¿Quién es el soberano?

MA
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29 de septiembre de 2021
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12:58 am
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¿Quién es el soberano?

Nery Alexis Gaitán

En este año de la conmemoración del Bicentenario de la patria, hay quienes dicen que no hay nada que celebrar. ¿Será que no les festejan los cumpleaños a sus hijos, a sus padres, a las personas que dicen amar? Y de paso empiezan a despotricar contra el país, desde una perspectiva de odio. De nuevo pregunto ¿cuándo sus hijos o demás seres queridos cumplen años, se los celebran insultándolos?

Algo parecido sucede con estas fiestas de conmemoración de los 200 años de nuestra vida republicana. Aquellos que dicen que no hay por qué celebrar confunden a la patria con el gobierno; al gobernante con la nación. Su agenda política adversa a la administración gubernamental solo males le vaticinan a los hondureños, negando todo lo bueno que tenemos y, sobre todo, el deseo de salir adelante y construir un mejor país para todos.

Una de las características de esa agenda adversa al país es manipular a conveniencia el término de “soberano”. Se supone que es el pueblo el mandante, o sea el que ordena; y el mandatario está al servicio del pueblo. Es por ello que los gobernantes y demás autoridades son servidores del pueblo y no sus amos, como erróneamente se ha concebido.

Pero esta agenda apela al soberano solamente en sus términos de conveniencia, adscrita a un populismo que ha traído miseria en todos los países donde ha llegado al poder. Hay que enfatizar que el soberano no son ellos, ni tampoco lo representan, por mucho que cacareen que son los representantes del pueblo mismo.

Hugo Chávez lo simplificó: “El pueblo soy yo”, copiando la frase del famoso rey francés; lo que obviamente es el camino de las dictaduras. Y es que, arropándose con el término soberano, modifican la Constitución para entronizarse en el poder, dejando como resultado el país completamente saqueado y en la miseria, como es el caso de Venezuela.

En verdad, el pueblo es el soberano, y los buenos hondureños deben gobernar tomando en cuenta el bienestar común, en aras de favorecer a las grandes mayorías. Y claro, en el contexto de la democracia y la paz, bastiones del desarrollo.

Pero no se puede apelar al término de soberano para realizar críticas mordaces al sistema democrático, a sus instituciones, y desconociendo los avances en el Poder Judicial; o magnificar protestas sociales, que aunque justas, están dentro del espíritu democrático y en ningún momento representan que somos un Estado fallido.
Plantear que el espíritu del soberano no está presente en el Bicentenario es negar la hondureñidad. Es desconocer todo lo bueno que hemos hecho los hondureños en estos 200 años como país. En ningún momento se desconoce, apelando a la historia, que hemos hecho cosas mal, pero también hemos hecho cosas buenas, las que hay que continuar haciendo por el bien de todos.

Precisamente esta conmemoración ha servido para reflexionar sobre nuestra identidad nacional, en aras de fortalecerla; también para analizar nuestra historia para no seguir repitiendo lo malo que hemos hecho. Y, esto es muy importante, para reflexionar sobre nuestro futuro como país, negando así el fatídico vaticinio de Yuval Harari.

Hemos constatado que esta celebración ha sido del pueblo y para el pueblo; y en los 298 municipios se han desarrollado todo tipo de actividades de conmemoración donde se han involucrado desde niños hasta personas de la tercera edad, con profundo amor patrio. Recalco, esta no es una celebración del gobierno, sino del pueblo.
Necesitamos, más que manipular conceptos que no aportan nada al bienestar común, entender que todos somos la patria, que del esfuerzo de cada uno de nosotros depende el bienestar de la nación. Y que la independencia es personal, y que el cúmulo de las mismas es lo que edifica la patria.

¡Los hondureños merecemos un mejor destino en la vida!

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