TRES INTELECTUALES OLANCHANOS DE TRÁGICO DESTINO

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5 de septiembre de 2021
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12:20 am
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TRES INTELECTUALES OLANCHANOS DE TRÁGICO DESTINO

“El destino del genio es ser incomprendido, pero no todo incomprendido es genio”. Waldo Emerson

1. ALFONSO GUILLÉN ZELAYA.
Nació en Juticalpa, el 27 de junio de 1887, siendo hijo de Miguel Guillén y Jesús Zelaya. Se graduó de bachiller en el Colegio La Fraternidad de su ciudad natal.

Se trasladó a Tegucigalpa donde inicia estudios de Derecho; carrera universitaria que debido a un trágico incidente, no llegó a concluir.

Resulta que siendo estudiante de leyes, durante unas vacaciones, invitó a tres compañeros a pasar un mes en las propiedades olanchanas de su familia.

Estando en Juticalpa, una noche deciden llevar serenata a unas guapas muchachas de las que habían quedado prendados durante un baile que había organizado la familia en honor a los visitantes.

Una ronda nocturna, de las que se acostumbraban en aquellos tiempos, encuentra a los alegres serenateros a deshoras de la noche, por lo que deciden llevarlos presos.

Uno de los invitados de Guillén Zelaya ofrece resistencia y haciendo uso de su arma mata al jefe de la patrulla policial.

Durante el proceso judicial, el poeta, decide responsabilizarse por la muerte del oficial y ante el juez se declara culpable. Actitud que toma porque su conducta de bien nacido caballero no le permite que un invitado suyo vaya a la cárcel a causa de un incidente ocurrido mientras era su huésped. Si el precio por conservar inmaculada su responsabilidad de honorable anfitrión, es la cárcel, su deber es no rehuir ni protestar y pagar su precio.

El poeta es condenado por el tribunal y purga varios años en prisión.

Pero al poeta, su caballeroso gesto no solo le costó la libertad, también perdió su profesión, se manchó su honor y su senda se tornó ardua y abrupta.

Al ser liberado, viaja a El Salvador luego a Guatemala y, después, a México, en busca de otros horizontes donde poder olvidar la desventurada tragedia. Se dedica a ejercer el periodismo.

Habiendo regresado a Honduras, en 1929 impulsa una moción en el Congreso contra los intereses de la Standar Fruit, la que, aunque finalmente fue rechazada, causó la molestia de la Embajada y dio origen a la siguiente nota que envío el Embajador al Departamento de Estado:

“La actitud del Congreso se debe en parte indudablemente a los amargos y continuos ataques en El Cronista, de Alfonso Guillén Zelaya, que se mantiene terco aún ante la persuasión del Presidente Vicente Mejía Colindres. Este ha tratado de eliminarlo del campo político, ofreciéndole cualquier puesto diplomático, pero Guillén Zelaya rechaza toda oferta, prefiriendo permanecer aquí y combatir todo lo americano y, en especial, el contrato de Pan American Airwais y la United Fruit Co.

Murió en México a consecuencia de un accidente cerebrovascular, en 1947.

2. ABEL GARCÍA CÁLIX.
También era nativo de la cabecera olanchana y su arribo a este mundo ocurrió en 1890, el 1 de febrero, día que el calendario lo asignaba a San Sigiberto y San Trifón, razón por la que sus padres: José María García Zelaya y Mercedes Cálix, decidieron bautizarlo bajo el nombre de Abel. Estudió magisterio en el Colegio La Fraternidad.

Fue contemporáneo y compadre de su paisano Alfonso Guillén Zelaya, como también del metropolitano Rafael Heliodoro Valle, cuya prolífica obra ya analizaba y comentaba en La Ceiba en 1914, ciudad a la que se había trasladado en 1910 y donde ejerció el magisterio.

En el año de 1912, asociado con los también olanchanos José Mercadal y Juan Ordóñez López, más el mexicano León Osorio, el venezolano Augusto Pinto, y otros, funda la revista Vida.

En 1915, con su amigo el poeta Augusto C. Coello, fundaron el semanario Pabellón Latino.

El periodista Abel García practicó un periodismo múltiple: analista de temas nacionales e internacionales, crítico literario y artístico. Era un hombre de visión continental, a quien le preocupaba el expansionismo que mostraba la Unión Americana, lo que lo llevó a proponer la unidad hispanoamericana.

En 1917, por denunciar ante la opinión pública arbitrariedades cometidas por las autoridades, es expulsado del país.

Se dirige a Cuba, “la perla de las Antillas”, donde encuentra un país con un desarrollo muy superior al suyo, sintiéndose gratamente impresionado, particularmente, por su periodismo moderno y extenso. En La Habana circulaban diez diarios, dos de ellos en inglés, muchos semanarios y una considerable variedad de revistas.

El diario de La Marina, el más antiguo, tiraba dos ediciones diarias y tenía más de 80 años de circular.

Solo una cosa llega a inquietarlo en Cuba: “que los cubanos llevaban su cubanismo a tal extremo que para ellos, ningún hijo de la tierra tiene méritos superiores a los suyos”.

Después de permanecer pocos meses en La Habana, García Cálix se dirige a México.

En México se encuentra con un país sometido a profundos cambios sociales impulsados por una revolución que para Benito Juárez no era anticapitalista, sino que pretendía regular el control de los recursos naturales y poder impulsar y desarrollar el capitalismo mexicano.

En México escribió crítica literaria y comentarios sobre sucesos internacionales relevantes. Trabajó en el periódico El País, un diario que criticaba al gobierno de Plutarco Elías Calles, en el que García Cálix contribuyó con la publicación de denuncias. Su posición periodística, provocó la orden de su deportación del país azteca.

En cuanto a lo ideológico, no se considera que Abel García Cálix tuviera un ideario político-filosófico marxista, pero sí compartía las ideas socialistas de Guillén Zelaya.

“La literatura moscovita de la Rusia del soviet que plantea problemas de aquellas latitudes no podrán servir de pauta al obrero hondureño, (…). Las ideas socialistas que flotan en el ambiente, dada nuestra falta de población y de capitales, son las del socialismo de Estado, dirigidas por nuestras leyes y sobre todo por el Capítulo XX de la Constitución política, inspirada en principios claros y concretos de las modernas renovaciones sociales que vinculan fuertemente el capital y el trabajo…”.

Como consecuencia de su deportación de México, Abel García Cálix, regresó a Honduras a mediados de 1926.

El 15 de septiembre de 1926, con ocasión de la celebración del centenar de años de independencia, en la Alcaldía Tegucigalpense pronunció un autocrítico y recriminatorio discurso, del cual reproducimos los siguientes párrafos:

“(…) nosotros como Erinias implacables, apenas hemos tenido voluntad para perseguirnos a través del territorio nacional (…) no hemos sabido hacer uso de la libertad que nos legaron los próceres. La libertad en nuestras manos, ha sido libertinaje, festín pavoroso de caníbales. Durante 105 años que cumplimos hoy de ser independientes, no podemos ofrecer ni una sola década de tranquilidad constante, de trabajo intensivo y de fraternidad creadora. (…) Ahora mismo, que estamos celebrando esta solemne misa cívica, hay amenazas en el horizonte. Agudizada la mirada, clavadla en los cuatro puntos cardinales y os convenceréis de la presencia de rostros congestionados por la codicia o por el odio que nos miran con vidriosas pupilas de fieras que se preparan para el salto. (…)”.

Por su conducta digna, sin temores ni claudicaciones en defensa a la legalidad y la justicia, permanentemente atropelladas por el poder, Abel García Cálix fue víctima de las balas asesinas de un adversario político.

Encontró la muerte el 12 de mayo de 1927, un año después de haber regresado a la patria, en pleno centro de Tegucigalpa. Alrededor de las ocho de la noche fue atacado inesperadamente por Calixto Carías, sobrino de Tiburcio Carías, mientras caminaba por la acera del parque Morazán con su amigo Marco Antonio Rosa. Las balas de inmediato le segaron la vida, cuando apenas contaba con 37 años de edad.

Fueron testigos de lo ocurrido, el ya mencionado Marco Antonio Rosa, Manuel Mora y Florencio Valle Turcios.

El fallo del juez fue condenatorio.

La defensa del condenado apeló el fallo ante la Corte de Apelaciones, presentando como testigos a los señores: Francisco Martínez Fúnez, Salvador Aguirre, Donato Díaz Medina, Ángel R. Fortín, Tomás Cerrato Callejas, Ana García de Carías, Venancio Callejas, Juan Manuel Gálvez, Antonio C. Rivera, J Vicente Cáceres, Abraham Gúnera, y otros más, quienes declararon que el condenado había actuado en defensa propia.

Evidentemente, ante tan abrumadora fuente de prueba testifical, el fallo final fue absolutorio.

3. FEDERICO PECK FERNÁNDEZ
Nació en Juticalpa el 8 de abril de 1904. Era la costumbre de aquel entonces que el niño se bautizara con el nombre del santo que la Iglesia honrara esa fecha, pero su padre, el médico norteamericano Federico Peck Davidson, originario de Cleveland, Ohio, decidió cederle el suyo propio. De haberse obedecido la costumbre, el niño habría llevado por nombre, si no Amancio, Asíncrito.

Fue su madre la joven y bella viuda Dolores Fernández Garay; quien, de un anterior matrimonio con el malogrado doctor Francisco Cálix h., había procreado una hija que llevaba por nombre Amparo.

Inició sus estudios de Bachillerato en Juticalpa, habiéndolos concluido en California, Estados Unidos de América, desde donde regresó notablemente influenciado por las modernas teorías liberales que allá se discutían y que aprendió a defender durante los debates estudiantiles en los que participaba con ardor y persuasiva oratoria, lo que le ganó ser conocido como “el niño orador”.

A su retorno a Honduras, decidió estudiar la carrera de Leyes, la que por motivos desconocidos no llegó a concluir; tal vez, a causa de los aprietos en los que ponía a los dogmáticos catedráticos universitarios, ante el planteamiento de sus antítesis contra las proposiciones de los viejos preceptos subjetivos que acá dominaban.

Fue un espíritu rebelde y altanero, de ideas radicales, revolucionarias y un antiimperialista convencido. En su lucha contra el imperialismo levantó trincheras en las revistas Ariel y Renovación.

Sus narraciones son cuadros llenos de realismo y vida que aúnan en el lector la imaginación con la creación, como cuando nos pinta las maravillosas escenas plasmadas en su cuento “Vaqueando”, como la siguiente:

“Los pinos levantaban sus cuerpos y extendían sus brazos y entre sus hojas cordales el viento enhebraba una vaga canción. En la montaña cercana, al pie del cerro, una quebrada corría en fresco y alegre parloteo. De vez en cuando resonaba el rápido picotear de un pájaro carpintero sobre la vieja corteza de un roble….”

Me pregunto: ¿Quién no es capaz de dibujar mentalmente ese vívido cuadro poético?

Físicamente era un hombre bien parecido, que atraía las miradas del sexo opuesto, sobre todo, cuando gallardamente recorría las calles de Tegucigalpa cabalgando su fino y brioso corcel.

Por cierto, según su único hijo, murió cuando bajándose de su caballo dio la espalda a su enemigo Roberto López Callejas, momento que este aprovechó para asestarle un disparo sin concederle oportunidad alguna de defensa.

Revela el Abogado José A. Sarmiento, que otro balazo le fue inferido a Peck Fernández, por el entonces Ministro de Gobernación José María Casco.

Murió a la corta edad de 25 años, al decir de unos, por vengar ofensas de clandestinos amoríos, pero al de otros, por enemistades políticas.

Quince días después del crimen, el señor López Callejas fue declarado inocente y liberado.

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