Vulnerabilidad de migrantes que viajan en el tren “La Bestia”

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1 de julio de 2021
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12:01 am
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Vulnerabilidad de migrantes que viajan en el tren “La Bestia”

Por: José Rolando Sarmiento Rosales

Dada la preocupación que representa la migración de compatriotas hondureños de todas las edades, buscando llegar a Estados Unidos por la vía terrestre, lo que les impone recorrer miles de kilómetros pasando por Guatemala y luego por el extenso territorio de México, hemos encontrado información publicada en el medio ´´The Conversation´´, que nos revela situaciones difíciles que viven nuestros migrantes, una de ellas, al abordar el tren de carga conocido como La Bestia.

La vulnerabilidad de quienes esperan para abordar el tren ‘La Bestia’. Testimonios recogidos a lo largo de la frontera EEUU-México, muestran cómo se deshumaniza a los migrantes, convertidos en fuente de ingresos: de empleados forzosos del narco a mano de obra barata. A Ariel (nombre ficticio) le tocó uno de los peores cuando presenció, impotente, la violación de una joven por ocho personas. Viene llegando a Altar, Sonora, al norte de México, después de un largo viaje en este tren de carga.

Es el medio de transporte utilizado por migrantes del sur de México y Centroamérica cuando no tienen suficiente dinero para pagar un bus o tienen que evitar los múltiples controles militares y a “la migra” (Instituto Nacional de Migración) a lo largo del territorio mexicano. En este trayecto se ejerce violencia y la mayoría de las veces se sufre agresiones. Ariel está ansioso, angustiado. Dice que se siente culpable de no haber ayudado a esa mujer; sintió miedo de que lo tiraran del tren o incluso de que lo mataran, aunque caer de ese tren también puede significar muerte, heridas y mutilación.

Antes, era común tomar un taxi colectivo para llegar a Sasabe, el último pueblo fronterizo, para atravesar el paso con un guía o coyote. Hoy en día, el servicio de transporte local desde Altar ya no es posible. Las bandas se han apropiado de todo el territorio, amenazando a los transportistas locales y quemándoles los vehículos. Si un migrante llega a Altar es difícil que salga sin pagar una cuota. El transporte público ya no se detiene en este poblado de casi 8,000 habitantes y los llamados “puntos” (jóvenes que hacen de ojos y oídos del crimen organizado) están apostados en la parada del bus para informar de cualquier salida o llegada.

Tras pasar semanas hablando con migrantes que se encuentran en medio de este recorrido, queda claro que la violencia física y las múltiples formas de discriminación que sufren estas personas en su arriesgado viaje es un contínuum de la violencia. Un contínuum que va desde la violencia estructural -económica y social- cotidiana que viven en sus lugares de origen, hasta la violencia física. Esta abarca de una agresión callejera, un “tableado” del narco (golpes con tablas de madera), la extorsión, hasta la muerte y desaparición en el desierto o en manos del narcotráfico.

Prácticamente la totalidad de las mujeres y niños que llegaron a la frontera norte de México con las caravanas de migrantes iniciadas en 2018, desde El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala, fenómeno que permitió visibilizar la enorme pobreza, desigualdad y violencia en que se vive en esta región de Latinoamérica. Tras llegar con la caravana, se han ido quedando mes tras mes o con el programa “Quédate en México”, han sido devueltos a territorio “seguro”, para esperar el tan ansiado asilo, que muy pocos obtendrán. Pero también hay mujeres que viajan en el temido tren. Para las mujeres, por ser mujeres, el viaje es mucho más arriesgado que para los hombres. Las agresiones sexuales son casi el destino inevitable de una mujer que llega en tren al norte.

En Caborca, una localidad contigua a Altar de casi 100,000 habitantes, a las orillas de las vías del tren, le preguntamos a Karina (nombre ficticio) si el chico con que llegó en tren es su novio. Nos responde: “Es mi novio del tren”. Algunas de las pocas jóvenes que llegan en ‘la Bestia’ hasta el norte de México nos cuentan que muchas veces se hacen de novios en el curso del viaje. Deducimos que es una forma de protegerse de otros hombres que pudieran agredirlas, al menos de este modo solo tienen sexo con uno.

Para estas jóvenes, ser bonitas es una desventaja que las expone aún más a la violencia sexual y machista. Muchas toman pastillas anticonceptivas asumiendo que serán violadas y que al menos así no quedarán embarazadas. Otras, cuando les llega la menstruación no se asean para apestar y provocar asco a los agresores. Ser mujer y pobre redobla entonces la vulnerabilidad que sufre una persona en tránsito migratorio. A la violencia estructural y física se agrega la violencia sexual y machista.

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