¿MÁS VENTAJOSAS?

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23 de marzo de 2022
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12:25 am
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¿MÁS VENTAJOSAS?

SOBRE lo que insistimos en tantas otras ocasiones. Pero, esperar alguna iniciativa de los entes gubernamentales, es como estar hablando con las paredes. (A no ser que fuese algo de su interés como las ZEDE, las público privadas y otros negocios). Más bien premiaron al ingenuo negociador hondureño del DR-CAFTA –que condenó la producción en el campo a la ruina– con una jugosa chamba en uno de esos organismos de la integración centroamericana. Que de poco o para nada sirven –a no ser para becar burócratas– ya que del mercado común lo único útil que sobrevivió fue el BCIE. Lo demás es parecido al PARLACEN –como no le dieron facultades vinculantes– una especie de clubes para socializar. Ya días que alertamos sobre el vencimiento de las cláusulas de salvaguarda en el TLC que protegían la producción agropecuaria nacional.

(Con el TLC favorecieron las maquilas, las franquicias y otras actividades, pero condenaron las actividades del campo a la ruina). Una vez que entre libre de gravámenes arancelarios y sin cuotas, al amparo del TLC, la producción agropecuaria de los Estados Unidos, sacan del mercado a los productores domésticos. No hay forma –con sistemas rudimentarios de producción, dependientes del San Isidro Labrador– de competir con la tecnología norteamericana. Menos con la producción subsidiada de granos. Ese tratado lo negociaron en una administración del Partido Nacional. Entró en vigencia el 1 de abril del 2006. Sustituyó la Iniciativa de la Cuenca del Caribe. El régimen de la Cuenca del Caribe favorecía las exportaciones hondureñas. Se beneficiaban del ingreso al gran mercado norteamericano, sin pagar impuestos de introducción. El comercio era en una vía. Libre de aquí para allá pero no de allá para acá. El TLC es libre comercio en dos vías. Ello es que aquí aceptaron ir desgravando gradualmente artículos –descritos en la lista del TLC– elaborados en los Estados Unidos hasta llegar a cero arancel. Ya un centenar de productos norteamericanos entran al mercado hondureño sin pagar impuesto de introducción. Y, en consideración a las asimetrías, dieron un tiempo prudencial de protección –esas son las cláusulas de salvaguarda– a la producción agropecuaria local. Dizque una tregua para que el país pudiese desarrollar sistemas competitivos de producción. Pero eso nunca sucedió. Aquí todo se produce en condiciones más caras de financiamiento, se depende de insumos caros importados y de sistemas arcaicos de producción en el campo.

Cuando negociaron ese tratado en condiciones desfavorables al país, los artífices del mismo solo hablaron bellezas de lo que hicieron. Se congratularon de la hazaña realizada. “Grandes logros” dijeron. “Grandes tamagases” los técnicos que lo negociaron. Pues no. Los negociadores norteamericanos, verdaderos expertos y con mucha experiencia, se los echaron a la bolsa. Nadie anticipó ni explicó los costos que pagaría el país en el futuro. Pues, el futuro es ahora. Es hoy, cuando cae encima el maleficio, que pegan el grito al cielo. (De eso es que se quejan los de PROGRANO. Temen que el productor hondureño vaya a desaparecer según dijeron a LA TRIBUNA). Un poco de historia. A nosotros, cuando el NAFTA provocó que de aquí se mudaran varias maquilas a México, nos tocó gestionar –y obtuvimos– los beneficios ampliados de la Cuenca del Caribe. La iniciativa consistía en abrir el gran mercado norteamericano a las exportaciones hondureñas y de la región. Fue concedida por Washington –en la década perdida– como un instrumento de desarrollo para estos países. Fue una de las conclusiones del informe Kissinger de la cual nos tocó ser la contraparte nacional en ejercicio del Ministerio de la Presidencia. La comisión bipartidista de altos funcionarios y legisladores estadounidenses viajó a las capitales centroamericanas. Les preocupaba que la asistencia otorgada poco había ayudado a paliar la pobreza en la región. Y eso era terreno fértil –en la era del guerra fría– a la insurgencia izquierdista. Los conflictos, además, generaban grandes flujos migratorios. La solución propuesta fue “trade instead of aid”. Allí nacieron los beneficios de la Cuenca del Caribe que, en retrospectiva, no curaron la región de tanta pobreza, pero sí sirvieron al desarrollo de los países, a diversificar la producción que solo era de banano y otros productos tradicionales y generar cientos de miles de fuentes de trabajo. (A propósito de atenuar las migraciones. ¿No sería recomendable –inquiere el Sisimite– gestionar una revisión del TLC en condiciones más ventajosas para el país?).

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