de promover políticas, planes y asignación de presupuestos para devolver a los niños a la escuela y que ellos y sus familias gocen de niveles de vida dignos y humanos. En otro escenario está el ejército de los denominados Ninis (Ni estudian, ni trabajan), representan cerca del 24% de niños y jóvenes, esto es más de 600,000 niños y jóvenes sin educación y sin trabajo. Siempre suelo graficarlo como tener 22 estadios nacionales repletos de jóvenes sin futuro. ¡Vaya desafío que está ahí y no lo atendemos!
Volvemos a conmemorar como país esta importante fecha, pero con pocos logros, más bien notorios retrocesos en medio de la pandemia que ha dejado a millones de niños sin acceso a la educación y ha desbaratado el modelo educativo, que ya estaba en crisis, hoy está en el suelo.
En las crisis a veces se toman decisiones históricas. Si durante esta pandemia retomamos un debate serio sobre pobreza, sistema educativo y desarrollo social, quizá podamos avizorar una sociedad más justa y próspera en la etapa pospandemia. De otra forma estaremos perdiendo otra vez, la oportunidad de construir una nación incluyente y con oportunidades para todos tras estos colapsos que a veces son ocasionados por la naturaleza y otras tantas por el hombre.
El acierto de aquella frase conocida por todos, cobra vigor hoy más que nunca: “Estudia, porque un lápiz pesa menos que una pala”. Los países que han tomado la ruta de desarrollo sostenible invierten primero en educación y después, en más educación.
