Por: Eduardo Enrique Fuentes Cálix
Abogado y Master en Gobierno y Administración Pública.
Una vez oficializada la declaratoria de resultados de las elecciones generales 2021, celebradas el pasado 28 de noviembre y con ello la finalización del proceso electoral, existe la obligatoriedad de analizar estos comicios que significaron un momento de quiebre en muchos aspectos para Honduras, pero más que eso, han abierto un espacio para la reflexión y con ello, esos resultados electorales han generado expectativas positivas en todo el pueblo hondureño.
Esa participación masiva que oscila en el 68% de los ciudadanos habilitados para ejercer el sufragio, nos sitúa ante los comicios electorales con mayor afluencia en las últimas décadas. Este incremento en la participación ciudadana, en gran medida es el resultado de la participación juvenil, por ende, no se debe callar lo relevante de ese hacer positivo de la juventud, de la que por años se les cuestionó su desinterés en el fortalecimiento efectivo de la democracia. Con ese hacer de la juventud en la contienda electoral de noviembre/2021, abandonó el tradicionalismo partidario, así como líneas de pensamiento de las instituciones políticas.
Fenómeno político que exige a todos los actores, replantearse el presente y el futuro del sistema de los partidos políticos existentes. Todo porque esos resultados electorales, dejan visible la necesidad de que las fuerzas políticas legalmente constituidas, generen una incidencia que trascienda más allá de las campañas electorales y que cumplan su rol, en toda temporada, como instituciones de derecho público permanente y de esa forma, la participación política debe ser guiada, en base a los valores y principios doctrinales e ideológicos que cada institución política abandera y que no sean liderazgos basados en coyunturas e ideales volátiles, porque estos últimos pierden credibilidad ante la ciudadanía y ante los miembros de sus partidos políticos, debilitando así la democracia.
Sin duda alguna, el nuevo gobierno, electo con una mayoría histórica, obedece en gran medida a esta masiva votación, al voto independiente, indeciso e inconforme con las recientes administraciones, lo que implica para el triunfador, un reto que obliga a dirigir los destinos del país de manera ecuánime y con la conciencia que no todos los electores que les favorecieron con su voto, simpatizan con su Declaración de Principios, pero llega con la legitimidad del voto favorable de más del cincuenta por ciento de ciudadanos que ejercieron el sufragio; resultado que le brinda las condiciones de gobernanza para administrar el país, con toda legitimidad.
Así también, el nuevo gobierno debe gobernar con precaución en la era de la digitalización, donde la información y la desinformación se encuentra presente en todas las redes sociales de las cuales los jóvenes son miembros activos.
Anhelamos todos aquellos que creemos firmemente que la democracia es el modelo de representación genuina a través del cual, los estados administran su actividad política, económica y social, que desde el oficialismo se propicien los espacios de diálogo y visión de país que sirvan para mitigar la crispación política de los últimos años con lo que con seguridad, se logrará la unión de todos los hondureños como hermanos; igual, que prevalezcan los intereses nacionales a los intereses personales partidarios; con la certeza que escribir una nueva historia para Honduras, es tarea de todos, ya que sin la participación de todos los actores y todos los sectores, el esfuerzo de cualquier gobierno será en vano, y nuestra visión como hondureños, debe ser siempre heredarle a las nuevas generaciones, cada vez, una mejor Honduras y fortalecer el sentimiento patriótico para lograr trabajar enfocados en el mismo objetivo y engrandecer nuestro país.
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