Benjamín Santos, compañero

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23 de julio de 2021
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12:03 am
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Benjamín Santos, compañero

Por: Juan Ramón Martínez

No preciso la fecha. Debió ser 1972. Una mañana llegó a la Gerencia Nacional de Cáritas, Benjamín Santos, para incorporarse al equipo que dirigía. Hombre de hablar suave, me explicó que lo había recomendado el padre Arsenault, para fortalecer las acciones que ejecutábamos. Le había conocido antes, sabía sus habilidades, su formación y los conocimientos adquiridos en la UNAH. Celebré su ingreso, porque las tareas eran enormes; los retos, mayoritariamente desconocidos y los recursos teóricos, no siempre estaban a nuestra mano. Santos llegaba precedido de su experiencia en el Seminario Menor, en Radio Católica y, nimbado por el parentesco con el arzobispo Héctor Enrique Santos.

Inmediatamente simpatizamos y durante el trabajo, Santos, contrario a nosotros, aportó una visión más serena de la realidad y unas propuestas más ordenadas. Por ello, su presencia nos facilitó mucho las cosas. Lo recuerdo, hablando al final de nuestras discusiones y después de una inhalación profunda que nunca he visto jamás. Viajó, por todo el país, dando cursos, en los que -igual que todos- pretendíamos llevar a las bases rurales, la Doctrina Social de la Iglesia. Mientras nos habíamos encajonado en una postura en que el evangelio debía ir después de la acción que corrigiera los desarreglos sistémicos provocados por la pobreza, la exclusión social, el distanciamiento entre los marginados y los marginadores, Santos era más moderado y proponía que el evangelio fuera faro orientador. Postura más aceptable para los obispos que no siempre entendieron el juvenil entusiasmo con el que, queríamos cambiar las cosas. Vivíamos los tiempos de Vaticano II, Medellín y la pastoral de la Promoción Popular y la lucha contra la marginación social. Lo que, visto en la distancia, es la propuesta democrática, más coherente que se ha ensayado, para desde la paz y el acuerdo, transformar a Honduras.

Ya habíamos formado el PDCH, en 1968. Aunque Santos, no fue de los fundadores, se incorporó y se convirtió, por su afición teórica, en el cronista de aquel esfuerzo transformador. De su enorme juicio teórico, su capacidad para ordenar los hechos; e, interpretarlos, a la luz de las circunstancias, Santos dejó dos importantes libros que, sin duda le abrieron el camino para iniciar sus estudios en Alemania, becado por la Fundación Konrad Adenauer. En un viaje a Europa, fui a visitarlo a Bonn, en donde cursaba sus estudios. Para entonces manejaba su propio automóvil, un modesto WV, construido varios años atrás, lo que me impresionó por el alto movimiento vehicular, la vigilancia policial y el entorno idiomático extraño y distante. En un momento, un policía le hizo señal de parada que atendió. Inmediatamente, me sobresalte. El policía se acercó y en una lengua, dura y amenazante para mis oídos, -entrenados en un español suave y cadencioso-, le habló a Santos. Este, para mi sorpresa provinciana, le respondió también en alemán. Recobré el ánimo cuando, dejó el asiento del conductor y acompañado del serio policía, se colocaron en la parte posterior del viejo automóvil de mi compañero. Hablaron durante algunos minutos que me parecieron largos. Benjamín regresó, tranquilo y sereno. Y cerrando la puerta, me dijo “no hay problema: tengo una bujía de atrás quemada y tengo que comprarla. Si no lo hago me multarán”. Y tranquilamente me llevó a su apartamento, en un conjunto de nuevos edificios. ¿Adivina cuál es el nuestro -para entonces tenía varios años casado con Eda Hernández- me dijo riéndose? Y le señalé el único que mostraba las ventanas abiertas y la ropa colgada, moviéndose con la cadencia del viento. Al regresar, trabajó en Guatemala y en Honduras, dirigiendo un instituto político centroamericano, con el cual, en algún momento cooperé con él, dirigiendo la revista “Panorama”. Después lo animé a escribir en LA TRIBUNA, en donde destacó por su talento. Nos vimos la última vez en el funeral de Adán Palacios. Allí hizo bromas, sobre una expresión que había dicho en el sentido que no llegaríamos al poder, sino que seríamos secretarios de los campesinos convertidos en gobernantes. Sabías, dijo, que Lucas Aguilera se quedaría con el partido. Nos reímos en discreta complicidad.

Ante su muerte, ocurrida la semana pasada, siento que nuestra generación está dejando espacio para los nuevos valores. Los que no les será cómodo porque Benjamín Santos, no es fácil de sustituir. Paz a su alma.

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