BATALLA NAVAL DE LOS ESPAÑOLES EN TRUJILO CONTRA LOS SUDAMERICANOS (1/2)

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4 de mayo de 2024
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12:58 am
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BATALLA NAVAL DE LOS ESPAÑOLES EN TRUJILO CONTRA LOS SUDAMERICANOS (1/2)

Rafael Ángel Elvir

Al regresar el ingeniero Anguiano de la campaña de Roatán, trajo consigo alrededor de dos mil caribes que los ingleses recientemente habían importado de las Antillas Menores para desarrollar la agricultura de las islas. Anguiano les dio asilo en Trujillo. A los diez años los dos mil morenos habían duplicado el número. El comandante español manifestó al Capitán General del Reino la conveniencia de crear establecimientos de caribes en otras localidades del litoral porque abrigaba el temor que estos se confabularan con los zambos, protegidos de los ingleses, y se apoderaran de toda la costa.

Este proyecto fue aprobado por el Gobernador de la Provincia de Honduras y el Capitán General del Reino, y los caribes, llamados morenos por los españoles, por su piel más clara que los africanos puros, fueron establecidos en Tela, Barra de Ulúa, Omoa, Masca y Amartique en Guatemala. En ningún lugar los mencionados se sintieron tan felices como en Tela. La población nativa si apenas llegaba a 500 jicaques asentados en los planes de Toloa, Santiago, Lancetilla, Hicaque, Tela y Cangelica. En estas condiciones ópticas de soledad y de abundancia de pesca, de cacería, de cocales realengos y de playa limpia y sana, pronto el caríbal, asentado en la barra del Rio Tela, floreció junto a la población nativa que tenía su caserío en las márgenes del rio Gilanterique. Se llamaba al morenal Barrio Abajo y al yoreño Barrio Arriba. Una calle llamada La Morena, comunicaba ambos barrios por el centro, la cual hoy se llama Trinidad Cabañas; por el norte, se comunicaba con la calle de La Playa, que en 1889 se bautizó con el nombre de calle del Comercio, y hoy, Francisco Morazán. Aprovechándose del viejo rencor que los caribes sentían por los ingleses, se dio a estos establecimientos el nombramiento de Tropas Morenas Auxiliares de la Corona con el propósito que repelieran cualquier contingente invasor que desembarcara en las playas. Estos halagos de las autoridades del reino convirtieron a los caribes en los más fieles y adictos defensores del régimen español.

Tropa morena atrasa la independencia de Centroamérica

El comportamiento de los morenos vecinos de Trujillo, reforzados por los de Tela, en la defensa de aquel puerto ante una flota enviada por el diputado Mérida, Presidente de la Asamblea de Venezuela en 1820, pone de manifiesto las cualidades marciales de la tropa auxiliar morena.

El 21 de abril de 1820, un año antes de la independencia, apareció en el horizonte, a barlovento (Punta Castilla) una escuadra naval compuesta por dos bergantines goletas, cuatro goletas, cuatro pailebotes, un falucho y una balandra. Traía de Jefe de Operaciones al ciudadano venezolano don Luis Aury, al mando de 400 hombres, y la bandera que enarbolaban las naves era una de dos fajas azules y una blanca en el medio, y en esta un escudo que no se pudo definir de lejos. Defendiendo la plaza de Trujillo, el Comandante interino, Teniente Coronel José María Palomas, español, y los oficiales españoles don Fernando López, Teniente de la Compañía fija y comandante accidental de ella; don Manuel Fernández, Teniente del Real Cuerpo de Artillería y comandante allí de esa arma; don Antonio Jurado, Alférez del Escuadrón de Dragones de Yoro, y don Carlos Barreiro, Subteniente de la compañía fija. La tropa auxiliar morena contribuía, entre otros oficiales, con Teniente de morenos José María Zapialla, Teniente de morenos Justo Fariñas, y Capitán de morenos Francisco Demani, el teniente de morenos Pedro María y el Teniente de Caribes Nicolás Montero. Estos guerreros selectos eran de Haití y los demás de las Antillas Menores, isla de san Vicente. El centro de la defensa estaba a cargo del castillo del puerto con su batería San José de 12 cañones, un ala derecha hacia la barra de la laguna de Guaymoreto con cinco trincheras hacia la costa opuesta.

Relato del combate naval en abril de 1820

“A las 11 de la mañana regresó don Santiago Gotay de atalaya; y me informa que una escuadrilla compuesta de 14 velas se encaminaba hacia puerto, y que había oído un tiro de cañón, sin duda como señal de reunión (21 de abril). Al toque de generala acuden las tropas y vecindario ocupando aquellos los puestos que con anticipación tenían designados, y que encargándose este (el vecindario), de una trinchera provisional que había mandado a formar al este de la batería san José, en la cumbre de una loma que domina el embarcadero, calle de la playa, calzada, avenidas del rio Negro, caríbal y alguna parte del pueblo, en la que montaron una culebrina de 12 y dos obuses de a 8. En este estado en que cada oficial, soldado y vecino ocupa ya su puesto respectivo, a las 11 y media empieza a entrar en el puerto, remontando la punta de Castilla, la escuadra enemiga, sigue adelantándose lentamente hacia el fondeadero como dando tregua para la reunión de sus últimos buques. A las 2 y media acabo de entrar formándose en línea al frente de las baterías desde donde fondearon fuera del tiro de caño, enarbolando toda una bandera de dos fajas azules y una blanca en el medio, y en esta un escudo. Enseguida como a las 4, uno de los bergantines echa su bote al agua, el que se dirige al desembarcadero con bandera blanca, conduciendo un oficial, lo que observado por mi ( el comandante Palomar) desde la batería principal en que me hallaba, me dirigí a la playa, y doy orden que un sargento y diez soldados los reciban al momento de saltar a tierra, y, vendándole los ojos, me lo conduzcan a la casa más inmediata del desembarcadero, donde se preparaba para recibirlo, y habiéndoseme presentado me entregó los pliegos que conducía; uno de ellos era la intimación de Aury para la entrega de la plaza, dando por término perentorio una hora, y los otros, una proclama y una carta firmada por un tal Mérida que se llama diputado por Caracas.

Instruido de su contenido, lo despache respondiéndole de palabra que consultaría con mis oficiales; y, en consecuencia, los convoco a un Consejo de Guerra, y habiéndole informado de las proposiciones de Aury con exhibición de sus propios pliegos, concuerdan todos uniformemente, en que se desprecien sin darle consideración alguna; pues no era compatible de las armas S. M. (su Majestad) entrar en convenio con un hombre que no tiene más representación que la que quería suponer, y que se debía esperar que hiciese uso de las armas con que amenazaba. En vista de esta determinación, que en todo se conformaba con mis ideas, me mantuve en expectación de las operaciones del enemigo, pues no en el resto de la tarde, ni en toda la noche hizo movimiento alguno. (CONTINUARÁ)

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