¡Habemus presidenta!

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24 de enero de 2022
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12:03 am
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¡Habemus presidenta!

Por: Edmundo Orellana

El mandato popular expresado en las urnas el 28 de noviembre no se está leyendo correctamente. Fue una orden terminante y sin condiciones de expulsar, sin más trámite, del poder a la red de corrupción y de narcotráfico que tiene atrapado el país.

Decidió que fuera Iris Xiomara Castro Sarmiento quien lidere esta cruzada, acompañada por la coalición formada por Libre y PSH, apuntalada por otras corrientes partidarias, entre la que se destaca la del Partido Liberal. No fueron estos, sin embargo, suficientes para lograr esa gran gesta patriótica, de expulsarlos vía democrática. Las membresías partidarias auguraban un triunfo que, con los recursos disponibles, el gobierno calculaba que, utilizando las maquinaciones de siempre, era capaz, y muy holgadamente, de revertir en el proceso de escrutinio y de transmisión de datos.

Quien cerró toda posibilidad de fraude y elevó, a la primera mujer presidenta del país, a las más altas cumbres de la historia política nacional, con un resultado, aunque profundamente deseado, jamás esperado, fue el voto independiente. Decidió salir, por primera vez, a expresar, como el gigante que es, su voluntad de delegar su poder soberano en quien confía sabrá cumplir con las banderas defendidas durante la campaña, coincidentes con sus esperanzas, activando en su conciencia ciudadana la necesidad de romper, por primera vez, con la tradición de apatía y de incredulidad hacia el sistema político y sus líderes, seguros de que votando masivamente lograrían derrotar el sistema político fraudulento. ¡Y lo lograron!

El 28 de noviembre el héroe fue el pueblo. No se equivocó. Salió, venció y eligió. Se equivocó, sin embargo, al confiar en políticos liliputienses que creen que esos “votos en plancha” sufragados por disciplina partidaria constituyen una patente de corso, por la que pueden legitimar un acto tan ignominioso como el que perpetraron en el altar de la patria, resultado de convenios alevosos con quienes juraron jamás pactar por su directa responsabilidad en los saqueos de los presupuestos estatales, del narcotráfico, del lavado de activos y de construir un sistema de impunidad que imposibilita perseguir al delincuente de cuello blanco y al crimen organizado.

El voto popular indicó la ruta y señaló la dirección, pero, en la lucha por el timonel del Congreso Nacional, los que, supuestamente se iban, tomaron el timón. Sabían que la presidencia de la junta directiva del Congreso dispararía todas las alarmas, y a eso apostaron, socavando las bases mismas de la coalición por la vía de despertar los apetitos más primarios y furiosos entre los, supuestamente, “diputados más votados” de los que levantaron la bandera de la refundación del país.

No pudieron contra el voto popular masivo, que venció el fraude preparado, ni pudieron contra la voluntad de elegir del pueblo, pero todavía tenían las “llaves maestras” para abrir y cerrar los sótanos del poder, y los abrieron. Entraron en tropel los ambiciosos, encontrándose con quienes el pueblo expulsó con su voto popular masivo y se sometieron a sus perversos designios.

Entregaron las credenciales del poder popular a las redes de corrupción, narcotráfico y lavado de activos cuyo único interés es preservar el sistema de impunidad que construyeron, pero están entrando en un terreno peligroso, provocando al pueblo hondureño en lo más sensible de su esencia, la confianza, en la que reposa la esperanza. Si abren la “caja de pandora”, los arrepentimientos no serán suficientes.

Somos un país en ruinas. Devastado económica, social y moralmente por culpa del desgobierno de esta última década y resulta que seguirán gobernando los culpables de la devastación, ahora más enseñoreados que antes, por derivar la responsabilidad de sus nuevos estropicios a los “supuestos refundadores”.

Se aprovecharon de la prolongación de la fiesta de celebración, que de carnaval de egos desmesurados rápidamente se convirtió en un aquelarre de egos descontrolados, arrastrados por las pulsaciones más primarias y rabiosas: la codicia y el poder, que los dueños del país aprovecharon para, sin más trámite, saciar.

De lo que estoy seguro es que no me equivoqué al votar para elegir a Iris Xiomara Castro Sarmiento como presidenta de la República de Honduras, cuyos atributos para dirigir la nación se han revelado ampliamente, enfrentando con firmeza y dignidad a la red de corrupción que se resiste a abandonar el poder. Apeló al pueblo, quien le otorgó el mandato, y este, sin duda, responderá, como lo hizo cuando levantó la bandera del retorno al orden constitucional cuando el golpe de Estado. Vino de la calle y regresa a la calle, donde está la fuente de su poder; más de 1 millón setecientos mil votos lo confirman, cuya fuerza estremecerá el país en el rescate, nuevamente, del orden constitucional. ¡El pueblo ha sido convocado! No hay opciones, la democracia es el único camino: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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