Atrapados en el túnel del tiempo

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26 de marzo de 2022
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12:06 am
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Atrapados en el túnel del tiempo

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Allá por los años 70 del siglo pasado, en casi toda la América Latina se promocionaba una máxima que animaba a los ciudadanos a consumir lo que en el país se producía. Los gobiernos decían que era una forma de hacer patria, pero, en realidad, se trataba de una invención ideológica que guardaba un propósito bastante simple: impedir la entrada a los productos extranjeros para evitar una posible competencia a las marcas locales, lo que habría supuesto una caída de los ingresos vía tributación y, en consecuencia, un desmoronamiento del poder adquisitivo del Estado.

La lógica funcionaba así: a mayor consumo, mayor expansión de la industria, lo que equivalía -según sus promotores-, a mejorar las condiciones del empleo. Hay quienes siguen creyendo en ese dogma.

Fue en esos días cuando se puso de moda la estrategia conocida como “Industrialización por sustitución de importaciones”, promovida por la CEPAL, cuyos ideólogos concluyeron que el intercambio comercial entre los países industrializados y los exportadores de materia primas -como Honduras-, era desigual e injusto, de modo que nos aconsejaron no seguir importando aquellos productos que bien podían fabricarse en el país.

Como producto de esta iniciativa, el sector industrial -y de servicios- comenzó a crecer aceleradamente en ciudades como San Pedro Sula, mientras en la capital, la UNAH preparaba los “cuadros” técnicos que una naciente burocracia estatal requería para coordinar la actividad productiva, el sistema tributario y la inversión social. Así nació esa “pequeña burguesía” como decía Marx.

El Estado se convierte entonces en una agencia de colocaciones, en un clúster empresarial y en un centro de inyección financiera para gremios, sindicatos y asociaciones, cuyo “modus operandi” siempre ha sido vivir de las mercedes de cada gobierno, a cambio de mantener la tranquilidad social. En el caso de la empresa privada, resultaba claro que había que proteger los mercados locales contra la invasión de productos extranjeros, mientras se creaban “estímulos” en forma de exenciones, bonos, regalías, permisos, préstamos blandos y subsidios; todo ello necesario en un principio, pero que después se volvió, no en una simbiosis, sino en un parasitismo institucionalizado. Así nace la corrupción.

Con el crecimiento desmedido del aparato estatal, aumentaba el conformismo empresarial para no seguir expandiéndose, mientras el tiempo pasaba incontenible su camino, sin advertirnos sobre las consecuencias de tamaña irresponsabilidad.

Para mantener esa gigantesca burocracia, los gobiernos se dieron a la tarea de pedir prestado a diestra y siniestra, creyendo que el goce sería eterno. Una vez llegada la globalización, y viendo la enorme deuda del Estado, los organismos de crédito comenzaron a exigir a los gobiernos y a los empresarios dos “cositas” bastante incómodas para ambos: dejar de botar tanta “plata” a los primeros, y generar riqueza vía crecimiento a los segundos. Ahorro y crecimiento económico, dos revoluciones en un solo compás de espera. Sin embargo, las respuestas ante tales pretensiones fueron las mismas de siempre: que los costos políticos, que lo inhumano de las medidas, que no estamos preparados, etcétera.

Más que una amenaza, la globalización trae aparejada una sarta de oportunidades, que políticos y empresarios no han querido aprovechar por dejados y por miopes. A los gobiernos les resulta más fácil administrar las crisis que resolverlas, porque ofrece mejores ventajas desde el punto de vista político. Ahora la cosa se nos ha puesto difícil como producto de la sordera y del fingimiento de demencia. De esta crisis, nada ni nadie parece salvarnos. Nos encontramos cuesta arriba en la historia encarnados en el mito de Sísifo.

Lo que le queda al nuevo gobierno es tomar al toro por los cuernos y entrarle al asunto de revolucionar la economía sin importar el costo político; eso no importa ¡para nada! Ya pasaron los tiempos del leviatán poderoso y de los gloriosos mercados cautivos de los años 70. Lo importante es subirse al barco global para no quedar nadando en aguas infestadas de tiburones. Recordad todos: ahorro, frugalidad en el gasto y delinear la estrategia de crecimiento y competitividad.

[email protected]
@Hector77473552

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