Campaña electoral y lenguaje

MA
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6 de octubre de 2021
/
01:09 am
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Campaña electoral y lenguaje

Nery Alexis Gaitán

Con excelsa sabiduría el Libro de los libros manifiesta que “de la abundancia del corazón habla la boca”. Nuestras palabras evidencian lo que somos; si hay valores en el alma, el que habla dignifica la vida; y la generosidad estará siempre presente en sus actos. Al contrario, si el que habla no tiene valores, las palabras solo evidencian miseria, mezquindad, villanía.

Los grandes discursos humanistas están pletóricos de un lenguaje que resume sinceridad. Su finalidad es aportar al bienestar común; orientar hacia el bien y lo correcto. No se necesita ser un consagrado escritor para hablar con calidad humana; el corazón generoso conoce el sendero de la palabra correcta, justa y noble.

Los dirigentes de cualquier tipo están obligados a orientar de una forma certera a quienes están bajo su influencia. Así, los líderes religiosos deben orientar a sus feligreses hacia el cultivo de los altos valores morales y espirituales; y no ser comerciantes de la fe, porque en eso se han convertido la mayoría. Su discurso, de obvia intención comercial, los ha vuelto indignos, sin vergüenza alguna; escoria de la peor calaña.
Los dirigentes políticos, que tienen la gran responsabilidad de dirigir los destinos del país, están obligados a orientar y actuar correctamente, tomando en cuenta el bien común y colocando los sagrados intereses de la patria en primer lugar.

Ahora, que estamos en plena campaña política, se escuchan discursos que nada tienen que ver con el involucramiento, que deben poseer los políticos, en aras de mejorar la calidad de vida de la población. No se puede negar que hemos tenido algunos estadistas y políticos con discursos de cierta calidad, pero la mayoría de las veces solo han manifestado palabras que se las ha llevado el viento.
Los discursos de los políticos actuales dejan mucho que desear. La pobreza de su lenguaje nos deja bien en claro varias cosas. 1. Que no están interesados en mejorar las condiciones de vida de los pobres. 2. Que solo les importan sus propios intereses. 3. Que prometen y prometen y nunca van a cumplir. Aquí se aplica el dicho: “Nadie promete tanto como aquel que no está dispuesto a cumplir”.

Además, y si nos detenemos a analizar los aspectos formales de su palabrería, que no llega a discurso estructurado, nos damos cuenta que. 1. Desconocen nuestra historia. 2. No les interesa la hondureñidad. 3. No han leído ni les interesa hacerlo; su pobreza de lenguaje es notoria.

En lo ético nos damos cuenta que son personas que no poseen valores; su calidad humana es muy poca o inexistente. Al hablar, su boca solo destila odio, rencor, veneno. Para constatarlo, solo oigamos la forma en que tratan a sus adversarios políticos, ya sea de su mismo partido o de otras instituciones.
En vez de políticos, en busca de cargos de elección popular, parecen delincuentes en pugna. En la forma cómo tratan a los demás, están ausentes las normas de respeto y cortesía; y no digamos de generosidad. No olvidemos que la palabra nos define, dice quién y qué somos.

La retórica, que es el arte del bien hablar, avalada por los hechos correspondientes a favor del bien, por lo general no existe en los políticos hondureños. Estos son torpes, ignorantes y sinvergüenzas.
Honduras necesita políticos de calidad, con discursos serios, honestos y que reflejen una condición humana impecable. Que les interese involucrarse positivamente en el desarrollo del país. Que se conduelen por la pobreza en que vive la mayoría de nuestro pueblo.

No se trata de que aprendan a decir palabras bonitas, sino de que sean honestos y estén dispuestos a servir a los demás. Necesitamos políticos que sean respetuosos de la ley.

¡Ojalá que este noviembre elijamos políticos honestos, la patria lo requiere!

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