PUENTES DE HAMACA

ZV
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29 de noviembre de 2021
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12:40 am
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PUENTES DE HAMACA

¿ESTAS elecciones han sido las más complicadas de los últimos tiempos? Pues no. El montaje sí requirió de esfuerzos extraordinarios. Volver a elaborar una base registral y un nuevo censo electoral y emitir una nueva tarjeta de identidad. Armar primarias e internas exitosas, sin contar con ley definitiva, regateando presupuesto y dependiendo de retazos y decretos improvisados. Y llegar hasta el final, también, con tardada asignación de los recursos necesarios para la adjudicación de sistemas tecnológicos y de transmisión de resultados. Las aguerridas del CNE luchando por la autonomía e independencia constitucional del ente electoral cercenada por políticos mañosos, superando obstrucciones. Todo ello –solo como medida de la titánica tarea– en medio de una pandemia. Pero hasta allí.

Elecciones en preñada atmósfera de incertidumbre fueron las de la Asamblea Nacional Constituyente –con la estructura electoral en parte dependiente de la influencia castrense que, por 16 años, se mantuvo gobernando– que marcaron la transición del poder en manos de militares a los civiles. Tampoco es hoy la única vez que se pasa por una depuración de los censos y la emisión de nueva tarjeta de identidad. La primera votación en esta última etapa democrática, fue con unas tarjetas amarillas. Reclamaban los afectados que las alcaldías y juzgados en todo el país eran los mismos puestos por los uniformados en contubernio con sus entonces socios políticos. Comicios posteriores también fueron accidentados. Subidas y zambullidas de una montaña rusa, no exentas de crisis. Como aquella cuando los militares convocaron a los políticos a los cuarteles para sacar la famosa Opción B. En esa, y en otras ocasiones, hubo maromas de los perdedores para no aceptar los resultados. Las pasadas desembocaron en una crisis postelectoral, con molotes callejeros que groseramente arruinaron la Navidad. Esa fue la razón por la cual tuvieron que remozar todos los entes electorales, buscando devolver un mínimo de confianza al público después que esa cayó al suelo. Ahora hay una sociedad bastante polarizada. Cuenta con armas poderosas de las tóxicas redes sociales usadas para agigantar el odioso enfrentamiento. Pero la fe es que aún así esta vez los comportamientos sean más civilizados. Mucho del nerviosismo es porque los zombis robotizados adictos a esas redes ponen de correr a la gente decente.

Hay que entender la naturaleza del momento que se vive. Cruzar al otro lado del barranco, no es sobre una armazón firme de cemento y hierro sino sobre resbalosos puentes de hamaca mecidos por ráfagas de viento. Esperemos que los que pierdan acepten los resultados con decencia y los favorecidos reciban el triunfo con humildad. Una última consideración. La corta memoria –o sencillamente no haber vivido hechos pasados– impide a muchos valorar los acontecimientos del presente con objetiva perspectiva. Un ejemplo. Decía un candidato que su recorrido de miles de kilómetros en la campaña pudo comprobar dizque “el daño a la infraestructura material y productiva ocasionada por estas dos últimas tormentas era mayor a lo ocurrido durante otros siniestros”. Pues bien, para fines políticos quizás convenía exagerar, ya que nada, ni remotamente, es comparable a la devastación del bíblico diluvio. Eso partió en cientos de pedazos la geografía nacional. No hubo lugar que quedó ileso. El error de cálculo bien podría ser que el político solo presenció los estragos en la ciudad donde residía desconociendo el destrozo sufrido en cada uno de los lugares desbaratados. Pero ni aún así, porque la destrucción en el Distrito Central fue inmensa; las dos ciudades gemelas se quedaron incomunicadas, sin puentes, inundadas, sin agua, sin combustible. Mientras otras zonas urbanas eran demolidas, la ruralidad experimentaba la completa destrucción de las cosechas. En el presente, el agravante es la peste sanitaria que golpea sobre una crisis ya existente. Así como nada es igual a experiencias pasadas, cada elección reviste sus propios rasgos de turbación. La responsabilidad de gobernar un país tan lastimado es un tremendo reto. (Recibimos un mensaje comentando los resultados: “Tanto lo citó que se arrechó el Sisimite… y bajó de la cima”. Y por lo visto anda asustando incrédulos).

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