Rafael Heliodoro Valle y el verano del 41

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27 de febrero de 2022
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12:02 am
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Rafael Heliodoro Valle y el verano del 41

Por: Juan Carlos Arosemena Granados*

Era julio del 43, después de poco de más de dos años, en México se terminaba de escribir el proemio de un libro dedicado al Perú. Las líneas finales de dicho prefacio muestran un cariño inmenso hacia el país incaico: “Como si fuera el continuo deseo de ver al Perú cada vez más alto y engreído en la luz del divino hemisferio, aquí están estas páginas henchidas de la certidumbre de que son un testimonio de cuánto le amamos y le queremos servir en la alegría diaria del retorno” (Valle, 1943).

Este prólogo lleva la firma de Emilia Romero, historiadora peruana, y de Rafael Heliodoro Valle, ilustre polígrafo y diplomático hondureño. Valle fue partícipe de diversas comunidades científicas y culturales en Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México y Perú. Participó en la fundación de la Academia de la Lengua de Honduras. También, contribuyó con diversos diarios a nivel continental. El libro “Visión del Perú” es la descripción de un viaje que este último realizó al Perú en el verano del 41 y cuyas aventuras son escritas en primera persona, como si de un diario se tratase. El 25 de abril de ese año, ambos se casaron en Lima.

¿Qué escribe Valle sobre el Perú? ¿Quiénes fueron sus amigos? ¿Qué lugares visitó? ¿Qué le impresionó? Su recibimiento fue en el Callao -había llegado por barco-por tres amigos, entre ellos Jorge Basadre, ilustre e insigne historiador peruano, aunque su guía por Lima fue otro historiador, Martín Pastor. Visitó al poeta José María Eguren, a quien encontró “casi en vísperas de su muerte (…) y le enseñó su último invento, un aparato para fotografiar nubes, sueños, ángeles, cosas sin dimensión y sin edad” (Valle, 1943). Eguren trascendió el año siguiente.

Todos los días del verano limeño, Valle hojeaba los diarios de hace un siglo en la Biblioteca Nacional para seguirle los pasos al misterioso general Morazán, quien había estado en la capital peruana cien años atrás. Sus constantes visitas “al vetusto palacio de libros” le hicieron coincidir con cuatro estudiosos, entre ellos, Guillermo Lohmann Villena, gran historiador y diplomático peruano.

Julia Codesido, Camilo Blas, Teresa Carvallo y José Sabogal son los pintores más influyentes del Perú de ese entonces para Valle. “Con raíces que socavan su tierra y su cielo, enamorados de todo lo que es pasión amorosa -indio y mestizo, aire y sierra y pleamar peruanos- con esos materiales nativos construyen un mundo poético, le dan acústica fina, riqueza primordial (…) Estos pintores son guías luminosos para recorrer la geografía entrañable del Perú” (Valle, 1943).

Pastor llevó a Valle a visitar a Julio César Tello, considerado padre de la arqueología peruana, al Museo de Antropología, hoy Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Sobre este encuentro, nos detalla: “Tierra y lana, flora y delirio, silencio andino y fiebre de litoral, agravan el misterio que envuelve -nébula de pesadilla- al Perú antiguo que se expresa algebraicamente en los esquemas y vitrinas de este laboratorio de arte y ciencia que es el Museo de Antropología y en el que Tello ponen orden y paz” (Valle, 1943).

En aquel tiempo, la culinaria peruana deslumbraba a sus visitantes. “Porque estos arroces, estos purés, estos escabeches, tienen una variedad que supera a cuanto han dicho en su elogio cronistas y viajeros, legos y eruditos, “gourmets” y glotones. Aquí se han concentrado las riquezas frutales y frumenticias, las pechugas y las almendras. (…) La esencia de la cultura está en la tierra, la sartén y la cortesía” (Valle, 1943).

El 11 de abril, Viernes Santo, Valle se encontraba en el Cusco, ciudad que en sus palabras no solo es la capital arqueológica de Sudamérica, “sino una ciudad superlativa de América, que a ninguna se parece” (Valle, 1943). Allí pudo presenciar la tradicional procesión y las diversas maravillas que atesora entre su catedral, caserones, templos y conventos. En su afán por estudiar más sobre la realidad del lugar, terminó visitando el convento de la Merced a cuya biblioteca tuvo acceso por gracia del padre Palacios mostrándole incunables de la más fina cepa europea.

En el epílogo destaca los referentes culturales del Perú de ese entonces como Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Ricardo Palma, César Vallejo y referentes históricos como el Garcilaso de la Vega, Guamán Poma de Ayala y Ramón Castilla, “el soldado estadista”, quien abolió la esclavitud en 1854.

*Diplomático, filósofo, Lic. en Relaciones Internacionales y Jefe de la Sección Consular de la Embajada del Perú en Honduras

 

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