Céleo Gonzales, el vacío insuperable

MA
/
21 de diciembre de 2021
/
12:10 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Céleo Gonzales, el vacío insuperable

Juan Ramón Martínez

Cuando nació Céleo Gonzales, en Cedros, Francisco Morazán, el movimiento sindical estaba allí. Pocos líderes hondureños tienen tan vinculada su existencia como la del líder sindical que marcó una época y un movimiento que, por diversas circunstancias, incluso por la vida suya y la de sus compañeros, fue central para el ascenso social, la configuración de la sociedad y su democratización. Si antes, el ascenso social lo permitían las guerras civiles, con el ingreso del sindicalismo al centro de la vida social, la democracia dio un paso adelante. Y el movimiento político se revitalizó por el ingreso de una nueva cantera de líderes que ya no provenían de los campos de batalla; de las universidades y menos de las familias descendientes de los encomenderos coloniales, sino que de la acción productiva.

El hecho central, que produjo tal fenómeno, fue la gran huelga general de abril y mayo de 1954. Ella puso en el escenario a la clase obrera y a sus líderes principales, Así en ese orden. Antes, con Cálix Herrera y Juan Pablo Wanraitg, los líderes iban primero, -sin que fuese necesario que estos fueran obreros- y las masas detrás. En 1954, las masas se colocaron primero y ellas en la lucha desigual, echaron mano de lo mejor que tenían: sus cuadros para negociar. Y mantener la lucha. Aquí, en esta dinámica en donde emergen Céleo Gonzales, Salvador Ramos Alvarado, Oscar Gale Varela, Jaime Gutiérrez Galán, Andrés Víctor Artiles y otros muchos más. Por ello es que su obra es, más significativa que sus propias vidas, destacando en esta, la vinculación obrera, con las fuerzas políticas que querían trasformar al país. Por ello, Céleo Gonzales que había nacido el 12 de mayo de 1921, ingresa en 1957 al Congreso Nacional y transformado en diputado, le brinda al país una participación parlamentaria que sorprende y estremece a una clase política adormecida por los partidos políticos conservadores que había creado el árbol plantado por el General Tiburcio Carías Andino.

Porque representa un sector de la sociedad que vas más allá de sus propias necesidades y más bien presenta un modelo de sociedad en el cual, las fuerzas del capital y el trabajo, puedan convivir y generar una dinámica que transforme la economía y le dé un impulso al desarrollo nacional. Por ello, posiblemente las mejores legislaturas que ha tenido el país en toda su historia, sean las seis de la primavera liberal que interrumpiera violentamente Oswaldo López Arellano en el doloroso 3 de octubre de 1963. Nosotros, muy jóvenes, éramos unos niños; pero nos reuníamos con otros mozalbetes, para escuchar los discursos de Céleo Gonzales, Abraham Williams Calderón, Modesto Rodas Alvarado y Pedro Pineda Madrid entre otros, intuyendo que en esa nueva retórica, estaban las raíces de las cuales brotaría el árbol fuerte de la democracia hondureña.

Fuera del Congreso Nacional, Céleo Gonzales, continuó en el fortalecimiento del movimiento sindical. Crearon federaciones sectoriales y una Confederación de Trabajadores, la CTH. Y equidistante del manoseo partidario, fueron un instrumento de representación a la que echó manos el país, cuando enfrentó crisis de gobernabilidad profundas, como fuera la de 1985. Allí, el movimiento sindical, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas dieron ejemplo colocando primero los intereses nacionales y desarrollaron soluciones, para que los dirigentes partidarios subordinaran sus comportamientos a la protección de lo que era útil y necesario para la patria.
La muerte lo sorprende -es un decir porque él sabía que era inevitable, por los 100 años que le dispensó el Creador- en el espacio vacío de la soledad, con el movimiento sindical hecho pedazos, viviendo de las migajas, sin que se note su aporte y menos su liderazgo. Los diputados sindicales de ahora, ya no son como los de antes. Ahora son hombres de partido, sin compromiso con las masas y sin fuerzas que le respalden. Por lo que, más que sufrir por la ausencia de hombres del talante de Céleo Gonzales, lo que sentimos es la falta de acciones, obras suyas, más necesarias que nunca para defender a Honduras, para limitar a los políticos; y para darnos confianza que el país contaba con unos independientes compatriotas, defensores de la existencia de la nación.
El vacío que deja su muerte, es más que doloroso. Un verdadero peligro, para la existencia de Honduras.

Más de Columnistas
Lo Más Visto