GOTAS DEL SABER (47)

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3 de julio de 2021
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GOTAS DEL SABER (47)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Por: Juan Ramón Martínez

I
En el fin del dominio español sobre Centroamérica, estuvieron al frente de su interés en el Reino de Guatemala, tres figuras importantes. De diferente carácter, influencia e importancia. Fueron José Bustamante y Guerra, Carlos Urrutia y Montoya y Gabino Gainza. Los tres españoles, administradores de carrera, funcionarios que habían ocupado diferentes cargos en el imperio español. Ejercieron sus funciones en las primeras dos décadas del siglo XIX, un periodo en que España, agobiada por sus propias crisis internas, sus errores en las relaciones con Francia e Inglaterra y derrotada por las campañas de Bolívar y San Martín en el sur y frente al comportamiento de Nueva España, había perdido el control de la vida política, económica y religiosa de las provincias de Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

II
“En marzo de 1811, antes que el nuevo presidente llegara a Nueva Guatemala de la Asunción, su sector ilustrado contaba con información del nombrado, es decir, de don José Bustamante y Guerra que, entre 1789—1795, había sido subcomandante de la Expedición Científica de Circunnavegación del Mundo, dirigida por Alejandro Malespina; y que en España había desconocido al gobernante intruso José Bonaparte (Pepe Botella), hermano de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, después de su toma posesión como Presidente su trayectoria hasta entonces en ascenso empezó a declinar, en primer lugar, por sus procedimientos tiránicos en las pacificaciones de los sublevados de San Salvador y Granada, así como los que participaron en la Conspiración de Belén; en segundo porque en 1813, en abierta desobediencia a lo que establecía la Constitución de Cádiz, más conocida como La Pepa, no otorgó el indulto general, disfrazó el cobro del tributo de los indígenas y no permitió la libertad de imprenta; y en tercero, porque en 1814, después que Fernando VII suprimió la Constitución, ordenó celebraciones y quemó sus ejemplares en la Plaza de Armas, destituyó a los funcionarios que firmaron las Instrucciones que el diputado José Antonio de Larrazábal llevó a las Cortes de Cádiz, depuso a las autoridades electas del ayuntamiento y reinstaló a los concejales anteriores”. (Horacio Cabezas Carcache, Últimos Administradores Coloniales: EL OCASO DEL REINO DE GUATEMALA, USAC, Guatemala, página 21). Como se puede concluir, el ocaso de los imperios, la caída de las naciones e incluso el atraso prolongado del subdesarrollo y la pobreza de una nación, casi siempre están vinculados, con la calidad de sus gobernantes y las decisiones por estos tomadas en momentos cruciales.

III
No hay conquista buena. Ni siquiera las guerras santas, ejecutadas en nombre de Dios. La conquista española, no fue una excepción. Su característica principal, además del uso de la fuerza y el ejercicio de la dominación, fue la desigualdad. Primero entre conquistadores y conquistados. Después, entre peninsulares y criollos –disputando por los cargos públicos y eclesiásticos-. En 1812, los criollos, ocupaban alrededor de 700 de los 740 puestos públicos, para concluir, estableciendo castas entre los indígenas, para crear entre ellos, dominados y dominantes, autoridades y jueces, que fueron tan arbitrarios como los españoles. Esta desigualdad, no ha desaparecido. Los herederos de las familias peninsulares que dominaron el comercio, el crédito y la explotación de algunas empresas, siguen todavía gobernando a nuestros países y preservando, con distinto discurso, pero con iguales resultados, el clima de desigualdad que caracteriza las relaciones políticas y económicas entre la población de los países de Centroamérica. “A principios del siglo XIX, la antigüedad de las principales familias españolas de Nueva Guatemala de la Asunción se remontaba a mediados del siglo XVII y a principios del siglo XVIII como era el caso de los Asturias, Arrivillaga, Batres, Nájera y Urruela, así como los Aycinena, Barrundia, Chamorro, Irrisarri, Landívar, Larrazábal, Pavón y Piñol. Estas controlaban el comercio de exportación e importación”. Pedro Molina, citado por Facio, dice que “en el modo de vida de dichas familias: los nobles de Guatemala, más tiranos que los reyes de España, en tiempos de su gobierno, se acostumbraron a tratar a las clases oprimidas como a seres que había producido la naturaleza solo para sus comodidades; ocupaban todos los empleos que los españoles europeos no llenaban; solo ellos tenían derecho de cultivar sus talentos, desarrollar sus facultades naturales y recibir una educación fina y decente. Aún el orden sagrado lo hicieron un bien patrimonial contra la ley evangélica de no separar de él a ninguna clase de hombres; vendían la justicia y los provincianos, jamás ganaban un solo pleito contra ellos, por claros que fuesen sus derechos después de gastar inmensas sumas. Comparaban añiles al precio más bajo, mandaban al efecto un agente o apoderado, para que como único comprador, los tomase a su antojo, porque no siendo libre el comercio, no era lícito vender a todos. Lo mismo sucedía con las partidas de ganado que precisamente debían de venderse en Cuajiniquilapa para que las pérdidas y gastos de la conducción fuesen de cuenta de los hacendados ganaderos, que, por no volverse con sus partidas, daban el precio que querían los monopolistas de Guatemala. A más de esto, se obligaba a los que compraban ganado a venir a matarlo a Guatemala por cierto número de días, en proporción con el que se comprobara fin de surtir de carnes este mercado y ellos repastar el suyo, para después venderlo a precios más subidos; de modo que si un salvadoreño (que adquiría el ganado hondureño) compraba, debía ir a Guatemala a matar su ganado”. (Horacio Cabezas Carcache, Independencia de Centroamérica: Gestión y Ocaso del Plan Pacífico, páginas 42 y 43).

IV
Lo mismo que ocurría en Guatemala, pasaba en El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En Tegucigalpa, las familias dominantes, provenían en el caso de Tegucigalpa, de los descendientes de los encomenderos y los cobradores del quinto real. Las familias Soto, Midence y Zelaya, solo son algunos ejemplos de este dominio (Zepeda Ordóñez). “Bastante semejante fue el modo de actuar de las familias Chamorro, Arguello, Lacayo y Sacasa en Nicaragua que eran propietarias de las grandes haciendas ganaderas y de las casas comerciales en las ciudades de León y Granada. Síntesis del modus cogitandi de la aristocracia colonial sobre los indígenas la encontramos en la carta escrita en 1797 por un terrateniente criollo de la Alcaldía Mayor de San Salvador: Amigo mío, para conocer a los indios véngase a mi hacienda, a lidiar un tantito de tiempo con ellos y verá si son perros y si le da ganas después de meterse a defenderlos. No hay paciencia que baste para sufrir esta canalla. Yo soy hacendado, le protesto a vuestra merced que quisiera ser verdugo (…) el único medio de adelantar con estos bribones es el cuero y todo lo demás es perdedera de tiempo, y darles tiempo para que se pongan peores. (…..) Así son estos que usted llama hombres y que no son sino micos o peores que micos. Todo lo demás es cuento; y habría que prohibirse que los chapetones hablen de los indios a menos que sean hacendados, porque no los conocen, ni entienden en sus mañas. Sobre todo, si ellos fueran más hombres de lo que son, puede que nosotros estuviéramos peor que lo que estamos, pue si llegaran a vestirse de militar, y a igualarse con los españoles, quien los haría trabajar. Todos querrían ser señores, y ya se deja discurrir lo que resultaría de aquí” (Cabezas Carcache, obra citada, páginas 43 y 44).

V
Danlí, fue durante la colonia y hasta finales del siglo XIX, una región ganadera que comerciaba con Guatemala. Sin embargo, no conocemos quejas en contra de sus colegas guatemaltecas, por lo menos hasta ahora y documentada. Sin embargo, nos llama la atención que el Ayuntamiento de esa ciudad, votó en contra de la independencia. En cambio el disgusto del resto de los hacendados hondureños, “se encontraban molestos con la oligarquía guatemalteca, integrada principalmente por los grandes comerciantes y las autoridades coloniales, debido al monopolio económico y político que ejercían” (Gaceta de Guatemala, 15 de mayo de 1797, citado por Pinto Soria, 1986:154): Este comportamiento de los hacendados de Danlí, conviene que las nuevas generaciones de historiadores, explorando los archivos municipales y de Guatemala, lo estudien y esclarezcan.

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