LAS EXPECTATIVAS

MA
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28 de diciembre de 2021
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12:25 am
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LAS EXPECTATIVAS

POR supuesto que la alternancia democrática no solo es saludable al bienestar nacional sino imprescindible para no perder la esperanza en el sistema. La tranquilidad que se respira en el ambiente es una muestra de lo que estamos diciendo. La época festiva, los preparativos de la Nochebuena y la promesa que encierra todo Año Nuevo son medicinales a tanta calamidad que se haya padecido. Nada parecido a la vez pasada cuando los molotes callejeros arruinaron la Navidad. Han servido de bálsamo a una sociedad bastante enfrentada –más ahora que las redes sociales prestan nocivo servicio a la propagación de la odiosidad– dando una tregua necesaria a la aborrecible carnicería política. Esta vez la gente pudo realizar sus actividades normales y el comercio recuperar algo de un año que no fue nada bonancible. La crisis que ya se atravesaba fue agravada por el confinamiento impuesto por la peste sanitaria. Las actividades económicas, comerciales y productivas se estancaron.

Los mercados lastimados provocaron el colapso de muchas empresas, pequeñas, medianas y grandes. Algunos, –la excepción– hicieron clavos de oro de la necesidad del prójimo. Pero en su inmensa mayoría el sector empresarial salió seriamente dañado. Muchos cerraron su negocio, tragándose la angustia de ver desvanecerse, en un abrir y cerrar de ojos, el esfuerzo de toda una vida. Otros, para mantenerse a flote tuvieron que hacer una drástica reducción de costos. Centenares de compatriotas perdieron su empleo y no volvieron a encontrar trabajo. Decenas de ellos, desesperados, se sumaron a las caravanas de migrantes con rumbo a la “tierra prometida”. Pero aquí no se entiende cómo operan algunos sectores y sus contradicciones. En medio de la crisis de desempleo, de gente sin trabajo en su necesidad vendiendo sus pocas pertenencias, o alquilando sus locales y sus viviendas, para llevar algún ingreso a sus hogares, sucede lo inexplicable. La cúpula empresarial convino con los sindicalistas –dizque presionada por el gobierno, en año político, para congraciarse con ellos; aunque irónicamente ninguno votó por el oficialismo– aumentos al salario mínimo. En otras palabras, incremento de costos a las empresas ya lesionadas. Con tanta gente en la calle huyendo del país porque perdió su trabajo, ¿no creen que la prioridad debió ser buscar forma que las empresas volvieran a contratar los trabajadores que cesantearon?

Contrario a subirles los costos de operación para que no tenga más opción que continuar con los despidos. ¿Si apenas tienen liquidez para cubrir las planillas quincenales, cómo piensan que vayan a mantener la fuerza laboral contratada o generar empleos? En estos aprietos por los que pasa el país y el sector productivo –lejos de reponerse de los golpes sufridos– es una bendición tener un trabajo y una maldición perderlo. Los sindicalistas que van a esas mesas de negociación debiesen tener sentido de la necesidad del que menos tiene. Y el que más necesidad tiene es el que no recibe ingresos. Dicho lo anterior, los resultados electorales abren el horizonte a todo tipo de perspectivas de un cambio. Sin embargo, a la hora que los sectores realicen sus peticiones y ventilen sus reclamos, deben tener conciencia de la mala situación que atraviesa el país. Esto no es cosa sencilla de voltear la página y asumir que nada ha sucedido. Revertir esta ruinosa tendencia va tomar tiempo. No es que vayan a producirse milagrosas mejorías con el cambio de una nueva administración. Los funcionarios de la transición que se aprestan a asumir funciones –antes de plantear ofrecimientos arrebatados en esos foros donde participan– debiesen medir cuidadosamente las expectativas que generan en el auditorio.

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