El hombre; el árbol y su destino

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24 de abril de 2022
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12:03 am
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El hombre; el árbol y su destino

Por: Gustavo A. Milla
E-mail: [email protected]

“Así lo describe la historia: había un hombre que él tenía muchos sueños en su vida, un día optó por ir al mercado y se compró una semilla de un árbol muy frondoso y lo sembró en el solar de casa. Y con el correr del tiempo el árbol creció frondoso y fecundo. Dio frutas muy deliciosas.

El hombre continuaba con la vida de sus sueños y le dio por comprar un lazo para colgar una hamaca y disfrutar de la sombra del hermoso árbol, pero al final solo dejó el lazo y, con el devenir del tiempo el hombre se vio envuelto en su propio destino que no soportó la angustia de su problema que él mismo había creado: Su estado mental lo traicionó y terminó colgado bajo la sombra de aquel árbol frondoso y fecundo. “El destino se lo hace el hombre mismo y no sabe cuándo y cómo es el fin de su vida”.

El hombre es un “meandro”, es hijo de la muerte, pues no conoce del amor y el odio aunque los tenga ante sus ojos -él es el creador de su propio destino, sin darse cuenta que él mismo lo formó-.

José María Vargas Vila escribió: Si la vida es un martirio el suicidio es un deber y para ser y no ser mejor desaparecer. El hombre es como la araña él solo va tejiendo su propia tela donde termina atrapado. “Ayer disfrutó de las mieles del poder y hoy se bebe la hiel de sus propias contradicciones”. Nadie lo puede salvar de su propio destino.

El hombre por causa de cometer fraude se ve envuelto en su destino que él formo con sus ambiciones desmedidas. El señor se digirió a Moisés y le dijo: “Cuando alguien peque y resulte culpable de fraude ante el Señor por haber engañado a su prójimo en algo que este le había confiado o prestado, o por robarle o por quitarle algo a la fuerza, por negar haber encontrado un objeto perdido, por hacer un juramento falso cualquiera de esas cosas en que uno comete pecado. Será llevado a juicio y pagará por su pecado. Recuerden que todo aquel que preste juramento ante el altar de la patria, que sea correcto para que no tenga nada que afrontar con vergüenza el día de mañana.

El hombre es artífice de su propio destino, pues, no sabe por dónde sopla el viento ni por dónde nacen los “equinoccios de los rayos del sol”.

El hombre recto es el que hace lo que es justo y recto. No participa en banquetes donde abunda el champán y el vino para honrar a corruptos y ladrones. El hombre honrado comparte su pan con el hambriento y le da ropa al desnudo, no causa a nadie; es justo cuando juzga un pleito entre dos personas; actúa de acuerdo con mis leyes y cumple fielmente mis mandamientos. Ese hombre es, verdaderamente recto, y por lo tanto vivirá. Yo el Señor, lo afirmo.

El hombre, el árbol y su destino que él sembró y no se dio cuenta que era para aves de toda especie que anidara a la sombra de sus ramas, incluso su lazo para colgar su hamaca y dormir bajo la sombra que un día soñó. Pero todos los árboles del campo sabrán que soy yo el Señor. Yo derribo el árbol orgulloso y hago crecer el árbol pequeño. Yo seco el árbol verde y hago reverdecer el árbol seco. Yo el Señor, lo digo y lo cumplo.

El árbol plantado junto al agua, fecundo y frondoso gracias a la abundancia de riego. Sus ramas se hicieron tan fuertes que llegaron a ser cetros de reyes, y tanto creció que llegó hasta las nubes, se destacaba por su altura y por sus ramas frondosas. El viento del oriente le secó y se le cayeron las uvas; se secaron sus fuertes ramas y las echaron al fuego. Ahora está plantado en desierto, en tierra seca y sedienta. De sus ramas sale un fuego que devora sus retoños y sus frutos.

Ya no le quedan ramas fuertes que lleguen hacer cetros de reyes. Así es el hombre cuando pierde su libertad. Hoy solo le queda pedir perdón a Dios por sus falsos juramentos y pecados.

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